Expondré como ejemplo mi propia carrera: desde que en 1996 alcancé plaza de militar profesional he vivido en Murcia durante un año, en Gran Canaria tres años, en Madrid un primer año, en Afganistán dos meses, en Badajoz otro año y por fin ahora de nuevo estoy destinado en Madrid. Previamente a todo lo anterior estuve destinado en Ferrol, en Vigo y en Madrid, como militar no profesional.
Al abandonar una unidad militar para ir a otro destino es costumbre organizar una comida de despedida en la que invariablemente se recibe el mismo regalo: una metopa.
La metopa, de grandísima tradición militar, es una pieza de madera de regular tamaño, con forma de escudo o circular en la que se dispone, con mejor o peor fortuna, el emblema de la unidad militar. Suele ir acompañada, bajo ese emblema, de una pequeña placa en la que se graban unas palabras de agradecimiento y despedida.
El nacimiento de la metopa es estrictamente castrense. Concretamente artillero.
Los tubos de cañón de los ejércitos y de la real armada se grabaron, desde su origen, con las armas del rey, manifestando de esa forma su propiedad.
Los tubos de cañón de los ejércitos y de la real armada se grabaron, desde su origen, con las armas del rey, manifestando de esa forma su propiedad.
Armas reales que se disponían igualmente en la tapa de madera que cubría la boca del tubo del cañón cuando éste descansaba de su actividad bélica. Tapa de madera que servía para evitar la entrada de agua y otros cualesquiera elementos, impermeabilizando el ánima, el interior del tubo del cañón.
Esas tapas se elaboraban con madera. Dado su fácil deterioro y la necesidad de que efectivamente encajaran sin permitir poros, se fabricaban en un número muy elevado.
Si bien inicialmente se disponía sobre la pieza circular el escudo del rey, andando el tiempo se fueron sustituyendo por las del jefe de la unidad, que habitualmente, al menos hasta el siglo XVIII, era noble. Y desde hace un siglo aproximadamente las armas que se enmarcaron en la metopa fueron las de la propia unidad militar. En tanto que se fabricaban en número suficiente se afianzó, desde antiguo, la costumbre de llevar como recuerdo, por parte de los oficiales, una tapa de cañón al cambiar de destino.
Hoy esa costumbre se ha convertido en norma no escrita. Así, cualquier militar que abandona la unidad para pasar destinado a otra o abandonar el servicio, recibe el regalo de una metopa con, iba a decir las armas pero es tirar muy alto, con el emblema de la unidad en la que ha servido.
Para concluir, reseñar que en la actualidad, y desde hace décadas, son pocas las metopas que mantienen la hechura circular original, habiendo evolucionado hacia formas paraheráldicas siendo frecuentes, curiosamente, contornos que recuerdan la boca de escudo mal denominado carlista.