Como ya se ha expuesto, el asunto comienza con la muerte prematura del infante don Fernando, primogénito de Alfonso X el sabio, que dejaba viuda y dos hijos de corta edad: los infantes de la Cerda. Muerto el rey sabio, estos infantes, sus nietos, no heredaron el trono sino que el segundogénito de Alfonso X, desde entonces Sancho IV, usurpó el mejor derecho a la corona de sus sobrinos, los de la Cerda.
Para terminar el recordatorio de la dinastía castellana desheredada, hoy se trae a su consideración, improbable lector, el asunto de la indemnización por usurpación.
Esta dinastía real de la Cerda, inicialmente exiliada en Francia, enlazó posteriormente con los, primero condes, y después duques de Medinaceli.
Pero tan evidente fue la usurpación de derechos que, es la curiosidad que desea destacar, y que me ha explicado el marqués de Utrera, los duques de Medinaceli recibieron durante siglos una cuantiosa indemnización ante cada nueva entronización real, no solo de los monarcas de Castilla, sino de la posterior España. Así ocurrió nada menos que hasta el advenimiento de la dinastía de Borbón, en el siglo XVIII.
No he encontrado en la red apunte que lo ratifique, pero resulta creíble y da pie a reflexionar sobre la legitimidad dinástica. Legitimidad dinástica que, la historia es prolija en este asunto, se ha justificado habitualmente por la fuerza de los hechos consumados por las victorias bélicas.