Las armas que acaba de apreciar, improbable lector, son las de Polonia. En un momento determinado fue un reino. Hoy, para su desgracia, no lo es. El escudo es escueto, claro, conciso: Un buen ejemplo armero.
Cuenta la red, en relación con su origen, una fábula relativa a que el mítico fundador de aquel reino, Lech, eligió el lugar de su fundación al contemplar un nido de águila. Y es que en el nido observó un águila blanca que, al iniciar el vuelo, recortó su figura contra el rojo cielo del amanecer y en el batir de sus alas creyó ver una señal dorada sobre ellas que consideró buen augurio para iniciar la construcción de un poblado que, posteriormente, sería considerado como la cuna del reino. En memoria de aquel suceso dibujó en su arma defensiva, en su escudo, en campo de gules un águila de plata cargada de adorno, que no sé como se blasona, de oro.
Solo añadir que recuerda esta leyenda a aquella de los palos del principado de Cataluña y a la mano manchada de sangre del rey Carlos el calvo de Francia, rasgando el escudo de oro del conde Wilfredo el velloso.O a aquella otra leyenda del rey navarro Sancho VII rompiendo las cadenas del Miramamolín y tomando por armas aquellas cadenas. Todas ellas son fábulas. No pretenden otra cosa que buscar un origen mítico a la elección de un símbolo armero. Su valor reside en lograr además impresionar en la mente del individuo que las cree, una forma inmediata de recuerdo de las armas de su reino, además de una fe en un acontecimiento extraordinario que da mayor valor al símbolo común de sus conciudadanos.
Cuenta la red, en relación con su origen, una fábula relativa a que el mítico fundador de aquel reino, Lech, eligió el lugar de su fundación al contemplar un nido de águila. Y es que en el nido observó un águila blanca que, al iniciar el vuelo, recortó su figura contra el rojo cielo del amanecer y en el batir de sus alas creyó ver una señal dorada sobre ellas que consideró buen augurio para iniciar la construcción de un poblado que, posteriormente, sería considerado como la cuna del reino. En memoria de aquel suceso dibujó en su arma defensiva, en su escudo, en campo de gules un águila de plata cargada de adorno, que no sé como se blasona, de oro.
Solo añadir que recuerda esta leyenda a aquella de los palos del principado de Cataluña y a la mano manchada de sangre del rey Carlos el calvo de Francia, rasgando el escudo de oro del conde Wilfredo el velloso.O a aquella otra leyenda del rey navarro Sancho VII rompiendo las cadenas del Miramamolín y tomando por armas aquellas cadenas. Todas ellas son fábulas. No pretenden otra cosa que buscar un origen mítico a la elección de un símbolo armero. Su valor reside en lograr además impresionar en la mente del individuo que las cree, una forma inmediata de recuerdo de las armas de su reino, además de una fe en un acontecimiento extraordinario que da mayor valor al símbolo común de sus conciudadanos.