lunes, 5 de diciembre de 2011

NOBLES NOVELES

Las recientes concesiones de títulos a conocidas figuras públicas como el escritor Vargas Llosa, el humorista gráfico Mingote o el entrenador de fútbol Vicente Del Bosque, consiguen un doble efecto beneficioso que expondré, si tiene la paciencia de seguir leyendo, improbable lector, en breves líneas.

Por un lado, los nuevos títulos acercan la monarquía al conjunto de españoles y la significan como una institución sensible a los avatares propios de la contemporánea sociedad española.
Me explicaré: La creación de las tres mercedes citadas más arriba, aparte la excesiva sorpresa manifestada en los medios de comunicación, revela que la figura del soberano comparte con el conjunto de sus súbditos, con los ciudadanos de a pié de estos reinos que se llaman España, el entusiasmo por personajes cercanos y admirados por el total de la sociedad.
Planteo un ejemplo concreto: Crear marqués de Del Bosque al entrenador de fútbol que consiguió para España el trofeo absoluto en un campeonato mundial, acerca la monarquía a su pueblo. Evidencia que el monarca comparte con la ciudadanía española exactas preocupaciones, idénticos anhelos, iguales inquietudes. La monarquía se convierte en trasmisora de los deseos de la sociedad. En este caso, encumbrando al artífice último de la victoria nacional en el mundial al máximo escalón premial y proponiendo su trabajo y dedicación al deporte rey como ejemplo para el resto de españoles.
Y volviendo al inicio, a los dos aspectos que considero beneficiosos en las últimas concesiones, significar que, por otro lado, sirven para desmitificar la nobleza aproximándola a la sociedad, limpiando la imagen de exagerado sabor a rancio, de formidable anacronismo que transmite al conjunto de la nación.

Así, la concesión de estas últimas mercedes nobiliarias permite tomar conciencia a la comunidad de que los títulos no son otra cosa que el máximo escalón del sistema de recompensas que establece nuestro ordenamiento. Premios que, por la especial trascendencia que requirieron los méritos para alcanzarlos, se consiente en que sean hereditarios. Sirviendo además esa permanencia en el tiempo, a través de los sucesores, como recuerdo de los singulares actos que motivaron su concesión.
Y es que quizá hoy, es opinión personal, la nobleza más antigua trasmite una idea de lejanía, de gueto social anclado en pasados privilegios que poco beneficia a su pervivencia en un sistema político avanzado socialmente. El conjunto de la ciudadanía, sin duda influido por las llamadas revistas del corazón, posee en su intelecto una percepción de la nobleza que refleja a un conjunto de gentes ociosas y holgazanas, más pendientes de participar en fiestas que en trabajar por el bien común. Sin duda, los nuevos titulos que se van creando servirán para deshacer ese concepto.
En resumen, el absoluto tino de nuestra máxima institución Estatal en las recientes concesiones nobiliarias se manifiesta, por un lado, acercando al monarca a su pueblo al compartir idénticas inquietudes, y por otro, haciendo comprender que las mercedes nobiliarias no pretenden más que recompensar especiales servicios al conjunto de la nación, recompensas que, por los singulares méritos necesarios para alcanzarlas, se consiente en que sean hereditarias proponiendo a la sociedad su recuerdo de forma permanente.