Como no podía ser de otra forma, las III Jornadas de heráldica y vexilología municipal, organizadas por don Ernesto Fernández-Xesta, resultaron un éxito. Más de cien eruditos de nuestras ciencias heroicas acudieron a exponer sus trabajos.
A pesar de recibir formal invitación para participar en tan insigne acto, determinadas tareas laborales me impidieron acudir como fue originalmente mi propósito. De entre las muchas y excelentes ideas que se dictaron en las Jornadas hoy se desea llamar su atención, improbable lector, sobre una de ellas.
Algunos de los más ínclitos exponentes de nuestros estudios, como los maestros don Faustino Menéndez-Pidal y don Eduardo Pardo de Guevara, manifestaron la convicción de que la heráldica debe ser considerada solamente como una ciencia auxiliar de la historia, en tanto que carece de vida. Falleció, explicaron, hace siglos.
Desde el atrevimiento que concede la ignorancia, el redactor de estas líneas se atreve a considerar lo contrario: la vigencia, la actualidad, la permanente vida de este arte que recurre a un método científico para su desarrollo.
Para ilustrar lo reseñado, hoy, que es sábado, se propone la imagen de las armas municipales de Matillas, en la provincia de Guadalajara, de la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha:
El primer cuartel del partido recoge, en un medio cortado, las armas de los Mendoza en lo alto
y las de los condes del Cid en lo bajo, señores que fueron de aquellos pagos.
Nada que objetar salvo, si acaso, sugerir el recurso a algún motivo más significativo de la localidad obviando antiguos y olvidados señoríos.
El segundo cuartel demuestra que la heráldica sigue viva, que permanece vigente. Efectivamente, improbable lector, la permanente actualidad de este arte se manifiesta en la chimenea de plata, mazonada, que carga el campo de sinople. Se trata de un signo de identidad del lugar. La más significativa y alta construcción de la fábrica que la empresa Cementos Portland edificó, a principios del siglo XX, en el término municipal.