viernes, 2 de julio de 2010

ALGUNAS CASAS NOBLES II: EL DUCADO DE MEDINA-SIDONIA

El tradicional escalafonamiento de los títulos nobiliarios, reflejado en infinidad de obras sobre la materia, que establece una clasificación de mayor a menor importancia según este orden: duque, marqués, conde, vizconde y barón, se basa en un presupuesto de corte feudal.

Es verdad que en otros reinos de nuestro entorno europeo el régimen estrictamente feudal establecía que un rey contaba, para ejercer la administración del gobierno, con unos pocos duques que, a su vez, delegaban en varios marqueses, que se valían de condes y estos de barones. Pero dicho régimen, en todos los reinos que conforman España, no tuvo lugar. La clasificación de los títulos nobiliarios se definió en todas las regiones a partir de su estricta antigüedad, con independencia de la denominación de la merced.

El actual ducado de Medina-Sidonia, al hilo de lo anterior, es el más antiguo ducado de todos los actualmente vigentes. Fue creado en el año 1445 por el rey don Juan II de Castilla para mejorar la posición nobiliaria de don Juan Alonso Pérez de Guzmán, III conde de Niebla.

Ésta dinastía de los Pérez de Guzmán mantuvo la titularidad hasta 1779, en que recayó en los Álvarez de Toledo.

Las armas asociadas a este título se blasonan como un campo de azur, con dos calderas jaqueladas de oro y gules, gringoladas de siete sierpes de sinople. Bordura componada de nueve de Castilla (en gules castillo de oro) y nueve de León (en plata león rampante de gules).Las calderas que aparecen en este significativo escudo hacen referencia al oficio de capitán de mesnada. Esta expresión se usaba en la Edad Media para designar a aquellos magnates que, por su elevadísima fortuna, contaban con los medios suficientes para mantener un ejército armado. Ejercito armado y avituallado representado heráldicamente por medio del recurso a la caldera en la que se preparaba la comida para la hueste.

La aparición de dos calderas en lugar de una única se debe un simple motivo estético, toda vez que los escudos medievales eran, como se apuntó ayer mismo, más afilados, mucho más largos, en relación a su anchura, que en la actualidad, y el escudo resultaba más armonioso con la disposición de dos calderas.Muy eminentes y nobles familias contaron históricamente con este mueble en sus armerías: los Guzmán, linaje al que perteneció el conde-duque de Olivares; los Pacheco, linaje que tantos validos dio a la monarquía hispánica; o los Manrique de Lara.

En cuanto a las serpientes que aparecen saliendo de los bordes de estas calderas, el asunto remite, nuevamente, al exceso de rigor en el uso del lenguaje propio de la heráldica que se expuso al tratar ayer, el asunto del jaquelado. Así, siguiendo al insigne heraldista don Eduardo Pardo de Guevara y Valdés, esas sierpes fueron originalmente las terminaciones de las asas de las calderas.El exceso en el rigor al blasonar condujo a que se numeraran, quedando cada vez aumentado el número hasta convertir las calderas de capitán de mesnada en un verdadero caldero de bruja del que salen sapos y culebras.La bordura componada de las que fueran armas reales abreviadas hasta el siglo XIX es homenaje a los reyes de España que, hasta el reinado del actual monarca, gustaron de utilizar el cuartelado de Castilla y León que creara el rey san Fernando de Castilla, si bien cargadas de escusón de Borbón, brisado de Anjou, y entado en punta del reino de Granada.La cimera que adorna las armas del ducado de Medina-Sidonia, un caballero asomado a un baluarte, que arroja un cuchillo, recuerda la gesta de Guzmán, el bueno, que lanzó su propio puñal para que el rey moro, que asediaba la plaza que él defendía, diera muerte a su propio hijo, preso de los sarracenos.