sábado, 26 de septiembre de 2009

TRES ESCUDOS DE LAZARISTAS

Se han recibido tres escudos en el correo asociado al blog. El primero de ellos proviene del caballero lazarista y excelente dibujante heráldico, don Carlos Navarro Gazapo. Heraldista cuyas armas son estas:Los dos restantes escudos son de don Ángel Frontán. Se trata de los siguientes:

Las armas de don José María de Montells y Galán, como juez de armas del gran priorato de España de la orden de san Lázaro. Su oficio de juez de armas se manifiesta muy correctamente, en este gran despliegue heráldico, no solo por el timbre de la corona propia de rey de armas, sino a través de la cadena que orla el escudo. Cadena que los actuales reyes de armas de Inglaterra portan sobre su tabardo significando igualmente su oficio heráldico.Las armas de don Francisco Franco y Bahamonde, Salgado y Pardo, quien fuera el anterior general jefe del Estado español. Se trata de la recreación del escudo de la orden de la banda. Orden que creara el rey Alfonso XI de Castilla y que se rescató del olvido por el general jefe del Estado al ser tomado como seña de identidad propia. Armas a las que se ha añadido, en este dibujo del heraldista don Ángel Frontán, un jefe de plata cargado de cruz llana de sinople como manifestación de la pertenencia del general a la orden de san Lázaro.

Por último las armas del cardenal Spellman, partidas con las de su diócesis de Nueva York.Como recordará, improbable lector, entre los obispos católicos de Norteamérica es costumbre partir las armas de la diócesis con las propias. El resultado no siempre revela el acierto de este uso secular dado que las figuras se alargan, en muchos casos excesivamente, haciendo incluso algunas de ellas irreconocibles.La idea de añadir las armas de la diócesis al escudo propio proviene de la anterior costumbre de añadir las de la orden a la que se pertenecía en alguno de los cuarteles. Así, los dominicos añaden bien una cruz flodelisada, gironada de plata y sable, bien el can de plata y sable; los franciscanos sus conocidos brazos; los benedictinos la palabra pax, con cruz de doble traviesa y demás.

La forma de disponer las veneras de las diferentes órdenes sobre la composición heráldica revela de alguna forma el grado de pertenencia a la orden.

Así, los príncipes soberanos, grandes maestres de Malta, cuartelan sus armas familiares con las de la orden soberana. Costumbre que también hemos podido observar que se cumple con los grandes maestres de la orden de san Lázaro. En la imagen las armas del gran maestre lazarista, el marqués consorte de Almazán, cuarteladas con las de la orden significando su gran maestrazgo. Uso que también fue habitual entre los grandes maestres de otras órdenes de caballeros como es el caso de los templarios o de los teutones.Tradicionalmente, la pertenencia a una orden con la categoría de caballero o dama se manifestaba heráldicamente acolando la venera de la orden a las armas propias; si bien últimamente adquiere pujanza, copiando los usos ancestrales de la orden soberana de Malta, la disposición de la cruz de la orden de pertenencia en jefe, como es el caso de los tres ejemplos que hoy se proponen de caballeros de la orden de san Lázaro.

viernes, 25 de septiembre de 2009

PROVISIÓN DE REYES DE ARMAS

La heráldica se mantiene viva. Permanece viva en tanto que se siguen, no solo exhibiendo antiguas armerías, sino adoptando armas.Como recordará, improbable lector, el escudo, en estos reinos que son España, es propiedad de quienquiera que desee hacerse diseñar armas nuevas. No es necesario ser noble, no se requiere condición alguna. Únicamente hay que elegir unas armas. Nada más.En otros reinos de nuestro entorno geográfico europeo no ocurre así, siendo necesario poseer o acceder a la condición de noble. Aquí no. En los reinos que hoy son España y en todos aquellos virreinatos que algún día pertenecieron a la corona, ostenta armas quienquiera que desee poseer un escudo.Pero también es cierto que resulta del todo conveniente y muy acorde a las más antiguas tradiciones españolas, que así lo exigían, registrarlo ante la autoridad de un rey de armas.El último individuo que ostentó este cargo de rey de armas, acreditado ante el ministerio de Justicia, falleció en 2005. Falleció quien, en nombre del rey y con el visto bueno de las autoridades del ministerio, podía registrar armas nuevas. Y ante la reciente cuestión planteada por don Ignacio Koblischek, la administración pública española ha definido que no existe rey de armas alguno que esté legalmente acreditado.Frente a este estado de cosas cabe plantearse la siguiente reflexión: Naciones tan adelantadas socialmente como Inglaterra, Holanda, Canadá o Suecia, mantienen la figura de los reyes de armas. Figura que aquí, como ha quedado expuesto, permanece vacante desde 2005.Sin embargo no existe inconveniente en aceptar que en España existen actualmente cronistas de armas, heráldicamente muy capacitados, que se encargan de ordenar adecuadamente los escudos armeros de los municipios de las diferentes regiones. Cronistas que han sido nombrados por las diferentes comunidades autónomas y cuyas funciones y pareceres han sido publicados en los diferentes boletines oficiales regionales.Si el puesto entonces de rey de armas permanece vacante, existiendo sin embargo quien, por su capacidad, pueda ocuparlo ¿no debería sopesarse la posibilidad de recrear la figura, de dar vida de nuevo al cargo?

jueves, 24 de septiembre de 2009

DERECHO A POSEER ARMAS

Se reitera una antigua entrada:

Hoy se propone una traducción, si bien extractada, de un eminente heraldista eclesiástico, el sacerdote don Guy Selvester, de la diócesis de Metuchen en el estado norteamericano de Nueva Jersey. Se trata de un artículo publicado hace ya tiempo en su extraordinario blog: http://shoutsinthepiazza.blogspot.com/. Con el permiso expreso del padre Selvester, estas son, extractadas, sus palabras:

Desde que existe la heráldica y se adoptó por la Iglesia, se considera habitual encontrar armas, escudos, que han sido usados por obispos, cardenales, papas… Sin embargo, cuando se piensa en el denominado bajo clero, lo habitual es sorprenderse al saber que todos los niveles del clero católico están autorizados a poseer armas. A ostentar un escudo de armas. Y que incluso los simples sacerdotes tienen ese derecho.

Al igual que en la vida secular o civil, aquellos sacerdotes que desean tener un escudo son frecuentemente, es verdad que demostrando una enorme ignorancia, tachados de pretenciosos, de arribistas socio-eclesiásticos. Se les considera como individuos que intentan ser algo que no son.
De ahí que se espere que un obispo elija y muestre sus armas y que un sacerdote ni tenga armas, ni mucho menos las exhiba.

El más grande autor en materia de heráldica eclesiástica de los últimos doscientos años, el tristemente fallecido en 2003 monseñor Bruno Bernard Heim, arzobispo de santa memoria, exponía en su primera obra, HERÁLDICA EN LA IGLESIA CATÓLICA, las siguientes afirmaciones:

"El derecho a tener armas es un derecho universal, no un privilegio. Pertenece a cualquier hombre. Excepto, evidentemente, a aquellos que hayan sido privados de él por la autoridad pública, al haber incurrido en algún delito."

Y añadía posteriormente:

"Lo más correcto es considerar que el capelo negro con una borla a cada lado es el mejor exponente heráldico de la dignidad sacerdotal, mucho mejor, desde luego, que una corona o un yelmo.

Aquellos que objetan que un simple sacerdote pueda usar un capelo sacerdotal, mantienen su argumento de forma arbitraria y desde luego ajena a cualquier decisión, código o regulación de la autoridad eclesiástica.

Hay que recordar que todos los sacerdotes poseen el mismo orden sagrado y son así, poseedores de los mismos privilegios.

De este modo concluimos que está correctamente establecido el derecho al uso de armas heráldicas por parte de todos los rangos eclesiásticos, incluso de los meros sacerdotes."

El artículo, la entrada del padre Selvester, concluye con un magnífico exponente de armas que ostentan sacerdotes de muy diferentes territorios de la cristiandad. En ellas hemos podido reconocer las de algún sacerdote español, amante de esta noble ciencia, que por su afición a la heráldica y por su elección de armas ha visto dañada su imagen al ser incluso denunciado ante su obispo como arribista y pretencioso.

Como siempre se ha hecho desde este tedioso blog, se le anima, improbable lector, a que se decida a escoger armas propias y a representarlas en papel o en madera. Bien usando del propio arte, de los propios recursos, bien optando por acudir a la experta ayuda de artistas heráldicos como fray Rafael Nieto, http://www.rafaelnieto.com./

miércoles, 23 de septiembre de 2009

CONDE DE SAINT GERMAIN


La novela de Alejandro Dumas, El conde de Montecristo, relata la venganza contra sus perjuros acusadores, de un prófugo de la isla-prisión de If, que había sido injustamente encarcelado. Tuvimos ocasión de leer la obra hace un par de veranos y aunque el paso del tiempo ha hecho que adolezca de una falta de tensión argumental que hoy sería imperdonable, la novela es, en conjunto, buena.

La cuestión que se propone, improbable lector, es esta ¿existió realmente un noble con ese título concreto? Cuentan los expertos en nobiliaria que efectivamente existió un conde de Montecristo. Conde de Montecristo que ha pasado a la historia con otro de los títulos de pretensión que usó en vida: Conde de Saint Germain.Como seguramente conocerá, improbable lector, los títulos de pretensión son aquellos que utilizan los miembros de las familias soberanas al perder sus tronos. De reciente memoria son los títulos de conde Barcelona, que usó el rey de España en el exilio, el almirante don Juan de Borbón; conde de Covadonga, que utilizó el príncipe de Asturias en el exilio don Alfonso, hijo del rey Alfonso XIII o el título de duque de Cádiz que fue utilizado por el padre del actual rey de Francia en el exilio.El conde de Saint Germain y de Montecristo, que vivió entre 1696 y 1784, fue un personaje muy conocido en la corte de París del siglo XVIII al desplazar a otros nobles en la amistad del rey Luis XV y de la amante de este, madame Pompadour.Aunque los datos no son del todo fiables, el conde de Saint Germain y de Montecristo nació segundogénito del soberano del principado de Transilvania, estado entonces independiente cuyas armas fueron estas: Transilvania, nación hoy inexistente, posee un nombre asociado inevitablemente a la novela de Bram Stoker, Drácula.

El padre del conde de Saint Germain fue el último soberano de aquel principado. De nombre Francisco II Rákóczi, al exiliarse después de perder su trono a manos del imperio austriaco, marchó al reino de Polonia donde adoptó el título de pretensión de conde de Sáros. Posteriormente pasó a Francia donde trabó una gran amistad con el rey Luis XIV y finalmente se trasladó al imperio otomano donde vivió los últimos dieciocho años de su vida, siendo visitado a menudo por sus dos hijos.

El conde de Saint Germain ha pasado realmente a la historia como un cortesano de inmejorable posición económica; elegante; viajero incansable, con acceso a las cortes de toda Europa y culto, hablaba con fluidez seis idiomas. Cuentan, incluso, que mantuvo un aspecto juvenil durante sus ochenta y ocho años de vida.Algunos de los títulos que usó durante sus viajes por las cortes europeas fueron estos: Príncipe Rákóczi, marqués de Montserrat, marqués de Aymar, conde de Saint Germain, conde de Montecristo, conde de Surmont, conde de Soltikov y conde de Beldar.

martes, 22 de septiembre de 2009

ARMAS SACERDOTALES

Se habló en el lejano mes de octubre de 2007, en esta entrada, de la evolución de las armas del padre don Guy Selvester, verdadero experto en materia de armerías eclesiásticas.Recientemente, en agosto de este año 2009 en curso, se habló en esta otra entrada de las sencillas y acertadas armas que el mismo sacerdote creó para el santuario al que ha sido destinado, en el estado norteamericano de Nueva Jersey, santuario dedicado a la exposición permanente del Santísimo Sacramento:Hoy se trae a su consideración, improbable lector, una reciente e interesante participación del padre Selvester en el foro de la Sociedad americana de heráldica, traducida al castellano. Sus palabras son las siguientes:Una de mis aficiones favoritas es contemplar armoriales. Específicamente aquellos armoriales que recogen las armas de los sucesivos titulares de un destino eclesiástico concreto, como una diócesis o una abadía, o bien de un título nobiliario cualquiera. Creo que comenzó mi interés por esta materia cuando aún pertenecía, como monje benedictino, a la vida monástica.

Recuerdo que en la oficina del secretario del abad existían, enmarcadas, representaciones de las armas de todos los abades anteriores. Cada uno de aquellos escudos mostraba las armas personales de los distintos prelados, partidas con las armas de la abadía. Realmente no sabría decir la razón de esta preferencia heráldica. Simplemente me siento atraído por este tipo de composiciones y representaciones heráldicas.

Así que, para mi "utilis occupatio", esta misma tarde he decidido representar las armas de mis cinco predecesores en el cargo de rector de este
Santuario de la capilla del Santísimo Sacramento, donde estoy destinado.

No sé si alguno de ellos utiliza armas, pero sí sé que todos ellos son españoles y miembros de una asociación de fieles llamada "
La Sociedad de Jesucristo Sacerdote".

Así, he decidido atribuir armas a cada uno de ellos. Para ello he usado los diseños basados en los escudos que los armoriales españoles asignan para personas que tienen los mismos apellidos, atendiendo además a los lugares de los que vinieron.

Para diferenciar las armas de estos sacerdotes de esas otras de los armoriales, he añadido a cada uno de ellos un cantón de púrpura, con un anagrama de Cristo de oro, el Chi-Rho, como indicativo de su pertenencia a la Sociedad de Jesucristo Sacerdote.

Por fin, he terminado de atribuir armas a mis predecesores en el cargo de rector del santuario partiendo o dimidiando, según los casos, los escudos creados, con las armas que yo mismo diseñé para este destino eclesiástico. Este es el resultado: Esta tarea heráldica la he realizado solamente por divertirme y por darme algo que hacer hoy, que resultó un día de trabajo ligero.

Considerando todas las cosas, si se me permite expresarlo, creo que el resultado no fue malo. Espero que os guste tanto como a mí. De hecho, estoy considerando la posibilidad de colocar estos escudos el en pasillo de la planta baja de mi casa rectoral.