
Cuenta la red, en relación con su origen, una fábula relativa a que el mítico fundador de aquel reino, Lech, eligió el lugar de su fundación al contemplar un nido de águila. Y es que en el nido observó un águila blanca que, al iniciar el vuelo, recortó su figura contra el rojo cielo del amanecer y en el batir de sus alas creyó ver una señal dorada sobre ellas que consideró buen augurio para iniciar la construcción de un poblado que, posteriormente, sería considerado como la cuna del reino. En memoria de aquel suceso dibujó en su arma defensiva, en su escudo, en campo de gules un águila de plata cargada de adorno, que no sé como se blasona, de oro.
Solo añadir que recuerda esta leyenda a aquella de los palos del principado de Cataluña y a la mano manchada de sangre del rey Carlos el calvo de Francia, rasgando el escudo de oro del conde Wilfredo el velloso.


