Escribe un distinguido caballero castellano, don José Antonio Vivar del Riego, experto en armoriales y padre en poco tiempo. Una de sus clases magistrales se puede leer en la dirección de la escuela marqués de Avilés, en el enlace titulado: EL BLASÓN ESCRITO: LA HISTORIA DE LOS LIBROS DE HERÁLDICA, de esta página: http://www.adghn.org/publica.html.Responde a la cuestión que se planteó en este espacio el día 30 de marzo. Aquella pregunta al aire sobre un escudo que adorna, en piedra, una fachada de la catedral de Santiago. Copio el mensaje literalmente, riguroso y científico:
“Según la fuente de tu consulta, dicho escudo está en la fachada que da a la plaza de la Inmaculada, también llamada "de la Azabachería".
En una foto del escudo más frontal que he podido encontrar, se puede apreciar mejor que el cuartel izquierdo (el segundo, supuesto que sea un escudo partido y medio cortado) presenta la figura de una losa con dos lagartos asomando por debajo: se trata sin duda del escudo de Losada, que remite a la leyenda de la plaga de lagartos que unos hermanos erradicaron "a espadazos".
Pues bien, la sede compostelana sólo ha tenido dos arzobispos apellidados Losada: Francisco de Seijas Losada (1681-1684) y Bartolomé Rajoy y Losada (1751-1772). Teniendo en cuenta que la fachada de la Azabachería se reformó en el siglo XVIII ( http://santiagodecompostela.vivelaciudad.es/2007/03/03-plaza-inmaculada-azabacheria por ejemplo), hay que concluir que dicho escudo corresponde con el segundo de los prelados, Bartolomé Rajoy y Losada.
Si consultas una nota biográfica de este arzobispo, verás que, en efecto, fue el restaurador de la fachada: http://gl.wikipedia.org/wiki/Bartolom%C3%A9_Rajoy_y_Losada
Y, para más inri, he visto unas armas del linaje Rajoy, y blasonan en campo de plata, una ciudad al natural, entre dos árboles de sinople. Fallamos en los árboles, pero parece una correspondencia con el primer cuartel.”
Nada que añadir nada que quitar. Demuestra que la heráldica es ciencia auxiliar de la historia.







El 14 de marzo de aquel año 1474, los lugareños y los vecinos llegados de los alrededores se refugiaron, conocida la venida del conde con una hueste de cinco mil peones y gente a caballo, en la torre de la localidad. Grande pero sin más defensa que sus muros.
De resultas de aquella villanía murieron en defensa de lo que consideraban su derecho cuatrocientas treinta personas, entre niños, mujeres y hombres.

Dos de ellos, recogen la figura de un caballero montado: 




banda de gules cargada de tres cruces occitanas huecas de oro. Sobre las cruces cátaras u occitanas se trató recientemente en este blog, 









