LAS ARMAS EPISCOPALES DE MONSEÑOR BERZOSA
Por el barón de Sórvigo
Heraldista
Mi muy querido amigo:
Me ha llenado de alegría la segunda resurrección de este Blog de Heráldica, diario virtual que tanto nos enriquece a quienes gustamos de la ciencia del blasón, al que sigo deseando la mayor pujanza mientras Dios te conserve la salud, el ánimo y la sabiduría para llevarlo a cabo, cosa que espero suceda durante mucho más tiempo.
Querría aprovecharme de tu hospitalidad para comentar un asunto que me viene preocupando desde hace algún tiempo. Me refiero al escudo episcopal adoptado por el obispo Monseñor Raúl Berzosa, recientemente elevado a la sede de Ciudad Rodrigo.
Antes de decir nada, permíteme que me confiese católico practicante (dentro de lo que cabe) y respetuoso con el clero (incluso dentro de lo que no cabe). No quiero que nadie piense que soy un indignado comecuras que aprovecha que el Pisuerga pasa por Valladolid para meterse con todo bicho viviente que lleve cruz pectoral. Como tampoco me gustaría que D. Raúl me excomulgue o me quiera regalar con un hisopazo en la cresta por creer que le esté faltando al respeto.
El caso es que no hace mucho tuve conocimiento del escudo con el que D. Raúl ha decidido caracterizar su ministerio episcopal. Quedé, por decirlo de algún modo, anonadado. Capelo, cruz, cartela y boca del escudo son convencionales. Nada que discutir. El problema viene con el escudo propiamente dicho, si es que tal puede llamarse.
Se trata de una composición artística sin ningún punto de referencia que pueda decirse propiamente heráldico. Una pintura que intenta transmitir una idea de alto contenido teológico, aunque -en mi opinión- resulta harto difícil que lo consiga. Comprendo que Monseñor Berzosa es un teólogo de altos vuelos, pero pretender la originalidad de utilizar media Suma Teológica para membretear las cartas, me parece no sólo excesivo sino perjudicial.
Este escudo se centra en la figura de un pan pellizcado, símbolo del reparto del Pan Eucarístico, brochante de la silueta de una paloma en vuelo picado, obvia referencia al Espíritu Santo. Del pan desciende una línea sinuosa, que se interpreta como la sangre de Cristo, línea que baja hacia la punta, donde se encuentra ¿tal vez una cordillera? Pues no: la silueta de una mujer dormida que, según una exégesis que he leído, representa de una sola vez al género humano, a la Virgen María, a la Iglesia, y a la mujer del siglo XXI. ¡Ahí es nada!
Con todos los respetos, hay que decir que esto tiene bastante poco de escudo heráldico. La primera vez que me topé con este diseño, navegando por internet, pensé que había entrado por error en una página de broma: no podía ser que un obispo llevara en su escudo una galleta María, semejante cosa me pareció.
No poco me costó luego cercionarme de la veracidad de tal blasón. Y aun hoy no las tengo todas conmigo en lo que se refiere a que este escudo pueda ser usado en condiciones normales para lo que vale un escudo: ¿se imaginan tener que bordar semejante motivo en una casulla o labrarlo en un pedrusco para colocarlo en una nueva iglesia que consagre el señor Obispo?
Mire usted, Monseñor: no me parece propio de un prelado ponerse por montera la Heráldica, en lo que tiene de ciencia, de tradición, de cultura y de arte, tanto para la Iglesia como para nuestra propia historia, y tirar por la calle de en medio rompiendo todos los esquemas. La Heráldica tiene unos cauces lo suficientemente flexibles como para expresar muchas más cosas de las que pueda usted creer. No es necesario ni conveniente abolirla: para empezar, supone renunciar a una verdadera riqueza que la Iglesia ha atesorado durante siglos, y que el propio Derecho Canónico tiene la voluntad de guardar.
Supongo que las muchas obligaciones de un obispo, y más en los tiempos que corren, le impedirán pensar en un cambio de escudo. Sin embargo, estoy seguro de que cuantos compartimos dedicación a la ciencia Heráldica, estaríamos encantados de que así fuese. Es más, si tanto le gusta a Monseñor su actual blasón, hasta podríamos hacer una colecta entre los lectores del Blog para encargarle un cuadro con ese motivo que, convenientemente colgado en su despacho, puede ser un bonito motivo de conversación para romper el hielo con las visitas. Pero sin forma de escudo, ¿de acuerdo?
Recibe un muy cordial saludo:
El Barón de Sórvigo