Continua esta entrada la breve serie de reflexiones surgidas de la lectura reciente, en los anales de la Real academia de heráldica del año 2004,
del artículo firmado por don Carlos López-Fanjul y de Argüelles con el título Sinople y sable: Diálogo entre las heráldicas auténtica y literaria en la Asturias de los siglos XV y XVI.
Hoy se desea llamar su atención, improbable lector, sobre la preferencia de determinados esmaltes en relación a otros. Explica el profesor López-Fanjul, apoyado en estadísticas relativas a la frecuencia de uso de los diferentes esmaltes en la Asturias de los siglos XV y XVI, cómo los metales oro y plata, y los colores gules y azur son notablemente preferidos como tinturas del campo del escudo en detrimento de los colores sable y sinople, que son raramente utilizados como base del campo del escudo.
Ésta práctica, el desuso de los colores sable y sinople en la elección como tintura del campo del escudo, no es sólo habitual en la Asturias de los siglos citados, sino que a lo largo de la evolución de la heráldica desde entonces hasta la actualidad, ha seguido manifestándose a lo largo y ancho de estos reinos que hoy son España al igual que en el resto de la Cristiandad.
Del mismo modo, ciñéndonos a los esmaltes preferidos, ya no como color del campo, sino como tinturas de las diferentes figuras que se disponen sobre las representaciones heráldicas, se concluye que el sable y el sinople son usados en una proporción muy inferior al resto.
No obstante lo anterior, explica el profesor López-Fanjul, estos colores sable y sinople son utilizados con frecuencia como esmaltes propios de determinadas figuras específicas:
Así, el sable es la coloración más habitual de los animales que se representaban con relativa frecuencia en las armerías de estos siglos. Animales tan repetidamente utilizados en nuestra heráldica como el jabalí
y el lobo
son indefectiblemente coloreados de sable. Se trata por otro lado de animales que nuestros antepasados de la edad media realmente conocían. De ahí la elección de un esmalte que lo acerca a su verdadero aspecto.
Caso contrario de lo que ocurre con algún animal con el que extrañamente podría haber tenido contacto un caballero de la Edad Media de cualquiera de estos reinos que hoy son España como por ejemplo el león, que se representa de púrpura,
de gules,
de azur,
de plata,
de oro,
o de sable.
De igual forma, el sinople
se utiliza mayoritariamente, y de forma casi exclusiva, ya desde la edad media, como color propio de las figuras vegetales, tan habituales entonces como hoy, en nuestra heráldica.
Esta idea da pie a recordar lo que el profesor Michel Pastoreau, en su obra Heraldry: Its Origins and Meaning. Londres, 1997, expone sobre la frecuencia de uso de los colores gules y azur.
En la edad media el gules se consideraba el color pleno. Así por ejemplo, en las figuras que se han conservado del juego del ajedrez de la etapa medieval es frecuente encontrar que las figuras de color blanco, ausencia de color, se oponen a las figuras rojas, el color pleno.
Explica el profesor Michel Pastoreau, que el uso del gules en la edad media supera en notable proporción a la preferencia por el uso del resto de los esmaltes. No obstante, esta preferencia por el gules en detrimento sobre todo del azur, ha evolucionado a lo largo de los siglos en sentido contrario invirtiéndose esa tendencia.
Hoy la proporción de escudos que se tintan con azur es muy superior a los que lo hacen con gules.
Ahondando en esta idea, el profesor Pastoreau expone que el color azur era considerado durante la edad media como propio de pueblos salvajes. En esa etapa histórica, en la que era habitual vestir con colores vivos, el azul, hoy tan habitual, no era de uso frecuente.
No hay que olvidar que el núcleo principal del nacimiento de la heráldica se centró en los reinos de Inglaterra y Francia. El reino inglés mantenía en aquella época conflictos con el reino de Escocia, reino cuyos guerreros, salvajes a los ojos de los ingleses, acostumbraban a acudir a la batalla con su piel untada de tinte azul.
Hoy esa concepción del color azul como impropio de caballeros se ha visto superada siendo, como se ha expuesto, el color más habitual de las armerías actuales en detrimento de la opción por el gules.
del artículo firmado por don Carlos López-Fanjul y de Argüelles con el título Sinople y sable: Diálogo entre las heráldicas auténtica y literaria en la Asturias de los siglos XV y XVI.
Hoy se desea llamar su atención, improbable lector, sobre la preferencia de determinados esmaltes en relación a otros. Explica el profesor López-Fanjul, apoyado en estadísticas relativas a la frecuencia de uso de los diferentes esmaltes en la Asturias de los siglos XV y XVI, cómo los metales oro y plata, y los colores gules y azur son notablemente preferidos como tinturas del campo del escudo en detrimento de los colores sable y sinople, que son raramente utilizados como base del campo del escudo.Ésta práctica, el desuso de los colores sable y sinople en la elección como tintura del campo del escudo, no es sólo habitual en la Asturias de los siglos citados, sino que a lo largo de la evolución de la heráldica desde entonces hasta la actualidad, ha seguido manifestándose a lo largo y ancho de estos reinos que hoy son España al igual que en el resto de la Cristiandad.
Del mismo modo, ciñéndonos a los esmaltes preferidos, ya no como color del campo, sino como tinturas de las diferentes figuras que se disponen sobre las representaciones heráldicas, se concluye que el sable y el sinople son usados en una proporción muy inferior al resto.
No obstante lo anterior, explica el profesor López-Fanjul, estos colores sable y sinople son utilizados con frecuencia como esmaltes propios de determinadas figuras específicas:
Así, el sable es la coloración más habitual de los animales que se representaban con relativa frecuencia en las armerías de estos siglos. Animales tan repetidamente utilizados en nuestra heráldica como el jabalí
y el lobo
son indefectiblemente coloreados de sable. Se trata por otro lado de animales que nuestros antepasados de la edad media realmente conocían. De ahí la elección de un esmalte que lo acerca a su verdadero aspecto.Caso contrario de lo que ocurre con algún animal con el que extrañamente podría haber tenido contacto un caballero de la Edad Media de cualquiera de estos reinos que hoy son España como por ejemplo el león, que se representa de púrpura,
de azur,
de plata,
de oro,
o de sable.
De igual forma, el sinople
se utiliza mayoritariamente, y de forma casi exclusiva, ya desde la edad media, como color propio de las figuras vegetales, tan habituales entonces como hoy, en nuestra heráldica.
Esta idea da pie a recordar lo que el profesor Michel Pastoreau, en su obra Heraldry: Its Origins and Meaning. Londres, 1997, expone sobre la frecuencia de uso de los colores gules y azur.
En la edad media el gules se consideraba el color pleno. Así por ejemplo, en las figuras que se han conservado del juego del ajedrez de la etapa medieval es frecuente encontrar que las figuras de color blanco, ausencia de color, se oponen a las figuras rojas, el color pleno.
Explica el profesor Michel Pastoreau, que el uso del gules en la edad media supera en notable proporción a la preferencia por el uso del resto de los esmaltes. No obstante, esta preferencia por el gules en detrimento sobre todo del azur, ha evolucionado a lo largo de los siglos en sentido contrario invirtiéndose esa tendencia.
Hoy la proporción de escudos que se tintan con azur es muy superior a los que lo hacen con gules.
Ahondando en esta idea, el profesor Pastoreau expone que el color azur era considerado durante la edad media como propio de pueblos salvajes. En esa etapa histórica, en la que era habitual vestir con colores vivos, el azul, hoy tan habitual, no era de uso frecuente.
No hay que olvidar que el núcleo principal del nacimiento de la heráldica se centró en los reinos de Inglaterra y Francia. El reino inglés mantenía en aquella época conflictos con el reino de Escocia, reino cuyos guerreros, salvajes a los ojos de los ingleses, acostumbraban a acudir a la batalla con su piel untada de tinte azul.
Hoy esa concepción del color azul como impropio de caballeros se ha visto superada siendo, como se ha expuesto, el color más habitual de las armerías actuales en detrimento de la opción por el gules.
Escribe unas líneas don Antonio Perea y Oliva aclarando un aspecto que 
En caso de ya estar en posesión de ésta, se les otorga la Gran Cruz del Mérito Civil.
Por el contrario, cesado un Ministro, se le otorga la Gran Cruz de Carlos III. De manera que, para precisar lo por usted señalado, podríamos decir que “la Gran Cruz de Carlos III se concede a los altos cargos de la administración del Estado, con nivel de Ministro, tras su cese o renuncia, sin necesidad de aportar mérito alguno”.
Así lo establece el art. 5.3 del
Por otra parte, los Presidentes del Gobierno, desde la entra en vigor de dicho Real Decreto de 2002, en su condición de “Gran Canciller de la Orden”, son automáticamente investidos Caballero (o Dama) Gran Cruz desde el momento de su toma de posesión como Jefe del Ejecutivo.
De entre las muchas y sensatas ideas que se exponen en este artículo se propondrán tres en varias entradas. Hoy se desea llamar su atención improbable lector, sobre la figura de un oficio que revela la forma de pensar de una época. Don Carlos López-Fanjul expone documentalmente en su artículo que en la Asturias del siglo XV existía el oficio de pintor de escudos.
Este oficio indica realmente que las piedras armeras que hoy adornan, no sólo los palacios de Asturias, sino los de toda nuestra geografía nacional, en su momento expusieron sus correspondientes colores propios.
Se ha expuesto hasta la saciedad en infinidad de artículos, la mentalidad de la sociedad medieval contemporánea del nacimiento y del apogeo del sistema emblemático que hoy denominamos heráldica.
Efectivamente, nuestros antepasados que vivieron en la Edad Media mostraban sus estados de ánimo de una forma tan exagerada que hoy ese comportamiento nos resultaría infantil: recurriendo a vestir con colores, estridentes las más de las veces; o no ocultando el llanto por el fallecimiento de los seres queridos, sino exagerándolo.
Así, casa con dificultad la mentalidad que hoy consideramos pueril de esa Edad Media tan viva, tan llena de color, con la monocromía de las piedras armeras que jalonan lo ancho y largo de estos reinos que hoy son España. 
Basta recordar el caso de la santa capilla de París que aún conserva sus originales colores,
o el pórtico de la gloria de Santiago,
o el sepulcro del canciller Villaespesa de Tudela,
para intuir que la Edad Media no debe considerarse gris, sino plena de color.
Así los colores, que definen la esencia misma del sistema emblemático heráldico, salen de nuevo a la luz, al menos en el intelecto, imaginando esos escudos solariegos ostentando orgullosos el resplandor de sus esmaltes.
La cada vez más activa Académie Internationale d’Héraldique ha celebrado con notable éxito en Lisboa este tercer encuentro peninsular de heraldistas, coordinado por el profesor D. Vítor Escudero de Campos, presidente de la AIH en Portugal. La sesiones se han celebrado el 14 de noviembre, en la Universidade Lusófona de Humanidades e Tecnologías, formando la Comisión Científica el Núcleo Lusófono da História da Faculdade de Ciências Sociais e Humanas da Universidade Lusófona de Humanidades e Tecnologias; el Marqués de La Floresta, Cronista de Armas de Castilla y León; la Federación Española de Heráldica, Genealogía y Ciencias de la História; la Academia Portuguesa de Ex-Líbris; la Académie Belgo-Espagnole d’Histoire, la Academia de Letras e Artes, la Academia Melitense, la Academia Lusitana de Heráldica, la Academia de Heráldica do Algarve, el Instituto de Estudos Histórico Militares Napoleão I, y el Instituto Dom João VI.
Remite un par de párrafos don José Luis Sampedro Escolar corrigiendo acertadamente algunos detalles sobre
La encomienda de número se distingue por estar representada por una placa diferente al resto, la que lleva al centro la inicial del monarca fundador y el numeral romano III en lugar de la imagen de la Inmaculada.
En cuanto a las damas, excepcionalmente ingresó alguna antes de la reforma de estatutos que las admitió expresamente. Recuerdo algunos detalles: Doña Sofía fue Gran Cruz aprobada por Franco con motivo de su boda en 1962.
La reina Juliana, Collar con motivo de la primera visita de Don Juan Carlos como Rey a los Países Bajos.
Nuestra castiza reina Isabel II lucía las insignias de esta orden, como la del toisón, cuando vestía uniforme militar, de lo cual hay un buen ejemplo en el Museo Romántico.
José Luis








