Releyendo las entradas sobre las armas del pontífice y la falta de rigor del timbre elegido y al hilo de la reciente entrada sobre las armas que no debería adoptar la infanta doña Leonor, surge una reflexión.Efectivamente, los adornos exteriores de un escudo, como es el caso de la tiara, son eso, adornos, no son esencialmente parte de las armerías. Baste recordar que se ha rescatado la brisura del lambel, para que el heredero del rey de España no porte las armas nacionales a pesar de que el timbre de la corona de príncipe hubiera sido suficiente diferencia. Las armas del santo padre son un mantelado cargado de tres muebles de honda significación espiritual. Esencialmente, se trata de un escudo del todo acorde a los principios y tradiciones de la ciencia heráldica.Cabe aquí añadir una anécdota bastante simple. Algunos de los antecesores al mando, tanto de la Iglesia universal, como del reino denominado Estados Pontificios, portaron efectivamente al brazo sus propios escudos.
Y es que los papas de no hace tantos siglos, en una postura que hoy nos resultaría bochornosa, se ciñeron la espada y embrazaron su propio escudo en defensa de su poder temporal, en defensa de los Estados Pontificios.
Cómo no recordar aquí la película La agonía y el éxtasis, que hace un esbozo de la figura de Miguel Ángel. Al comienzo de la cinta, aparece un caballero, interpretado por Rex Harrison, que porta espada y embraza escudo capitaneando a sus tropas. Al desmontar, concluida la batalla, se despoja de su armadura para vestirse con la sotana blanca papal. Reflejo de una época.
Y es que los papas de no hace tantos siglos, en una postura que hoy nos resultaría bochornosa, se ciñeron la espada y embrazaron su propio escudo en defensa de su poder temporal, en defensa de los Estados Pontificios.
Cómo no recordar aquí la película La agonía y el éxtasis, que hace un esbozo de la figura de Miguel Ángel. Al comienzo de la cinta, aparece un caballero, interpretado por Rex Harrison, que porta espada y embraza escudo capitaneando a sus tropas. Al desmontar, concluida la batalla, se despoja de su armadura para vestirse con la sotana blanca papal. Reflejo de una época.