martes, 24 de noviembre de 2009

RESPUESTA DE DON JOSÉ LUIS SAMPEDRO ESCOLAR

La palma en la heráldica
José Luis Sampedro Escolar,
Numerario de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía


No hay duda que quien estas líneas subscribe no es quien probablemente más sabe de heráldica en España, pero aún sentando esa premisa, me atrevo a decir lo siguiente: dar en heráldica significados únicos y excluyentes a los diferentes elementos en presencia carece tanto de rigor científico como el atribuir uno u otro significado a los colores y metales utilizados en el blasón. Viene ello al hilo del comentario publicado el pasado 18 de noviembre en el que D. Alfonso Ceballos-Escalera afirma que D. Eduardo García-Menacho demuestra no conocer bien una parte del sistema heráldico al utilizar la palma en la composición heráldica que propone para una Infanta de España aún sin descendencia.Si consultamos tratados de heráldica española al uso, comprobamos que este asunto de los atributos de la heráldica femenina suele ser omitido en los capítulos correspondientes a los elementos exteriores del escudo; excepción a ello encontramos en dos clásicos como son la Ciencia Heroyca del marqués de Avilés, y Adarga Catalana de Francisco Xavier de Garma. Sin embargo, la impresión de su atenta lectura es la de que nos encontramos ante una mezcla de opiniones de tratadistas (frecuentemente encontradas), justificaciones de heraldos, usos cortesanos, y remisiones a simbolismos genéricos a la postre inestables en el tiempo y en la geografía.

El primero de los citados, el marqués de Avilés (1725), dedica algunas páginas de su tomo segundo a los “timbres de Reynas, Princesas, y otras Damas” (págs. 79 y ss.). Opina, en efecto, que “Consisten las principales diferencias de las Armerías de las Reynas, Princesas, y otras Damas, en que los Escudos de las casadas; viviendo sus maridos (y muchas conservan aun después de muertos, que no es lo más regular) ponen por Timbre, las Coronas de su Dignidad, adornándolas con Palmas verdes, o Ramos de Laurel, y de Mirto, que es el símbolo del amor conyugal” (p. 83). Una clara referencia que pareciera fundamentar las palabras del Sr. Ceballos-Escalera, aunque observemos que no habla de la fecundidad sino de la mera situación matrimonial. Sin embargo, páginas después podemos encontrar que “Las Infantas de España (sin diferenciar si son solteras o casadas, ni, en este supuesto, madres o no), traen sus Escudos en Losanje del mismo modo, que las de Francia; las unas con las Coronas de los Infantes de España; y las otras con las de los de Francia, poniendo las Armas plenas, y no partidas, adornadas de dos Palmas verdes, como las de las Reynas” (p. 86). Es la idea reflejada por el Sr. García-Menacho en su diseño que, por tanto, debe considerarse correctamente fundado en un texto con la suficiente autoridad y tradición dentro de la heráldica española, sin que trate de profetizar futuras maternidades a nadie. Si bien este diseño puede no ser del gusto del Sr. Ceballos –en su derecho está-, resulta de toda injusticia tachar a su creador de desconocer la ciencia heráldica.

En la catedral de Madrid encontramos el escudo de la Reina Mercedes rodeado de dos palmas. Casada con Alfonso XII, no aparece el mirto conyugal y sí las palmas, pese a que esta Reina murió sin hijos. Otra Reina Orleáns, Luisa, primera esposa de Carlos II, muerta igualmente sin hijos, y alguna infanta presenta igualmente palmas en su heráldica sepulcral escurialense como, por ejemplo, María, la esposa de Don Antonio, también fallecida sin prole. Se podrán aducir las justificadas y ya manidas críticas a la heráldica escurialense de finales del XIX, de donde procede esta lápida pero, sobre todo, recordemos que lo más criticable allí es el abuso de brisuras…Ahora bien, esta discusión nos hace reflexionar sobre la pretendida univocidad de los significados heráldicos que han defendido diversos tratadistas y estudiosos. La práctica de la heráldica desmiente todo encorsetamiento desde el punto y hora en que los nuevos escudos que se van creando a lo largo de los siglos han ido asumiendo las significaciones que sus creadores han concebido por gusto, capricho o moda, antes que las sesudas construcciones de los teóricos.

Centrándonos en el caso de la palma y de su representación heráldica, podemos valorar algunos ejemplos: Según Ignacio de Arellano (Diccionario de los autos sacramentales de Calderón, págs. 168 y ss.) la palma no sería sólo símbolo de fertilidad (que lo es en culturas muy remotas, como la asiria) sino de otros muchos aspectos vitales, entre los que está la esperanza, como ocurre en el mundo del judaísmo. Recordemos el Domingo de Ramos, ocasión en que se aclamó a Jesús como Rey y Mesías con palmas, sin que ello hiciese alusión a la fecundidad femenina sino a la victoria, sentido que la palma conserva en la cultura cristiana, particularmente refiriéndolo a los mártires, victoriosos sobre los sufrimientos y la muerte (y muchas mártires eran vírgenes sin descendencia).

En el siglo XIX la palma es considerada símbolo de triunfo, representándose, por ejemplo, como emblema de la industria (vid. el cuadro titulado Palas Atenea imponiendo la Paz entre el Oficio y la Industria, en la colección del Ateneo de Madrid). Citemos, por último, dos ejemplos referidos a la heráldica: D. Manuel Mora Yuste (1932-1997), pintor que quizás no sea un heraldista tan reconocido como el Sr. Ceballos-Escalera pero por su formación artístico-académica pudo tener algunos conocimiento de emblemática, al explicar el simbolismo del escudo municipal de Chiva (localidad de la que era Hijo Predilecto), y refiriéndose a la palma que lo flanquea, afirma: Sus formas punzantes quieren figurar espadas o lanzas dispuestas a la lucha. Simboliza la gloria y el triunfo, como también la victoria del mártir y la felicidad.Por otra parte, el Departamento de Turismo de Cajamarca, en Perú, informa que la palma representada en las armas municipales de esta localidad son símbolos de victoria y de la constante fidelidad y amor de esta Ciudad a sus soberanos. Por tanto, en heráldica, la palma representada en el escudo de una mujer puede significar con sentido su maternidad, pero siendo una Infanta de la Familia Real, puede ser igualmente alegoría de la realeza y la victoria, del poder y la majestad.

Tema muy diferente es el del pretendido acierto de brisar las armas del Príncipe de Asturias con un lambel. Sin terciar en las diferencias o concomitancias que tengan los señores Ceballos-Escalera y Menéndez Pidal quisiera añadir a lo dicho por el primero que hay también antecedentes de atribución de lambel al príncipe Baltasar Carlos, pero esos antecedentes lejanos (por supuesto de periodos históricos ajenos al constitucionalismo) no justifican que la Dinastía capeta, en la que el lambel no significa primogenitura, sino todo lo contrario, se adopte en nuestros días un uso foráneo remoto y abandonado, ya que ni Luis I, ni Fernando VI, ni Carlos IV, ni Fernando VII, ni Isabel II, ni Alfonso XII, ni Doña María de las Mercedes de Borbón y Austria ni Don Alfonso de Borbón y Battenberg, ni el Conde de Barcelona ni Don Juan Carlos I, durante los periodos en los que fueron Príncipes de Asturias, usaron jamás lambel para señalar esta condición.

Más aún, a quien estas líneas firma le parece que las armas del Heredero de la Corona de España recuerdan así en exceso no sólo a las del Príncipe de Gales, sino a las de los otros dinastas de la Casa Real Británica, habiéndose así extranjerizado nuestra rica heráldica nacional de manera gratuita, pues la corona principesca hubiera sido suficiente para diferenciar las armas de don Felipe de las de su padre el Rey.