En respuesta al reciente recado electrónico remitido por el joven redactor heráldico don Pablo Pereira me permitiré, desde mi sincera ignorancia, elevar al común dos precisiones. Concisiones que no desean abrir debate alguno.
Dos temas únicamente. Responder a la cuestión planteada al final de su texto y recordar la doctrina de quien debería ser por su ilustración rey de armas, don Faustino Menéndez-Pidal de Navascués.
Primero: La cuestión lanzada por don Pablo Pereira propone la heráldica como ciencia. Como ciencia inexacta. Pero ciencia.
Lamento disentir: A mi juicio es arte. Solo arte. Un arte que basa su elaboración, su desarrollo, en métodos pretendidamente científicos. Pero arte al fin y al cabo.
Ni tan siquiera en su faceta de auxiliar de la historia es ciencia. Me refiero efectivamente improbable lector a la vertiente académica de los estudios históricos. Aquellos que utilizan la heráldica como herramienta para identificar y datar. Ni tan siquiera entonces puede considerarse científica. Es tan solo herramienta artística. Exactamente igual que el arco de una ermita semiderruida. Apunta una fecha, pero no la data con exactitud científica. No.
Segundo: Recordar que los cuatro cuarteles principales de nuestro escudo nacional, que hoy consideramos sin objeción como propios y representativos de Castilla, León, Aragón y Navarra, no lo fueron en origen.
Los escudos que se resumen en esos cuatro cuarteles no representaron en su origen territorios. No. Representaron y fueron realmente embrazados por los individuos que regían esas regiones, por sus reyes. Es decir, desde su nacimiento y durante siglos, esos cuatro escudos no fueron otra cosa que las armas de los soberanos de Castilla, de León, de Aragón y de Navarra.
Estos cuatro cuarteles principales de nuestro escudo nacional representan hoy territorios como consecuencia de un mecanismo intelectual que ha dado en suponer que las armas del rey, representan al reino.
Me permito insistir. Los cuatro cuarteles principales de nuestro escudo nacional fueron originalmente armas portadas verdaderamente por los monarcas de esos reinos. Es decir, son armas de base personal que concluyeron, al cabo de los siglos, representando los territorios sobre los que los reyes ejercieron su soberanía.
Y esa y no otra, es la razón por la que otros territorios de nuestra geografía patria, como Asturias, Galicia o Murcia, no incluyen sus armas en el escudo nacional, la falta de sustento personal en la época en la que se portaban escudos.