Imagino que su ingente sabiduría ya conoce la anécdota, improbable lector, pero no está de más recordar la curiosidad: el soberano del reino cruzado de Armenia, León V, fue señor de Madrid desde 1383, hasta su muerte, acaecida en 1393.
El reino de Armenia se configuró como Estado independiente en el año 1078.
En esas fechas, un numeroso grupo de armenios, huyendo de la invasión musulmana, se afincó en la región de Cilicia, en la parte sudoccidental de lo que hoy es Turquía, poniendo a salvo la forma de vida y tradiciones de su región de origen.
La longevidad del reino, cuyas armas fueron estas,
no fue del todo efímera pues, con el apoyo del contingente cruzado se alargó hasta 1375, en que resultó invadido por la fuerza de las armas quedando su rey, León V de Armenia, junto a su familia, como rehenes de las hordas moras siendo trasladados a Jerusalén y posteriormente a El Cairo.
A través de su confesor, un franciscano francés llamado Juan D´Ardel, que llegaría con los años a ser obispo de Tortíboli en el reino de Nápoles, envió cartas de petición de socorro desde la capital egipcia a un buen número de reyes cristianos de toda Europa.
Incluso, en septiembre de 1379, el rey León envió a fray Juan con su propio sello y cartas credenciales al reino de Aragón donde, el primero de marzo de 1380, fue recibido por don Pedro IV el ceremonioso.
Recorrió el fraile, en demanda de rescate para el rey León de Armenia, otros muchos reinos occidentales. Finalmente, a mediados de 1382, pudo regresar a El Cairo con una embajada al mando de Juan de Loric, financiada por el rey don Juan I de Castilla, que liberó al monarca armenio.
León V alcanzó el puerto seguro de Venecia el 12 de diciembre de 1382, desde donde se trasladó a Aviñón a rendir homenaje al papa Clemente VII, antipapa según la actual cronología de los sucesores de Pedro, y a solicitar la convocatoria de una nueva cruzada para liberar su reino de la morisma.
Sin recibir promesa pontificia de apoyo a su demanda se trasladó a Aragón para agradecer su rescate, recalando finalmente, en abril de 1383, en la itinerante corte de don Juan I de Castilla.
El monarca castellano, hombre de profunda convicción caballeresca, le dispensó en todo momento tratamiento regio y le concedió para su acomodo el señorío de Madrid, Andújar y Villareal, hoy Ciudad Real, que suponía una renta en torno a los ciento cincuenta mil maravedíes. Una fortuna para la época.
El rey León V de Armenia, I señor de Madrid, se afincó por breve tiempo en la cabeza de su señorío disponiendo la reforma del alcázar para hacerlo su hogar. Ejerció su dominio señorial sobre la villa del Manzanares, aunque sin residir efectivamente en ella, durante diez años.
Insatisfecho por la imposibilidad de recuperar su reino perdido, en junio de 1384 se trasladó a París donde el rey Carlos VI de Francia le concedió el señorío del castillo de Saint-Ouen, con sus considerables rentas anejas.
Durante el período 1389-1392, ejerció como mediador entre los monarcas de Inglaterra y Francia, con el ánimo de conseguir que las tropas enfrentadas en la guerra de los cien años se coaligaran en favor de una cruzada que rescatara sus perdidos dominios para la cristiandad.
Finalmente, el rey León V de Armenia, I señor de Madrid, falleció en París el veintinueve de noviembre de 1393, sin recuperar su trono.
En la efigie que adorna su tumba, labrada en vida del monarca, León V porta cetro en una mano, extraviado durante el violento tránsito al nuevo régimen, y guantes en la otra, significando su carácter de soberano.
Descansa hoy el I señor de Madrid en la basílica real de san Denís de París.
Su título, conforme a la petición del pueblo de Madrid, se revocó en 1391 por el rey don Enrique III de Castilla transformándolo en vitalicio. Desde entonces, nadie se ha titulado como señor de Madrid a excepción de los propios soberanos de Castilla.
Se añaden, para concluir, las armas que usó en vida el rey León V, un terciado en palo del reino de Armenia, del reino de Jerusalén y de la dinastía de Lusignan: