A modo de continuación de la reciente entrada en la que se exponía el collar de la Hermandad de caballeros mozárabes, hoy se desea llamar su atención, improbable lector, sobre las armas de aquella diócesis de Toledo.
El propio escudo muestra una escena, elemento impropio de la heráldica, más acorde a los antiguos y ya superados usos de siglos pretéritos, que gustaron de representar dichas escenas como motivos armeros.
Ahondando en el accidente, es costumbre, creo que no escrita en ley alguna, que las diócesis católicas timbren sus armas con mitra episcopal, al igual que el actual pontífice máximo, Benedicto XVI.
El galero, capelo o sombrero saturno, queda reservado exclusivamente para indicar la jerarquía de los prelados. Esta orden sí fue recogida por el papa Pablo VI en su decreto Ut sive.
Incumpliendo esa costumbre, la diócesis de Toledo exhibe como timbre, sin pudor alguno, un capelo con las quince borlas de primado, de sinople, añadiendo corona imperial antigua que igualmente el decreto Ut sive prohíbe expresamente.
Se añaden, a modo de contraejemplo, las armas de la archidiócesis de Boston, en una Norteamérica tan cuidadosa con su heráldica, a pesar de su juventud como nación, que dispone como timbre, con absoluta corrección, mitra episcopal.
Armas de las que la archidiócesis se enorgullece hasta el extremo de disponerlas, en un sembrado, sobre el panel que sirve de fondo para la tribuna del ordinario de Boston, el franciscano Seán cardenal O´Malley.
El propio escudo muestra una escena, elemento impropio de la heráldica, más acorde a los antiguos y ya superados usos de siglos pretéritos, que gustaron de representar dichas escenas como motivos armeros.Ahondando en el accidente, es costumbre, creo que no escrita en ley alguna, que las diócesis católicas timbren sus armas con mitra episcopal, al igual que el actual pontífice máximo, Benedicto XVI.
El galero, capelo o sombrero saturno, queda reservado exclusivamente para indicar la jerarquía de los prelados. Esta orden sí fue recogida por el papa Pablo VI en su decreto Ut sive.
Incumpliendo esa costumbre, la diócesis de Toledo exhibe como timbre, sin pudor alguno, un capelo con las quince borlas de primado, de sinople, añadiendo corona imperial antigua que igualmente el decreto Ut sive prohíbe expresamente.Se añaden, a modo de contraejemplo, las armas de la archidiócesis de Boston, en una Norteamérica tan cuidadosa con su heráldica, a pesar de su juventud como nación, que dispone como timbre, con absoluta corrección, mitra episcopal.
Armas de las que la archidiócesis se enorgullece hasta el extremo de disponerlas, en un sembrado, sobre el panel que sirve de fondo para la tribuna del ordinario de Boston, el franciscano Seán cardenal O´Malley.
Muy conocidas, tanto en los Estados Unidos como en los demás países, son las misiones establecidas en California (USA) por el franciscano mallorquín Fray Junípero Serra en la segunda mitad del siglo XVIII.
Menos conocidas son otras misiones españolas, también establecidas a lo largo de otro Camino Real, en lo que ahora es el estado de Texas; concretamente en San Antonio.

Se cree que esta fue la principal bandera que ondeó en el imperio colonial español en las Américas, y también lo hizo en estas misiones hasta 1785.
Un curioso enlace que nos proporciona la red. El imperial colegio heráldico de Etiopía: 


Somos fruto de una evolución de la vida orgánica de millones años en la corteza del planeta. Nuestra especie cuenta con escasos, para la vida de la Tierra, cuarenta mil años. Especie a la que Linneo denominó homo sapiens que se distinguió, aunque a menudo hay que ponerlo en seria duda, por su desarrollo intelectual.


Con jefe cargado con la cruz verde, acola el collar de la orden manifestando que es protector espiritual de san Lázaro.
Hasta 1836, la nobleza en estos reinos que se hoy se llaman España podía clasificarse en dos clases: La nobleza titulada y la nobleza sin titular.
Así expresamente se establece en la ley 33/2006 sobre la aplicación del principio de igualdad ante la ley:
No se crearon los títulos, ni se crean en la actualidad, con el fin de otorgar privilegios que enmascaren un fraude a la, exigida constitucionalmente, igualdad ante la ley. La concesión de títulos pretende mantener la memoria del insigne acreedor de la merced, proponiéndose, igual que la Iglesia hace con los santos, a un individuo como modelo para la sociedad.
Por el contrario, la nobleza no titulada sí ha visto alterada gravemente su existencia, su forma vital, su modus vivendi. Así, desde que en torno a 1836 se produjera la confusión de estados, esto es, desde que la corona y las cortes decidieran abolir los privilegios de la nobleza no titulada, su existencia ha venido perdiendo significado.
Lo que ocurrió en 1836 no fue tanto que el estado aboliera la nobleza no titulada, la hidalguía. Lo que sucedió fue que la administración estatal se desentendió de esa materia, dejando a su libre albedrío a los hidalgos. Se abolieron sus privilegios fiscales y se reformó el sistema de ingreso en determinados oficios de la administración que solamente admitían a nobles. Ésta nobleza no titulada, la llamada hidalguía, quedó en consecuencia libre de regulación estatal. Y la realidad es que los decretos que pretendían la confusión de estados, realmente lo consiguieron.
La nobleza titulada mantiene su vigencia, sigue viva, en tanto que cada año aumenta su nómina de miembros con la concesión, por la corona, de nuevos títulos. Mercedes nobiliarias que son creadas para recompensar a aquellos distinguidos individuos de nuestra sociedad que se proponen como modelos a seguir.
Evidentemente es una lástima. Resulta obligado reconocer que, en un momento histórico pasado, la clase hidalga dio a la nación española momentos de gloria y heroísmo. Los hidalgos demostraron con sus actos, con sus vidas enteras, ser verdaderos ejemplos para la sociedad. Hoy sus herederos, nadie lo pone en duda, son insignes representantes, no solo por su sangre, sino por sus actos, de aquellos hidalgos que tanta gloria dieran a España.
Pero su actual error adaptativo puede resultar terminal al no reconocer que, hasta la confusión de estados, la clase hidalga era permeable admitiendo nuevos miembros.
Quienes actualmente consideran vigente la hidalguía por su sentido estricto de herencia de sangre, obviando en buena medida los superiores principios caballerescos que le otorgaron valor, no hacen sino pretender perpetuar un pasado de privilegios, cada vez más alejado temporalmente, intentando revivir una gloria que ya se extinguió.
El culto a un pasado heroico resulta indudablemente saludable, pero si no sirve como modelo social actual, como ejemplo vital para que sangre nueva refresque la institución y sirva como acicate social, no dejará de ser una simple recreación anacrónica.
Tiempo ha
Hoy se trae noticia de la solemne imposición a monseñor Rodríguez Plaza del propio collar que denota su jerarquía de hermano mayor de la hermandad y su responsabilidad como Superior del rito mozárabe. La ceremonia tuvo lugar en iglesia mozárabe de las santas Justa y Rufina, en Toledo, el pasado treinta de junio.
El cayado en forma de cruz, anclado en medio del oleaje del mundo, divide en cuatro cuarteles el cielo dorado. Es el símbolo de Cristo, Pastor Bonus, Crucificado, Resucitado y Glorificado, clave interpretativa y centro del universo.
A este escudo se le añadirá, en breve, la Cruz Mozárabe con su collar, como Superior responsable del Rito Hispano-Mozárabe y protector de la Comunidad Mozárabe de Toledo. Es tradición que la citada Comunidad imponga la Cruz a los Arzobispos toledanos, tras su toma de posesión, que la incorporan a su escudo episcopal.
El lema episcopal del nuevo Arzobispo de Toledo es No me avergüenzo del Evangelio, que aparece también en su sello. Está tomado de la carta de san Pablo a los Romanos, donde el Apóstol escribe: «Pues no me avergüenzo del Evangelio, que es una fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree: del judío primeramente y también del riego» (Rom 1, 16). Pablo sabe que el evangelio es el único poder de Dios para la salvación y dedica su vida entera, en medio de grandes dificultades y peligros, a ser testigo de la Buena Noticia que el mismo Señor le reveló, siendo testigo de ella con su martirio en Roma.
Hoy, quince de agosto de 2010, conmemoración de la asunción de María Santísima al cielo, 








