Las armas que acaba de observar con asombro, improbable lector, son las elegidas por el recién ordenado obispo auxiliar de San Francisco, en el que fuera, hasta hace poco más de 150 años, el virreinato de Nueva España, hoy Estados Unidos.
Merced a que se timbran con un capelo y se circunscriben a una boca de escudo, se puede hablar de armas episcopales. De haber optado, como el obispo Wuerl, de Washington, por usar solo la cruz procesional, podríamos hablar de un bonito dibujo para el libro de religión de los colegios públicos, o de un buen diseño para la nueva vidriera de la parroquia cercana.
El autor de estas armas es el sacerdote católico padre Timothy Pelc, de la Archidiócesis de Detroit.
Observe, improbable lector, con perplejidad lógica, la amplia gama de verdes, tres, que pueblan el escudo. Observe el color de la venera, de claro homenaje papal, que no es de oro, como el cetro, ni de plata, como el perfilado de las olas. ¿De qué esmalte se tratará?
La conclusión es evidente: No deja de llamar la atención que una Iglesia que reconoce el valor de la tradición como fuente de la fe, sea capaz de cometer estos desmanes futuristas.
Recuerda vagamente al logotipo que escogió por armas el hoy secretario de la conferencia episcopal española, el jesuita monseñor José Antonio Martínez Camino.
Merced a que se timbran con un capelo y se circunscriben a una boca de escudo, se puede hablar de armas episcopales. De haber optado, como el obispo Wuerl, de Washington, por usar solo la cruz procesional, podríamos hablar de un bonito dibujo para el libro de religión de los colegios públicos, o de un buen diseño para la nueva vidriera de la parroquia cercana.
El autor de estas armas es el sacerdote católico padre Timothy Pelc, de la Archidiócesis de Detroit.
Observe, improbable lector, con perplejidad lógica, la amplia gama de verdes, tres, que pueblan el escudo. Observe el color de la venera, de claro homenaje papal, que no es de oro, como el cetro, ni de plata, como el perfilado de las olas. ¿De qué esmalte se tratará?
La conclusión es evidente: No deja de llamar la atención que una Iglesia que reconoce el valor de la tradición como fuente de la fe, sea capaz de cometer estos desmanes futuristas.
Recuerda vagamente al logotipo que escogió por armas el hoy secretario de la conferencia episcopal española, el jesuita monseñor José Antonio Martínez Camino.