Vallisoletano de nacimiento, don Germán Casares Alonso, conde del Órbigo, en el reino del Maestrazgo, compañero de armas y empleo, mantiene una relación de devoción, como cualquier persona con un mínimo de dignidad, hacia el pueblo de sus antepasados paternos: Santiago del Molinillo, en la provincia y antiguo reino de León.
De feraz y aun virgen vegetación, regado por dos ríos que se unen en el entorno para formar el nacimiento del Órbigo, de tan queridas resonancias medievales, el lugar debe de resultar, que aún no hemos tenido la suerte de recalar en él, de extraordinaria belleza.
El afecto de don Germán por el pueblo de sus ancestros se ha manifestado, entre otras cosas, en el deseo de dotar a la población de un escudo que lo represente gráficamente, dado que aún carecía de él, concluyente evidencia de sabiduría.
Considerando para su composición heráldica los motivos más característicos de la localidad, optó por representar estos extremos: el reino de León, el nombre del apóstol que da nombre al lugar, la unión de los ríos Omaña y Luna para formar el Órbigo y una alusión al molino de agua que completa el nombre de Santiago del Molinillo.
Autodidacta en materia heráldica, compuso el escudo que sigue en la imagen posterior.
Para ello recurrí al símbolo de la venera, tan propio del peregrino a Santiago; al león del reino; a la rueda de molino; y a las ondas de agua de plata y azur. Estos fueron los resultados:
De feraz y aun virgen vegetación, regado por dos ríos que se unen en el entorno para formar el nacimiento del Órbigo, de tan queridas resonancias medievales, el lugar debe de resultar, que aún no hemos tenido la suerte de recalar en él, de extraordinaria belleza.
El afecto de don Germán por el pueblo de sus ancestros se ha manifestado, entre otras cosas, en el deseo de dotar a la población de un escudo que lo represente gráficamente, dado que aún carecía de él, concluyente evidencia de sabiduría.
Considerando para su composición heráldica los motivos más característicos de la localidad, optó por representar estos extremos: el reino de León, el nombre del apóstol que da nombre al lugar, la unión de los ríos Omaña y Luna para formar el Órbigo y una alusión al molino de agua que completa el nombre de Santiago del Molinillo.
Autodidacta en materia heráldica, compuso el escudo que sigue en la imagen posterior.
Lamentablemente estas armas, como habrá podido apreciar improbable lector, aunque medianamente correctas para lo que puede observarse en el conjunto del armorial municipal español, son manifiestamente mejorables.
El yelmo de caballero no debe timbrar las armas de un lugar, toda vez que es atributo propio de individuo, no de colectivo (señores hidalgos de Tejada no alcen sus voces, efectivamente existirán excepciones); el león, que quiere representar al reino homónimo, aparece contornado sin necesidad; la cruz de la orden de Santiago no es necesariamente el mejor mueble parlante del apóstol; y la representación del encuentro de los dos ríos recuerda excesivamente un escudo eclesiástico, como se explicó en una lejana entrada de este tedioso blog al tratar de las armas atribuidas al mismo Dios.
Conocido el escudo por quien suscribe estas líneas, advertí del error que suponía el timbre y resolví proponer al menos una breve serie de armas, quizá más acordes al fin pretendido de convertirse en la manifestación heráldica de Santiago del Molinillo.
Para ello recurrí al símbolo de la venera, tan propio del peregrino a Santiago; al león del reino; a la rueda de molino; y a las ondas de agua de plata y azur. Estos fueron los resultados:
El más parecido al original:
Un escudo con los muebles parlantes del lugar junto con la representación del río Órbigo:
Y un sembrado de cruces de la orden de Santiago, con la rueda del molino:
Esos escudos representados en madera, para concluir, adornan hoy un mural situado en la entrada de la localidad, acompañando al que, por el momento al menos, sigue siendo el escudo de Santiago del Molinillo.