REFLEXIÓN
Por el Barón de Sórvigo
Heraldista
Mi muy querido amigo:
Una de las muchísimas rimas que se alternan con el estribillo de la canción “Se va el caimán” es aquella que dice: “Una niña patinando / patinando se cayó / y en el suelo se le vio / …que no sabia patinar”. Busque cada cual el doble sentido que su agudeza prefiera, pero lo que a mí me sugiere es la actitud del que mete la pata por desconocimiento.
Algo así le ha pasado a D. Fernando del Arco en su última intervención. Se ha caído patinando, y en el suelo hemos visto, que no sabía patinar. Ha embestido contra un anónimo, y en el suelo descubre que no sabía de quién se trataba. Si alguna disculpa tiene es que seguro que no ha leído la nota aclaratoria sobre el código de colores del blog, pecado muy español, pues yo no conozco todavía a ningún compatriota y hombre, que lea las instrucciones antes de instalar un aparato: “¿Leer el folleto ese? ¡Tú déjame a mí, que esto lo hago funcionar en un momento!“ le digo yo a mi mujer cada vez que entra en casa un nuevo electrodoméstico (por cierto, que ahora me acuerdo que tengo que llevar al punto limpio la picadora que estropeé la última vez).
Don Fernando, por favor, no sea usted tan visceral. Todo podemos opinar sobre todo sin faltar a los buenos modos. No hace falta descalificar al contrario por muy anónimo que le parezca, ni mucho menos amenazar a nadie con escribir más Epístolas. Piense, aunque no sea el caso, que tras un anónimo o un seudónimo puede esconderse alguien que no merezca su atención, o alguien con quien no quisiera usted medirse. ¿Se figura, es un suponer, que alguien hubiera puesto a caldo a un tal Jaime de Andrade por una obra sin pretensiones que escribió en sus ratos libres titulada Raza? Las intemperancias no son buenas, Don Fernando: no hace mucho tuve que terciar en una polémica que usted tuvo con otro interviniente que no tenía intención de decir lo que usted pensó que había dicho.
Respecto de sus argumentos, permítame que le diga lo siguiente: soy de los que creen que debería haber alguna instancia, se llame como se llame y dependa de quien dependa, que sirva de registro heráldico. El experimento de la Junta de Castilla y León rescatando antiguas denominaciones para el experto en heráldica municipal ha sido un fracaso, pues quien hoy ocupa ese puesto cree haber sido nombrado Rey de Armas urbi et orbi a la antigua usanza, cosa que una Comunidad Autónoma no puede hacer… porque no tiene esa competencia transferida. Volver a la antigua estructura del servicio de palacio hoy en día, es cierto, sería una tontería.
Tampoco los Reyes de Armas de otras épocas eran un modelo de probidad.
Ahora bien, decir que la palabra Rey debe quedar reservada sólo para el Monarca… me parece un argumento muy poco lúcido. ¿Habremos de cambiar, pues, el nombre al rey del ajedrez, al de la baraja, a los Reyes Magos, al famoso “rey ni roque”, a todos los animales que llevan el apellido rey en su denominación científica, e incluso a los ciudadanos españoles apellidados “Rey” con toda honorabilidad? Por favor, Don Fernando, que los Reyes de España no han tenido ningún reparo en designar Reyes de Armas durante siglos, no sea usted más papista que el papa ni más monárquico que el Rey.
Un cordial saludo:
El Barón de Sórvigo