El blasonamiento es ese lenguaje claro, concreto, conciso y completo, que utiliza la heráldica para describir, con sus propias y extrañas palabras, cualesquiera armas sin necesidad de dibujarlas. Hoy se desea exponer una reflexión relativa al excesivo rigor al blasonar.
Como recordará, improbable lector, lo que hoy consideramos como calderas gringoladas de un número de sierpes, es decir calderas de las que se asoman serpientes, no son sino un exceso de rigor al blasonar. Esas serpientes salientes de calderos que hoy consideramos como propias e incluso distintivas de muy linajudas familias, en origen no fueron otra cosa que los adornos que servían como conclusión del asa de la caldera. El exceso al blasonar definió que cada caldera tenía al final de su asa dos serpientes. Serpientes que se dibujaron, erróneamente como dos por lado, según esta forma: El exceso del rigor al blasonar condujo posteriormente a representarlas como salientes del interior.De igual forma ha sucedido con la partición en jaquelado. Un exceso de blasonamiento condujo a definir el número de jaqueles con que debe contar el escudo. No tiene sentido este blasonar definiendo los escaques, los jaqueles, cuando, dada la variación en la evolución de la proporción entre el alto y el ancho de los escudos, se desvirtúan las figuras.Es una apreciación intuitiva, pero nos atrevemos a proponer que los primeros escudos que representaban como armas un jaquelado, establecían las piezas en forma invariablemente cuadrada.Nos resulta poco compatible con las formas geométricas preferidas durante la edad media, la aparición y auge de una partición basada en unos escaques rectangulares. No. Los primeros escudos jaquelados, probablemente combinaciones heráldicas de dos escudos con esmaltes plenos, hubieron de representar las particiones de forma cuadrada, estableciendo un verdadero damero.Consideramos que fue un exceso de blasonamiento el que llevó a fijar el número de jaqueles por lado o el número total de los mismos. No era necesario. Un escudo jaquelado era un escudo que representaba un damero con alternancia de dos esmaltes.
El exceso de rigor al blasonar, definiendo el número de escaques, ha conducido a que, al variar las proporciones de los escudos, se hayan convertido los cuadrados en rectángulos.Como sabe, improbable lector, los iniciales escudos sobre los que se dispusieron armerías eran verdaderas armas defensivas de los infantes. Es decir, tenían forma de almendra, con la parte baja muy apuntada, para alcanzar a cubrir la totalidad del cuerpo del infante.La propia evolución del uso del arma defensiva y, sobre todo, la representación de armerías en escudos de cada vez más caballeros, llevaron a que la forma utilizada en heráldica fuera resultando más cuadrangular. Es decir, el caballero, al contrario que el peón, no necesitaba para su defensa, en el campo de batalla, de un escudo apuntado, sino más bien cuadrilongo, más en la proporción de seis a cinco actualmente usada.
Así, y dado que cada vez se fue adoptando por más caballeros el sistema heráldico representado sobre su escudo, las armerías evolucionaron desde un aspecto apuntado inicial, a una forma cuadrilonga más cercana a la actual.Concluimos con la idea expuesta: El exceso de blasonamiento llevó a definir los escaques de las armerías sobre un escudo apuntado que, posteriormente, al evolucionar su forma hacia un aspecto más cuadrado, condujo a desvirtuar la figura original del damero, hacia una partición formada por rectángulos.
Como recordará, improbable lector, lo que hoy consideramos como calderas gringoladas de un número de sierpes, es decir calderas de las que se asoman serpientes, no son sino un exceso de rigor al blasonar. Esas serpientes salientes de calderos que hoy consideramos como propias e incluso distintivas de muy linajudas familias, en origen no fueron otra cosa que los adornos que servían como conclusión del asa de la caldera. El exceso al blasonar definió que cada caldera tenía al final de su asa dos serpientes. Serpientes que se dibujaron, erróneamente como dos por lado, según esta forma: El exceso del rigor al blasonar condujo posteriormente a representarlas como salientes del interior.De igual forma ha sucedido con la partición en jaquelado. Un exceso de blasonamiento condujo a definir el número de jaqueles con que debe contar el escudo. No tiene sentido este blasonar definiendo los escaques, los jaqueles, cuando, dada la variación en la evolución de la proporción entre el alto y el ancho de los escudos, se desvirtúan las figuras.Es una apreciación intuitiva, pero nos atrevemos a proponer que los primeros escudos que representaban como armas un jaquelado, establecían las piezas en forma invariablemente cuadrada.Nos resulta poco compatible con las formas geométricas preferidas durante la edad media, la aparición y auge de una partición basada en unos escaques rectangulares. No. Los primeros escudos jaquelados, probablemente combinaciones heráldicas de dos escudos con esmaltes plenos, hubieron de representar las particiones de forma cuadrada, estableciendo un verdadero damero.Consideramos que fue un exceso de blasonamiento el que llevó a fijar el número de jaqueles por lado o el número total de los mismos. No era necesario. Un escudo jaquelado era un escudo que representaba un damero con alternancia de dos esmaltes.
El exceso de rigor al blasonar, definiendo el número de escaques, ha conducido a que, al variar las proporciones de los escudos, se hayan convertido los cuadrados en rectángulos.Como sabe, improbable lector, los iniciales escudos sobre los que se dispusieron armerías eran verdaderas armas defensivas de los infantes. Es decir, tenían forma de almendra, con la parte baja muy apuntada, para alcanzar a cubrir la totalidad del cuerpo del infante.La propia evolución del uso del arma defensiva y, sobre todo, la representación de armerías en escudos de cada vez más caballeros, llevaron a que la forma utilizada en heráldica fuera resultando más cuadrangular. Es decir, el caballero, al contrario que el peón, no necesitaba para su defensa, en el campo de batalla, de un escudo apuntado, sino más bien cuadrilongo, más en la proporción de seis a cinco actualmente usada.
Así, y dado que cada vez se fue adoptando por más caballeros el sistema heráldico representado sobre su escudo, las armerías evolucionaron desde un aspecto apuntado inicial, a una forma cuadrilonga más cercana a la actual.Concluimos con la idea expuesta: El exceso de blasonamiento llevó a definir los escaques de las armerías sobre un escudo apuntado que, posteriormente, al evolucionar su forma hacia un aspecto más cuadrado, condujo a desvirtuar la figura original del damero, hacia una partición formada por rectángulos.