El monumento que hoy se propone a su consideración, improbable lector, es el que existe en el lugar de la crucial batalla de las Navas de Tolosa, en la provincia de Jaén. Fue inaugurado en julio de 1912, conmemorando los setecientos años desde aquella victoria. La fotografía que sigue a este párrafo recoge aquel momento. En ella se reconoce al obispo de Jaén, don Juan Manuel Sanz y Saravia, al que acompañan otras autoridades. Todos muy graves y circunspectos.La batalla de las Navas de Tolosa, que tuvo lugar en la mañana del lunes dieciséis de julio de 1212, supuso avanzar la frontera existente entre los reinos cristianos y los reinos moros más allá de la línea de separación natural entre el norte y sur de esta península llamada Ibérica. Se superó Sierra Morena que establecía la división de ambos territorios. De hecho, tan solo cincuenta años después de la batalla se tomaba Cádiz.Si la reconquista no terminó en el propio siglo XIII, sino en el XV, fue consecuencia de las declaraciones de vasallaje de los sucesivos monarcas moros del reino de Granada y el consiguiente pago de las parias.
Participaron en tan decisiva batalla los reyes de Castilla, de Navarra y de Aragón. El rey de León andaba en pleitos con el castellano y no se presentó al campo del honor a pesar de haber sido convocada una bula de cruzada por el propio papa Inocencio III de Roma.El soberano de Portugal sí acudió a la batalla, si bien no fue representado en el monumento al tratarse de un rey, en 1912, al igual que hoy, extranjero.Igualmente acudió un soberano peninsular que no poseía el título de rey, don Diego López II de Haro, V señor de Vizcaya, que se había declarado vasallo del rey de Castilla recientemente.
Lo llamativo del monumento es que la identificación de cada uno de los personajes que se han representado en el mismo recurre a su heráldica particular. Así, se reconoce al rey Alfonso VIII por medio de su escudo de Castilla, al rey Pedro II de Aragón a través de los palos y al rey de Navarra, Sancho VII, que se representa tras un escudo con cadenas. Cadenas que no portaba realmente en la batalla toda vez que sus armas eran de gules con un águila de sable pero que, en cualquier caso, identifica al soberano del reino navarro.
El V señor de Vizcaya también porta sus armas en el monumento, dos lobos de sable pasantes, colocados en palo, en campo de plata, con bordura de gules cargada con ocho aspas de oro.El único personaje que no ostenta sus armas en el monumento es el arzobispo don Rodrigo Ximénez de Rada que, paradójicamente, fue quien realmente portó, apoyado en el estribo de su montura, un asta de palo sobre la que se dispuso una cruz enjoyada, con cuña inferior para su engaste, que aún hoy se puede apreciar en el museo del monasterio de las Huelgas de Burgos y que sirvió para identificar al conjunto de las tropas cristianas.
Participaron en tan decisiva batalla los reyes de Castilla, de Navarra y de Aragón. El rey de León andaba en pleitos con el castellano y no se presentó al campo del honor a pesar de haber sido convocada una bula de cruzada por el propio papa Inocencio III de Roma.El soberano de Portugal sí acudió a la batalla, si bien no fue representado en el monumento al tratarse de un rey, en 1912, al igual que hoy, extranjero.Igualmente acudió un soberano peninsular que no poseía el título de rey, don Diego López II de Haro, V señor de Vizcaya, que se había declarado vasallo del rey de Castilla recientemente.
Lo llamativo del monumento es que la identificación de cada uno de los personajes que se han representado en el mismo recurre a su heráldica particular. Así, se reconoce al rey Alfonso VIII por medio de su escudo de Castilla, al rey Pedro II de Aragón a través de los palos y al rey de Navarra, Sancho VII, que se representa tras un escudo con cadenas. Cadenas que no portaba realmente en la batalla toda vez que sus armas eran de gules con un águila de sable pero que, en cualquier caso, identifica al soberano del reino navarro.
El V señor de Vizcaya también porta sus armas en el monumento, dos lobos de sable pasantes, colocados en palo, en campo de plata, con bordura de gules cargada con ocho aspas de oro.El único personaje que no ostenta sus armas en el monumento es el arzobispo don Rodrigo Ximénez de Rada que, paradójicamente, fue quien realmente portó, apoyado en el estribo de su montura, un asta de palo sobre la que se dispuso una cruz enjoyada, con cuña inferior para su engaste, que aún hoy se puede apreciar en el museo del monasterio de las Huelgas de Burgos y que sirvió para identificar al conjunto de las tropas cristianas.