Dentro de una semana, el próximo sábado seis de noviembre, a las doce del mediodía se celebrará en Madrid, en la iglesia de la Compañía de Jesús de la calle Serrano, el funeral por el alma del soberano en el exilio que fue del ducado de Parma: don Carlos Hugo de Borbón-Parma.
Hoy se traen a su consideración, improbable lector, algunas imágenes de su capilla ardiente, que se instaló en el reino de Holanda, en las que se pueden apreciar las armas de aquella dinastía.
La conclusión que extrigo, reflexionando sobre los detalles de las fotografías, es que la heráldica, como un ser vivo, evoluciona. Las armas de la dinastía soberana de Parma son un claro ejemplo.
Como ya sabe, improbable lector, las armas de los reyes de Francia, desde Luis VII en el siglo XII, fueron un sembrado de lises.
Ese sembrado, dada la dificultad de representación, evolucionó a tan solo tres lises bien ordenadas.
La dinastía que vino de Francia a reinar a España en el siglo XVIII brisó, sobre la base de las tres lises de Francia, con la adición de una bordura de gules, que se tradujo en una nueva evolución del sembrado original.
Posteriormente, en el mismo siglo XVIII, los descendientes de la casa de Borbón-Anjou reinante en España que pasaron como soberanos al ducado independiente de Parma, añadieron nueva brisura a las armas que traían por herencia. Cargaron la bordura de gules con ocho veneras de peregrino de plata, nueva evolución de armerías, siendo aún en la actualidad el blasón de la dinastía en el exilio del ducado soberano de Parma.
Concluyo significando de nuevo lo expuesto más arriba: la heráldica evoluciona, como un ser vivo.