Como sabe, improbable lector, estudié económicas. Acabé la carrera hace más de veinte años y gracias a esos estudios sobrevivimos, más mal que bien, cuatro personas y un perro. [Sopese si gozo de una economía boyante: Hipoteca millonaria (que ya estoy terminando de pagar: me quedan apenas veintiocho años); gastos asociados al estudio de los niños (que estudiar estudian poco, pero gastar gastan mucho); luz (mi casa, de noche, con los niños sueltos, recuerda la película A Chorus Line, un escenario con todas las bombillas luciendo); agua; teléfonos móviles de última generación que paradójicamente los padres van heredando de sus hijos; alguna cerveza con los amigos y vecinos (en las casas claro, que para ir de bares no nos llega); en fin… que con poco vamos capeando el temporal gracias a la licenciatura (ahora grado) de económicas.]
Durante la carrera aprendí poca contabilidad. Después, preparando la oposición, bastante más. Lo primero que se estudia en contabilidad es que las palabras DEBE y HABER no significan, contablemente, más que izquierda y derecha. Y lo segundo es que de la contabilidad (de la contabilidad financiera, la más simple) no se obtienen más que dos documentos básicos: el balance y la cuenta de resultados.
El balance es una fotografía de la situación de la empresa a una fecha determinada (habitualmente el treinta y uno de diciembre).
La cuenta de resultados es el informe que expresa los gastos y los ingresos del ejercicio, determinando en consecuencia el beneficio o la perdida final.
Toda esta digresión pretende justificar tanto el título como el contenido de esta entrada y recordar que la palabra balance, que ha oído mil veces en la conversación cotidiana, se usa en sentido equivocado, debiendo preferirse la expresión cuenta de resultados para significar las ganancias o pérdidas de un periodo. Quién no ha oído la expresión “he sacado balance de aquel periodo y puedo concluir que…” pues no, lo correcto hubiera sido “he sacado cuenta de resultados del periodo y creo que aquella etapa fue… positiva”
Y pretendo con esta entrada obtener mi cuenta de resultados. Cuenta de resultados que creo que arroja un beneficio elevado. La redacción de este tedioso blog me ha aportado un buen número de cosas que, reflexiono mientras escribo, puedo enumerar en orden inverso a su importancia:
He aprendido a redactar mejor de lo que lo hacía, y aunque efectivamente siga resultando un tedio leerme, el asunto ha mejorado notablemente.
He pasado muy buenos ratos curioseando por la red en busca de noticias heráldicas, de nuevos estudios e informes heráldicos y de dibujos de armerías que me han aportado verdadero placer.
He conocido a los grandes de nuestras ciencias siendo siempre tratado con amabilidad y deferencia: de hecho siempre me han considerado como experto cuando lo que soy es un estudiante y además poco aplicado.
He conocido a los grandes de nuestras ciencias siendo siempre tratado con amabilidad y deferencia: de hecho siempre me han considerado como experto cuando lo que soy es un estudiante y además poco aplicado.
He podido asistir a una de las sesiones de la Real de heráldica y genealogía e intervenir en sus debates. Incluso buenos amigos han movido sus hilos para proponerme como académico correspondiente.
He podido asesorar, a través del correo electrónico, a cientos de personas sobre temas de heráldica muy variados, sobre todo en la elección de armas nuevas, tanto gentilicias, como corporativas.
Y, lo mejor para el final, redactar este blog me ha permitido conocer un grupo de excelentes personas que, con la excusa de la heráldica, han sabido crear un círculo de amigos (con los que además tengo la suerte de coincidir regularmente) que me han demostrado una amistad incondicional.
Nada más, improbable lector, muchas gracias por su atención. Hasta otra ocasión.