miércoles, 27 de agosto de 2008

DECORACIÓN HERÁLDICA

El verano es época de tedio. Tedio que aliviamos, en buena medida, con el repaso de suplementos dominicales del diario ABC que, debidamente encuadernados, hacen más soportables las tórridas tardes de los días de trabajo veraniegos.

Desde este espacio se ha defendido habitualmente una postura muy definida. Postura que a buen seguro a más de uno ha llevado a escándalo. Es la referida a la necesidad de evitar el pudor heráldico. Con la expresión pudor heráldico se pretende hacer referencia al excesivo pudor, a la excesiva vergüenza que produce el mostrar las armas propias.

En ese sentido el pueblo norteamericano nos lleva una gran ventaja. Para ellos, ese pudor que viene definido por una modestia en la ostentación de armas, no existe. Ya se ha expuesto el caso de la mayoría de las diócesis católicas norteamericanas, que muestran sin rubor sus armas y las armas del obispo del lugar en sus páginas de la red.

A nivel particular resulta más difícil encontrar quien muestre sus armas. No es habitual encontrar domicilios que cuenten con el elemento decorativo definido por un escudo coloreado.

Hoy se expone el caso del decorador Manolo Figueroa. La fotografía que sigue a estas líneas es de pésima calidad. Se ha extraído de esos suplementos de ABC que permiten superar airosamente las calurosas tardes de la sierra de Madrid. Pone de manifiesto lo que se pretende. Se puede decorar una estancia con escudos propios, tal como se hizo en la época de nacimiento de la heráldica, sin caer en la ostentación. Con buen gusto.