miércoles, 27 de mayo de 2009

REFLEXIÓN NOBILIARIA, Y II

Enlazando con la entrada anterior relativa a una somera, y posiblemente equivocada, reflexión sobre la vigencia de la nobleza no titulada, hoy se propone lo siguiente:

Se exponían en aquella entrada los inconvenientes de mantener estanca la entrada a la actual clase hidalga que, hasta la confusión de estados de 1836, siempre fue permeable.Nadie puede negar que los valores que hicieron a la nobleza no titulada, a los hidalgos, receptores de los privilegios sociales que adquirieron fueron originados por un modo vital concreto.

Ese modo vital se definiría hoy como la caballerosidad, en su más amplio aspecto. Actualmente esa caballerosidad, motor que fue de una hidalguía cuyo acceso, hoy, se restringe a la herencia de sangre, sigue vigente en muchos ciudadanos, no hidalgos, que sin embargo encarnan esos valores con, al menos, el mismo acierto que aquellos.En la actualidad, la caballerosidad se manifiesta de mil modos: A través del lícito deseo de distinguirse con un trabajo, el que sea, bien realizado; con la prestación de servicios voluntarios a la comunidad a través de instituciones de beneficencia; por medio de renuncias y entregas extraordinarias; con las donaciones a los depósitos de instituciones culturales… buscando, en fin, en palabras del doctor Montells, una aristocratización de la vida cotidiana.Para aunar los esfuerzos de tantos caballeros empeñados en este noble afán, permaneciendo impermeable el acceso a la clase hidalga, se han venido fundando, desde mediados del siglo XX, una serie de asociaciones de caballeros. Estas asociaciones pueden recibir diferentes nombres: Hermandad, corporación, asociación... pero en cualquier caso, el vínculo común, el común denominador de todas ellas, es la exaltación de los valores propios de la caballería.

Estas corporaciones de caballeros no exigen probar más nobleza que los propios méritos. Méritos que definen, hoy como ayer, la verdadera nobleza. La llamada nobleza personal. La búsqueda de la honrada distinción en todos lo ámbitos de la vida personal.Se exige además un cierto grado de religiosidad y de patriotismo. Habitualmente estas asociaciones de caballeros se ordenan en torno a la figura de una advocación del Salvador o de su Madre Santísima, o la figura de un santo, o personaje histórico ilustre.El lugar al que se desea llegar, como conclusión, es a definir el importante papel social de estas instituciones de caballeros. Instituciones cuyo valor principal reside en servir de motor para la exaltación de aquellos valores morales, los propios de la caballería, que la sociedad debería tomar como modélicos.