Al hilo de las recientes entradas relativas a los títulos y empleos militares alcanzados por los dos generales que obtuvieron el título de príncipe, el I príncipe de la Paz y el I príncipe de Vergara, hoy se desea añadir otra figura.
Se trata de nuevo de un militar español, el general Serrano, que también fue propuesto para alcanzar el título de príncipe sin ser heredero del rey de España.Don Francisco Serrano y Domínguez, Cuenca y Guevara-Vasconcellos, nació en Isla de León, hoy provincia de Cádiz, en 1810, hijo del mariscal de campo, hoy diríamos general de división, don Francisco Serrano y Cuenca, Bueno-Soto y Lara, y de doña Isabel Domínguez y Guevara-Vasconcellos, Pérez de Vargas y Alburquerque en el seno de una familia de gran tradición militar.
Ingresó en el ejército en 1822, con doce años. Subteniente, hoy se diría alférez, en 1830, fue la primera guerra carlista de 1833, que comenzó con el empleo de teniente, la que le catapultó a ascender con rapidez y a ganar la cruz laureada de san Fernando.Al concluir la guerra con el abrazo de Vergara en 1839 era coronel, ascendiendo a brigadier ese mismo año. Entrado en política, actividad tan ajena a los valores castrenses, formó parte del grupo de militares que conspiraron para acabar con la regencia del general Espartero.
Una vez que la reina Isabel II fue declarada mayor de edad y convertido en amante de la soberana, alcanzó diferentes capitanías generales como Navarra y Granada. Isabel II le apodó el general bonito.En 1848 viajó a la corte de los zares donde estudió a fondo su organización militar. Poco después de su regreso, en 1850, contrajo matrimonio con su prima Antonia Domínguez y Borrell, Guevara-Vasconcellos y Lenuy, hija y heredera del teniente general Miguel María Domínguez y Guevara-Vasconcellos, Pérez de Vargas y Alburquerque, creado por Isabel II, I conde de san Antonio y de doña María Isabel Borrell y Lenuy, Lara e Iznaga.
El general Serrano fue nombrado en 1856 embajador en el París de Napoleón III donde permaneció un año. En 1859 fue nombrado capitán general de Cuba, donde se mantuvo hasta 1862 ganando por su labor la dignidad de ser creado, a su regreso a la península, I duque de la Torre, con grandeza de España.Merced a la dureza con la que ordenó sofocar la rebelión del Cuartel de san Gil en 1866 alcanzó la merced de ser nombrado caballero de la orden del Toisón de oro.Participó en el complot que condujo a la revolución de 1868, durante la cual venció a las tropas leales a la reina que fuera su amante en la batalla de Alcolea.Las nuevas cortes le nombraron regente de España con tratamiento de alteza. Una vez ocupado el trono por el rey don Amadeo I de Saboya, sopesó el nuevo monarca la posibilidad de concederle la dignidad de I príncipe de Alcolea, si bien la idea, por diferentes motivos, no se llevó a cabo.El general Serrano se mantuvo en política durante los siguientes años, falleciendo el veinticinco de noviembre de 1885, el mismo día que fue enterrado Alfonso XII.
Las armas que el general Serrano eligió para sí y sus sucesores fueron un escudo cuartelado:
Primero: En campo de azur, castillo de oro, superado de león del mismo metal, pasante y coronado.
Segundo: En campo de sinople, una banda de oro, engolada en dragantes de lo mismo y acompañada de cuatro estrellas de oro, dos a cada lado.
Tercero: En campo de oro, pino arrancado de sinople.
Cuarto: En campo de azur, castillo de oro, superado de dos banderas, de plata, y a su pie, un león pasante de oro, con una cadena, de azur.
Se trata de nuevo de un militar español, el general Serrano, que también fue propuesto para alcanzar el título de príncipe sin ser heredero del rey de España.Don Francisco Serrano y Domínguez, Cuenca y Guevara-Vasconcellos, nació en Isla de León, hoy provincia de Cádiz, en 1810, hijo del mariscal de campo, hoy diríamos general de división, don Francisco Serrano y Cuenca, Bueno-Soto y Lara, y de doña Isabel Domínguez y Guevara-Vasconcellos, Pérez de Vargas y Alburquerque en el seno de una familia de gran tradición militar.
Ingresó en el ejército en 1822, con doce años. Subteniente, hoy se diría alférez, en 1830, fue la primera guerra carlista de 1833, que comenzó con el empleo de teniente, la que le catapultó a ascender con rapidez y a ganar la cruz laureada de san Fernando.Al concluir la guerra con el abrazo de Vergara en 1839 era coronel, ascendiendo a brigadier ese mismo año. Entrado en política, actividad tan ajena a los valores castrenses, formó parte del grupo de militares que conspiraron para acabar con la regencia del general Espartero.
Una vez que la reina Isabel II fue declarada mayor de edad y convertido en amante de la soberana, alcanzó diferentes capitanías generales como Navarra y Granada. Isabel II le apodó el general bonito.En 1848 viajó a la corte de los zares donde estudió a fondo su organización militar. Poco después de su regreso, en 1850, contrajo matrimonio con su prima Antonia Domínguez y Borrell, Guevara-Vasconcellos y Lenuy, hija y heredera del teniente general Miguel María Domínguez y Guevara-Vasconcellos, Pérez de Vargas y Alburquerque, creado por Isabel II, I conde de san Antonio y de doña María Isabel Borrell y Lenuy, Lara e Iznaga.
El general Serrano fue nombrado en 1856 embajador en el París de Napoleón III donde permaneció un año. En 1859 fue nombrado capitán general de Cuba, donde se mantuvo hasta 1862 ganando por su labor la dignidad de ser creado, a su regreso a la península, I duque de la Torre, con grandeza de España.Merced a la dureza con la que ordenó sofocar la rebelión del Cuartel de san Gil en 1866 alcanzó la merced de ser nombrado caballero de la orden del Toisón de oro.Participó en el complot que condujo a la revolución de 1868, durante la cual venció a las tropas leales a la reina que fuera su amante en la batalla de Alcolea.Las nuevas cortes le nombraron regente de España con tratamiento de alteza. Una vez ocupado el trono por el rey don Amadeo I de Saboya, sopesó el nuevo monarca la posibilidad de concederle la dignidad de I príncipe de Alcolea, si bien la idea, por diferentes motivos, no se llevó a cabo.El general Serrano se mantuvo en política durante los siguientes años, falleciendo el veinticinco de noviembre de 1885, el mismo día que fue enterrado Alfonso XII.
Las armas que el general Serrano eligió para sí y sus sucesores fueron un escudo cuartelado:
Primero: En campo de azur, castillo de oro, superado de león del mismo metal, pasante y coronado.
Segundo: En campo de sinople, una banda de oro, engolada en dragantes de lo mismo y acompañada de cuatro estrellas de oro, dos a cada lado.
Tercero: En campo de oro, pino arrancado de sinople.
Cuarto: En campo de azur, castillo de oro, superado de dos banderas, de plata, y a su pie, un león pasante de oro, con una cadena, de azur.