Envía unas líneas el III marqués de la Floresta al hilo del reciente éxito de nuestra selección de fútbol. Las que siguen son sus palabras.Queridos amigos:
No soy muy aficionado al fútbol, pero hay días y días, y el Campeonato del Mundo, coronado con el triunfo bien merecido de la Selección Española, ha valido la pena. Ciertamente la de los futbolistas es una lucha con épica y con virtudes caballerescas. Y cierto es también que en la defensa de sus colores se involucra una mayoría de los ciudadanos, que se sienten representados por esos deportistas, y que se identifican con su colores.
Y de colores quiero hablar hoy.
Desde la época de los Reyes Católicos, al filo del 1500, el "color nacional" de las tropas del Rey de España viene siendo precisamente el color rojo carmesí, tomado del Pendón Real de Castilla. Rojas fueron las escarapelas de los sombreros y gorros militares hasta 1868 -Cánovas del Castillo escribió bellas páginas sobre la escarapela roja-, y rojas fueron y son todavía las fajas de nuestros generales. Tras la revuelta de las Provincias norteñas de los Países Bajos contra su Rey y Señor el Rey Católico, en 1565, los rebeldes, encabezados por el Príncipe de Orange, adoptaron el color anaranjado para sus escarapelas e insignias militares, hasta el punto de que todavía hoy es el "color nacional" holandés, y se usa por doquier como emblema nacional, desde las fajas de sus jefes y oficiales militares, hasta las camisetas de su Selección Nacional de Fútbol.
No deja de ser curiosa esta repetición histórica: en los siglos XVI y XVII, los Tercios españoles de rojas insignias se enfrentaron en una larga y cruenta guerra contra los rebeldes de las Provincias Unidas, identificados con insignias anaranjadas. Y hoy, cuatrocientos años después, La Roja española se ha enfrentado victoriosamente a los holandeses de la Orange vestidos de anaranjado.
Notemos este caso como un gran ejemplo de la pervivencia en las sociedades de los emblemas y símbolos seculares.
Un saludo a todos del MARQUÉS DE LA FLORESTA
No soy muy aficionado al fútbol, pero hay días y días, y el Campeonato del Mundo, coronado con el triunfo bien merecido de la Selección Española, ha valido la pena. Ciertamente la de los futbolistas es una lucha con épica y con virtudes caballerescas. Y cierto es también que en la defensa de sus colores se involucra una mayoría de los ciudadanos, que se sienten representados por esos deportistas, y que se identifican con su colores.
Y de colores quiero hablar hoy.
Desde la época de los Reyes Católicos, al filo del 1500, el "color nacional" de las tropas del Rey de España viene siendo precisamente el color rojo carmesí, tomado del Pendón Real de Castilla. Rojas fueron las escarapelas de los sombreros y gorros militares hasta 1868 -Cánovas del Castillo escribió bellas páginas sobre la escarapela roja-, y rojas fueron y son todavía las fajas de nuestros generales. Tras la revuelta de las Provincias norteñas de los Países Bajos contra su Rey y Señor el Rey Católico, en 1565, los rebeldes, encabezados por el Príncipe de Orange, adoptaron el color anaranjado para sus escarapelas e insignias militares, hasta el punto de que todavía hoy es el "color nacional" holandés, y se usa por doquier como emblema nacional, desde las fajas de sus jefes y oficiales militares, hasta las camisetas de su Selección Nacional de Fútbol.
No deja de ser curiosa esta repetición histórica: en los siglos XVI y XVII, los Tercios españoles de rojas insignias se enfrentaron en una larga y cruenta guerra contra los rebeldes de las Provincias Unidas, identificados con insignias anaranjadas. Y hoy, cuatrocientos años después, La Roja española se ha enfrentado victoriosamente a los holandeses de la Orange vestidos de anaranjado.
Notemos este caso como un gran ejemplo de la pervivencia en las sociedades de los emblemas y símbolos seculares.
Un saludo a todos del MARQUÉS DE LA FLORESTA