sábado, 19 de septiembre de 2009

LAS ARMAS DE MONSEÑOR SANZ MONTES, O.F.M.

Envía unas líneas un distinguido heraldista que no desea revelar su nombre. En su mensaje nos recuerda las armas de monseñor Jesús Sanz Montes, O.F.M., obispo de Huesca y de Jaca, que son las que siguen,añadiendo su juicio de valor desaprobatorio sobre ese diseño. Juicio coincidente en todo punto con el de quien estas líneas redacta.

Anuncia, además, que ha llegado a sus oídos la posibilidad de que monseñor Sanz Montes acceda a la condición arzobispal por medio de su trasladado a Oviedo, la capital del principado de Asturias.Por último solicita este heraldista lo siguiente en relación con las armas de monseñor Sanz: “Si su opinión puede hacer algo, me complacería enormemente que hablase en su blog sobre la conveniencia de adoptar un escudo más acorde tanto con su condición como con las reglas heráldicas.

No creo, con absoluta sinceridad, que lo que se pueda redactar en este espacio virtual pueda influir en forma alguna en las decisiones heráldicas de un obispo, casi ya arzobispo. En cualquier caso se apuntan algunas ideas.

Efectivamente, las palabras del heraldista que remitía el mensaje, “a fe que no ha sido el gusto lo que ha guiado su elección”, no son en absoluto descabelladas. Desde luego el dibujo que sirve como escudo, quizá estéticamente agradable para un cartel, no tiene que ver con la heráldica, por más que aparezca inscrito en una boca de escudo.Sin duda quien diseñó ese cartel, enmarcado en la curva que representa un escudo, poseía un enorme conocimiento teológico, una gran sabiduría eclesiástica y muy buen gusto para la realización de posters de carácter religioso. Pero la heráldica eclesiástica no es eso. En realidad es más simple. En ese cartel que sirve de armas para el obispo Sanz Montes aparecen demasiadas cosas. Con un par de motivos, llamados muebles en heráldica, bien claros y contundentes, se hubiera conseguido un efecto heráldico acertado y acorde a las leyes de esta ciencia.

De la página de wikipedia que relata los motivos de elección de esas armas episcopales se apuntan estos detalles:La punta disminuida del escudo recoge las armas de la ciudad de Madrid, de donde es natural el obispo, y las armas de unas familias que también se apellidan Sanz y Montes, pero que nada tienen que ver con el obispo. Los escudos, como se ha manifestado en repetidas ocasiones, no son de apellidos sino de un individuo y de su familia. Disponer en un escudo episcopal las armas de unos extraños, que casualmente se llaman del mismo modo, es algo impropio.

Un par de detalles más: El cuartel siniestro del partido, enmarcado en un arco ojival, disposición ajena desde luego a nuestra ciencia, representa el crucifijo que ordenó a Francisco el conocido “repara mi casa”. No es propio de un escudo representar un crucifijo. En heráldica se disponen cruces, sin Jesús clavado al madero. Surmontado a este mueble se dibuja una irreconocible estrella que dice representar a María Santísima. A María Santísima, esto es una nota de humor, imagino que no le debe gustar verse representada de forma tan extraña en un supuesto escudo.En el segundo cuartel, igualmente circunscrito por un arco ojival, se dispone el frontal de la capilla de la porciúncula, en castellano la porcioncita, de tan querido recuerdo para los frailes menores. Surmontado, en un roel, el emblema de la orden franciscana a la que, como ya habrá inferido improbable lector, pertenece el obispo.

Del resto del llamado escudo no nos atrevemos a decir gran cosa porque más parece un diseño arquitectónico que heráldico. Sí se quiere apuntar un detalle, por evitar que pueda llevar a error, que aparece en la explicación institucional de este dibujo: los tres círculos no representan en absoluto a la trinidad. A la trinidad la representan sus propias armas, atribuidas desde hace siglos, de gran valor teológico tradicional.Para terminar, las tradicionales borlas que penden del capelo episcopal se convierten, en el escudo de monseñor Sanz, en nudos del hábito franciscano. Nunca habíamos visto semejante dibujo; no obstante, y a pesar de romper una costumbre secular, puede resultar medianamente aceptable, novedoso, pero con sentido.

En resumen, el conjunto que conforma ese supuesto escudo no es aceptable heráldicamente hablando. El exceso de muebles, la abundantísima simbología atribuida a los diferentes arcos, muebles y colores es extraña a la heráldica. Además no se admiten en los escudos diferentes luces, diferentes matices o tonos de color. El conjunto resulta en todo punto excesivo, extraño, irreconocible, impropio del escudo de un obispo católico.Esperamos que de algo puedan servir estas líneas que pretenden que ese gran cartel, ese buen póster, se extraiga de la boca de un escudo y que se diseñen de nuevo unas armas diferentes para el obispo aprovechando la coyuntura de su cambio de destino eclesiástico.

viernes, 18 de septiembre de 2009

USOS HERÁLDICOS

Escribe un meditado mensaje don Juan Fernández Molina y Ruiz de Aranda, compañero de armas, heraldista, artista heráldico con blog propio, de quien ya se habló en este espacio virtual. Las que siguen a estas líneas son sus armas.Remite una serie de ideas en respuesta al reciente mensaje que don Juan Cartaya expuso hace escasos días. Estas son sus palabras.

Estimado Sr. Carrión:

Sirvan estas palabras para dar a conocer mi postura, que no para discutir, la carta expuesta en su blog por parte del Sr. D. Juan Cartaya Baños hace unos días.

Siendo cierto que estoy muy lejos de ser una voz autorizada en la materia, si que me gustaría dar mi opinión al respecto:

La realidad de la heráldica española nos viene dada por la falta de uno de los valores primordiales que pregonaba Don Vicente de Cadenas y Vicent, gran referente para cualquiera que quiera acercarse a la ciencia del blasón, como es el de la “universalidad” de ésta. En nuestra querida patria, la heráldica ha sido en realidad (sobre todo a partir del S. XVII) patrimonio casi exclusivo de la aristocracia, que a raíz de continuadas uniones matrimoniales entre ese estrato social, ha dado lugar a que se repitan de manera sistemática los muebles, borduras, etc. a los que el Sr. Cartaya Baños hacía referencia.Cosa bien distinta sería la realidad de la heráldica española si ésta hubiera sido de uso común en el resto de la población al igual que lo ocurrido en países como Alemania.

El fin primordial de un escudo de armas, sin riesgo a equivocarme, es la sencilla identificación del dueño de éste o de su linaje, y esto, a base de la repetición de borduras cargadas de aspas y de escudos amueblados de encinas, torres o calderas, por citar algunos de los más comunes, es francamente complicado; aún más cuando la inmensa mayoría de estas armas se encuentran labradas en piedra como es de común en tierras hispanas.

Creo que la heráldica no debe ser en absoluto una ciencia estanca y precisa de una renovación. Actualmente se empieza a producir en España un pequeño renacer de esa “universalidad” de la heráldica, gracias en parte (gran parte) a personas como el Sr. Carrión, que acercan nuestra amada ciencia a la gente con su labor.Esto hace que haya cada vez un mayor número de personas que se deciden a adoptar armas nuevas y que quieran (en mi opinión, muy acertadamente) que éstas no resulten similares a las ya existentes, y de esta manera favorecer la finalidad primera de un escudo de armas que es su rápida identificación, pero sin renunciar a una imagen clásica , por lo que es obligado el recurrir en ocasiones a elementos tomados de heráldicas foráneas como fuente de inspiración o a la innovación por parte del artista al que le son encargadas.

Sin duda, comparto su opinión en lo relativo al mal gusto de algunas de las armas que podemos ver tanto en internet como por otros medios, pero esto es algo que ocurre tanto ahora como en muchas de las armerías antiguas que todos hemos podido observar.

Para concluir y no resultar excesivamente espeso (por no decir pesado), si que me gustaría recordar que tanto con rey de armas, como sin él, las normas que rigen la heráldica son las que son y nadie puede desautorizar (ni pudo en tiempos) el escudo que las guarde, por más horripilantes que éstas puedan aparecer ante nuestros ojos; sólo pueden ser objeto de tal censura las impropias o las ya existentes.

Atentamente:

Juan Fernández Molina y Ruiz de Aranda

SOBRE TENANTES, CIMERAS Y GRITOS DE GUERRA

Remite unas muy amables líneas el doctor don Daniel J. García Riol.

Responde al tema propuesto por don Juan Cartaya y Baños sobre la vigencia de los usos heráldicos propios de estos reinos que hoy son España. Las que siguen son sus palabras.

Querido amigo:

Al calor de las entradas de estos días le remito como ejemplo, y disculpe esta pequeña vanidad, mi propio escudo de armas, es este:Obedece a una idea personal y fue blasonado por nuestro común amigo el doctor Montells, siendo el dibujante don Carlos Navarro Gazapo. Como tendrá la oportunidad de ver cuenta con tenantes, cimera y grito de guerra.

Creo que nuestra Heráldica Española admite tanta variedad y diversidad como deseemos, pues así es de rica, diversa y gloriosa la Historia de nuestra Patria.

Un saludo muy cordial de este su amigo que admira profundamente su trabajo:

Prof. Dr. Daniel J. García Riol

jueves, 17 de septiembre de 2009

CIMERAS, TENANTES Y OTROS USOS HERÁLDICOS

Envía unas líneas el heraldista y amigo cartagenero don José Antonio Padilla Solano, antiguo colaborador de este espacio que, como recordará improbable lector, trae por armas las que siguen:Hola José Juan:

Te escribo estas líneas porque me gustaría hacer un par de incisos acerca de las palabras de D. Juan Cartaya y Baños, publicadas ayer en tu blog. También adjunto unas imágenes que pueden resultar de interés al hilo de mis comentarios

En primer lugar, me gustaría saber en qué obras se basa el Sr. Cartaya para afirmar que todos estos adornos exteriores (cimeras, tenantes, soportes, divisas, gritos de guerra...) desaparecieron de la heráldica española, según él “con los trabajos de los heraldistas posteriores del XVII y XVIII”. A modo de contra-ejemplo, citaré algunas referencias bibliográficas de los S. XVII, XVIII, XIX y XX, escritas por heraldistas españoles, en las que se puede comprobar que estos elementos siguieron utilizándose:- En el libro “Discursos de la Nobleza de España” escrito por D. Bernabé Moreno de Vargas (año 1.622), en su discurso vigésimo, página 105, nos habla de las cimeras y su origen. En el discurso vigésimo tercero, página 118 vuelve a hablarnos de las cimeras.- En el libro “Dialogos de las armas i linages de la nobleza de España” (sic) escrito por D. Antonio Agustín, Arzobispo de Tarragona (año 1734), en su diálogo I, página 13 nos habla de las cimeras y su uso.- En el libro “Compendio Heraldico. Arte de escudos de armas segun el methodo mas arreglado del blason, y Autores Españoles” (sic) escrito por D. Pedro José de Aldazaval y Murguia (año 1.775), en su libro II, Capítulo III, página 193 nos habla profusamente sobre las cimeras. Más adelante, en el libro II, capítulo IV, página 206 nos habla sobre los tenantes y los soportes; en la misma página también trata sobre las divisas; y en la página siguiente, nos habla de la voz de guerra.- En el libro “Nobiliario de los Reinos y Señoríos de España” de D. Francisco Piferrer (año 1.857), en su tomo I, aparecen las Armas Reales:Como puede apreciarse, el Escudo Regio cuenta con cimera, tenantes, divisa y grito de guerra. En la página 5 del mismo libro, se tiene el apartado “Esplicacion del Escudo de Armas de España, con todos sus adornos, timbres y divisas” (sic), donde se blasona el mismo, además de contar con una reseña histórica.- En el libro “Tratado de Heráldica y Blasón” de D. Francisco Piferrer (año 1.858) se dedica un capítulo a las cimeras, lección XIII “De las cimeras”, y también se dedica otro a los tenantes y a los soportes, lección XX “De los tenantes y soportes”. En las láminas del libro, aparecen ejemplos de tenantes y soportes (figuras 94 y 116) y ejemplos de cimeras (figuras 93 y 106).- En el libro “Diccionario Histórico, Genealógico y Heráldico de las Familias Ilustres de la Monarquía Española” escrito por D. Luis Vilar y Pascual, Cronista Rey de Armas de S.M. Isabel II, (año 1.859) en su tomo I, capítulo “Ornamentos esteriores del escudo” (sic), página 122, habla sobre las cimeras; en la 127, sobre los tenantes y soportes; también en la 127 sobre las divisas; y en la 128 sobre el grito de guerra. En la lámina 14 encontramos un ejemplo de tenante (figura 27), de soporte (figura 28), de divisa (figura 29), y de grito de guerra (figura 30).- En el libro “Fundamentos de Heráldica (Ciencia del Blasón)” de D. Vicente de Cadenas y Vicent, Cronista Rey de Armas, (año 1.994) en su capítulo 14 “Adornos”, página 168, nos habla de las cimeras. En el capítulo 15 “Emblemas”, página 172, nos habla sobre los tenantes, soportes y sostenes; y en la página 176, sobre los gritos de guerra y las divisas.

Respecto a estos adornos exteriores, el único inciso que hace D. Vicente de Cadenas en su citado libro, es (refiriéndose a las cimeras): “En la Heráldica española es un ornamento muy poco usado, mientras que en la alemana y en la inglesa su empleo es corriente y hasta en algunos casos fundamental, dándose mayor importancia a la cimera que a todos los demás elementos exteriores del escudo”. En cambio, respecto a tenantes, soportes, divisas y gritos de guerra, no hace comentario alguno de esta índole.

Estaríamos hablando de porcentajes estadísticos, ya que su uso sería una opción minoritaria frente a otra mayoritaria, pero no por ello dejaría de pertenecer a la heráldica española. Tampoco sería más válida una opción respecto a la otra. También me gustaría lanzar una pregunta al aire. ¿Los escudos de ciudadanos españoles con estos adornos exteriores no pertenecen a la heráldica española? ¿A qué heráldica pertenecen entonces?

En este punto, también se podría comentar que el uso heráldico mayoritario que se hace en la heráldica española es el de la usurpación de armas, favorecida por la venta en tiendas o por internet de pergaminos con escudos, haciendo creer erróneamente que los escudos pertenecen al apellido y no a un linaje. Este uso es mayoritario frente al uso legítimo, pero no creo que por ello sea más correcto. Ya puestos, también es mayoritario en España el uso como timbre del casco de hidalgo por personas carentes de hidalguía, pero creo que eso tampoco lo hace preferible al uso legítimo.

En segundo lugar, tampoco estoy de acuerdo cuando el Sr. Cartaya establece una relación de causa-efecto entre la ausencia de la figura del Cronista Rey de Armas y el uso de estos adornos, cuando el uso de los mismos ha sido siempre libre (ver "Fundamentos de Heráldica" de D. Vicente de Cadenas). Estoy totalmente convencido de que, de haber Cronista Rey de Armas, no habría impedimento alguno, ni legal ni por costumbre, para impedir su registro.

En tercer lugar, me gustaría saber qué problema hay respecto a la innovación en heráldica. Volviendo al citado libro de D. Vicente de Cadenas, en su portada aparece un escudo que se blasonaría como “en campo de oro, una locomotora de vapor de sinople” y otro que se blasonaría como “en campo de sinople, un sembrado de aviones de oro”. ¿Acaso estos escudos no serían igual de válidos porque en la Edad Media no existían los trenes ni los aviones?Por último, quiero hacer constar que las palabras del Sr. Cartaya se basan en una cuestión meramente de gusto y sin base científica, por tanto, y como se suele decir, “para gustos, los colores”. Hay quienes prefieren decorar su casa con sus armas mediante un escudo de madera pintado de forma gótica, y otros que prefieren tener sus armas en un óleo sobre lienzo en estilo barroco. También los hay que ponen su escudo de piedra en la fachada sin pintar y otros que lo pintan. ¿Acaso una opción es más española o más válida que otra? Yo creo que no. Y también creo que, ya que somos cuatro gatos los aficionados a este mundillo, nos iría mejor si nos dedicásemos a fomentar la heráldica en la sociedad en lugar de andar criticándonos los unos a los otros.

Un abrazo,

José Antonio Padilla Solano.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

V.E.R.D.E.

Me preguntaba recientemente doña Carmen Alcalá y Torres, Rivera y Robles, persona de gran cultura y de mayor corazón, perdón por la redundancia, qué era aquello que alguien le había contado sobre los bolígrafos con tinta verde.Al parecer ha escuchado que el todavía duque consorte de Lugo, don Jaime de Marichalar y Sáenz de Tejada, Bruguera y Fernández de Bobadilla, utiliza bolígrafos de tinta invariablemente verde para firmar, no solo los retratos que pueda regalar, sino los documentos que le son presentados en su actividad laboral.No es descabellado pensar que el duque consorte de Lugo efectivamente utilice tinta verde. No hay que olvidar que don Jaime de Marichalar pertenece a una familia muy vinculada a la monarquía y, de nuevo perdón por la redundancia, al servicio a España.Su padre, el conde de Ripalda, fue comandante de artillería. Su abuelo paterno, el conde de Eza, alcanzó a ser ministro del ejército y de la marina durante el reinado de Alfonso XIII, además de alcalde de Madrid.

Por el otro costado, su madre es hermana del teniente general don José Sáenz de Tejada y Fernández de Bobadilla que fue nombrado en 1983 jefe del estado mayor del ejército de tierra de España.Con estos antecedentes de servicio a la monarquía y a España, es lógico que don Jaime utilice el color verde para estampar su firma en los documentos que le son presentados.

Durante los cuarenta y cuatro años, entre 1931 y 1975, en que en España no se pudieron dar vivas al rey, los monárquicos, siempre sagaces, utilizaron inevitablemente utensilios de escritura con tinta de color verde. La explicación proviene de los deseos de lanzar al aire ese imposible grito, connatural a la condición de españoles, de desear larga vida a su rey, en un periodo en que el monarca vivía en el exilio y consecuentemente, el viva el rey se hubiera considerado subversivo.La utilización de la tinta verde no era sino una forma de dar vivas al rey calladamente. Se trataba de un secreto mensaje. Y es que las iniciales de la frase Viva El Rey De España, forman el acrónimo VERDE.

martes, 15 de septiembre de 2009

EL PRÍNCIPE IMPERIAL

La unidad en la que estoy destinado, desde hace ya más de seis años, se encuadra en el órgano central del ministerio de defensa. Esto significa que el personal que compone la plantilla pertenece a los tres ejércitos.Con el ánimo de hacer de mi despacho, característico de un oficial del ejército del aire dispuse solamente un par de detalles. Ha adivinado correctamente el primero de ellos, improbable lector, el retrato de don Juan Carlos, como general en jefe, muestra un uniforme de aviación. Uniforme, apostillo, que luce las cruces de las cuatro antiguas órdenes militares.Pero el segundo hecho que demuestra que el despacho es el de un miembro del ejército del aire es más difícil de intuir. Se trata de la colocación, al lado de la puerta de salida, de dos relojes que indican respectivamente la hora zulú y la hora local. Característica absolutamente propia de la aviación.Como sabrá, improbable lector, la hora zulú es la utilizada por los aviadores del mundo para evitar las confusiones derivadas de los cambios de zona horaria. Esta hora zulú es única en todo el mundo y coincidente con la hora solar del meridiano que pasa por el salón principal del real observatorio astronómico de Greenwich, en Inglaterra.

En la fotografía, los relojes de los que se ha hablado junto con el autor de estas líneas, debidamente ocultos los rasgos, cuando aun era capitán.Esta introducción de la hora zulú ha servido para dar pie a la triste muerte, a manos de zulues, del príncipe Napoleón ocurrida en 1879 en la región del mundo que entonces se denominaba zululandia y hoy Sudáfrica.El príncipe Luis Napoleón, cuyas armas eran estas, también conocido como Napoleón IV, fue el hijo único del emperador Napoleón III de Francia y de la emperatriz Eugenia de Montijo, de quienes se habló en el blog en esta entrada de febrero.Cuando Napoleón III perdió el trono de Francia, la familia imperial se exilió a Inglaterra. El joven príncipe imperial, como digno heredero del gran corso, cursó estudios militares en la real academia militar de Inglaterra, acabados los cuales y siendo promovido al empleo de teniente de artillería, solicitó ser destinado a alguno de los frentes que Inglaterra mantenía abiertos por medio mundo. Fue embarcado hacia Zululandia, nación independiente hasta 1884 y cuyo rey, Cetshwayo Kampande había plantado cara al imperio británico.Llegado el príncipe Napoleón a la zona de guerra en calidad de observador fue encuadrado en el ejército del general lord Frederic Thesiger, II barón Chelsmford, quien a su vez lo destinó a uno de sus regimientos, el de los ingenieros reales, al mando del coronel Richard Harrison.Se le asignó, para asegurar su supervivencia, un escolta personal, el teniente Jahleel Brenton Carey quien, siendo natural del bailiado de la isla de Guernsey, en el canal de la Mancha, era franco parlante.El príncipe tomó parte en varias misiones de reconocimiento. En una de ellas, el primero de junio de 1879, encontró la muerte, consecuencia de diecisiete lanzazos, propinados por un grupo de catorce zulúes.Aquel día, de mañana, una partida de tan solo seis hombres se adentró en territorio hostil cuando fueron sorprendidos por un contingente de catorce salvajes que se lanzaron sobre ellos. Todos los ingleses murieron en un abrir y cerrar de ojos excepto el príncipe imperial que caminaba junto a su montura y su escolta que estaba algo retrasado.Al verse en inferioridad, el príncipe optó por montar pero perdió el caballo que, encabritado, huyó. Defendiéndose con su revolver y el sable que había portado su tío abuelo, el primer Napoleón, recibió una serie de heridas por lanza que le causaron la muerte. Su escolta, el teniente Carey, solo ante aquellos salvajes, optó por retirarse al campamento para informar de lo ocurrido. Esa acción le supuso pasar por cobarde y asumir ese deshonor durante los cuatro años que aun duró su corta vida.Los restos del príncipe imperial fueron trasladados a Inglaterra, al panteón familiar en la abadía católica de san Miguel de Farnborough, donde reposa junto a su padre el emperador Napoleón III y donde años después, en 1920, sería enterrada su madre la emperatriz Eugenia de Montijo, condesa de Teba, grande de España, cuyas armas fueron las que siguen.En esta página se hace un breve relato de aquella operación militar.

lunes, 14 de septiembre de 2009

LAS CARACTERÍSTICAS DE LA HERÁLDICA ESPAÑOLA

Escribe un caballero sevillano, distinguido, perdón por la redundancia, que es miembro de la orden del Santo Sepulcro. Se llama don Juan Cartaya y Baños, Miranda y Albéniz. Sus armas son las que siguen. En su atento mensaje recuerda la existencia de determinadas características que son propias y específicas de la heráldica española, considerada en su conjunto. Se trata de un planteamiento con el que evidentemente no podemos sino convenir.

No obstante, trae el tema de la particularidad de la heráldica española para llamar la atención sobre la excesiva novedad, sobre el alejamiento cierto que los nuevos diseños heráldicos, que las nuevas elecciones de armas, ponen de manifiesto.

Estas que siguen son sus palabras.


Estimado señor:

Siendo -como soy- un absoluto lego en cuestiones puramente heráldicas, me permito llamar su atención acerca de una curiosa situación que vengo percibiendo desde un tiempo a esta parte.

Como sabemos (y repito que muchos de ustedes mejor que yo), la heráldica española posee una serie de características propias, que la hacen fácilmente reconocible, creo, casi a simple vista. Borduras, panelas, dragantes, la significativa ausencia de tenantes -salvo excepciones- y de elementos tales como los que, en inglés, se nombran como crests, (cimeras en castellano), o mottos (lemas, tampoco muy frecuentes en nuestra heráldica), a excepción, podríamos decir, de algunos momentos tales como los inicios del siglo XVI, por influencia de los armoriales flamencos durante el reinado de Carlos I y Felipe II (véanse los escudos de armas de los caballeros del Toisón de la catedral de Barcelona, por ejemplo). Posteriormente, y eso se aprecia con los trabajos de los heraldistas posteriores del XVII y XVIII, estos elementos desaparecen (salvo los tenantes en las piedras armeras, muy caros -por queridos- en el norte de España).Por ello, veo sorprendido cómo hoy algunos de los nuevos heraldistas españoles adaptan -y adoptan- muebles y costumbres más propios de la heráldica británica que de la propiamente española, tal vez más clásica y menos imaginativa, pero específicamente nuestra, imitando -en muchos casos- los trabajos del College of Arms británico.

En otros casos, aparecen (de hecho lo hemos visto repetido varias veces en su blog) otras armas que, como mínimo -por su tratamiento warholiano, valga la palabra, por los trabajos de Mr. Andy Warhol- de la composición, los motivos, etcétera- resultan sorprendentes.

Evidentemente, el vacío legal al que se alude en algunos artículos del blog sobre este asunto (que, imagino, se dejará morir por parte de las instancias oficiales, absolutamente desinteresadas en estos temas), al no haber una autoridad reconocida en el tema y sí diversos freelancers que incurren en el mismo, provoca este tipo de incursiones discutibles (en cuanto a gusto y oportunidad, o en cuanto a lo que podríamos denominar como canon o medida española en cuanto a los usos de la heráldica).

Curiosamente, sin embargo, es un súbdito británico una de las personas que, por lo que veo, se esfuerzan no poco en dar un cierto lustre a lo que es la heráldica puramente hispánica, en buena medida: sólo hay que remitirse a la web de Mr. Nicolas Hobbs para poder apreciar algo realmente digno:
http://grandesp.org.uk/index.html.Paradojas de la vida... ¿Cree que algún día se volverá al concierto lógico que ha creado algunos de los elementos simbólicos más bellos de nuestra cultura? ¿Dejaremos a un lado esas innovaciones que a veces no son precisamente afortunadas? Qué lejos estamos hoy de las simples calderas de Laras y Guzmanes...

Un saludo, y muchas gracias por su atención y por su magnífica vocación, que le agradezco de nuevo públicamente, como seguidor -secutor- constante de su página.

Juan Cartaya Baños
de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén