Remite unas líneas un viejo conocido de este espacio virtual, el profesor don Daniel García Riol, dando noticia de sus impresiones en torno a la heráldica en un reciente viaje a tierras del norte europeo.
Querido amigo Don José Juan:
Siempre con su permiso, me atrevo a enviarle estos comentarios y estas imágenes relacionadas con mi reciente viaje a tierras de Estonia.
Para mí ha constituido una gratísima sorpresa conocer la hermosa capital del pequeño país báltico, la hermosa ciudad de Tallin.
Su doble anillo de cuidadas y espectaculares murallas impresiona al visitante. Todo allí tiene un marcado sabor medieval y sus amables gentes han convertido su resurgir nacional y turístico en una reivindicación de ese pasado glorioso que tantas décadas de ocupación soviética habían ocultado y perseguido.
Altos torreones como el llamado “Germán el Largo” o posiciones fortificadas hacia el puerto como la llamada “Margarita la Gorda”, el Pasaje de Santa Catalina, la calle fortificada de la “Pierna Larga”… Todo evoca el periodo hanseático y la riqueza que el comercio del ámbar aportó a aquellas frías tierras.
Con todo y con eso, la sorpresa más grata con la que cualquier amante de la Heráldica puede encontrarse en Tallin es la visita de la Catedral de la Virgen Santa María. Se trata de la catedral protestante de la ciudad aunque fue templo católico hasta la Reforma en el S.XVI. Un edificio sobrio y austero en su exterior pero que guarda un bello secreto en su interior.
Es la iglesia Luterana más importante de Estonia, y una de las tres iglesias medievales que aún siguen en activo en Tallin. Se cree que fue construida en el año 1219, y se menciona documentalmente por primera vez en 1233. En su interior hay numerosas lápidas sepulcrales nobiliarias de los siglos XIII al XIX.
Según la costumbre, al morir, los nobles de la ciudad se hacían enterrar bajo losas sencillas bajo las naves del templo. Sin embargo, la familia de cada uno de los fallecidos encargaba un escudo con las armas del finado, para que fuera colgado de los muros, tanto de la nave central como de los brazos del transepto.
Los escudos se realizaban en madera tallada y se policromaban y doraban con gran primor, incluyendo muchos de ellos una cartela en memoria de los hechos de valor y mérito de su poseedor.
El resultado de esta interesante costumbre es que, a lo largo de los siglos, se fue constituyendo un magnífico armorial de la nobleza estona adosado a los muros interiores de la Catedral de Santa María.
Desgraciadamente los modelos medievales se han perdido por causa de incendios y otros desastres. Sin embargo los escudos que hoy en día se pueden admirar constituyen un armónico conjunto de armerías de los siglos XVI al XIX.
La restauración que las autoridades culturales estonas están llevando a cabo de este magnífico legado heráldico es ejemplar, aunque todavía es mucho el trabajo que queda por hacer y mucho el dinero necesario para devolver los escudos de armas a su antiguo esplendor.
La Universidad de Tallin ha publicado un estudio a modo de copioso armorial donde se alterna el análisis heráldico con las vicisitudes de la restauración y los proyectos de futuro para mejor proteger este tesoro.
La influencia de la heráldica germana, escandinava y nacional estona se alternan en estos escudos nobiliarios con elegancia y belleza. Todo un lujo para heraldistas.
Prof. Daniel Jesús García Riol
Master en Derecho Premial y Nobiliario, Heráldica y Genealogía (UNED)
Sociedad Española de Estudios Medievales