Hoy, viernes santo, no se propone entrada. Solo se recuerdan las armas atribuidas a Jesús, con los instrumentos de su pasión y las de su madre, María Santísima, con un corazón de gules que, hoy, atravesó una espada de dolor (Lucas, II, 34-35):
La celebración de ayer de la cena de despedida; la conmemoración, hoy viernes, de la muerte; y el recuerdo, mañana noche, de la celebración de la resurrección, son tres aspectos de una misma realidad: La plenitud de un ser humano que llegó a identificarse con Dios.
Con un Dios que es Caridad.
El recuerdo puramente litúrgico de la muerte de Jesús, sin un compromiso de defender las mismas actitudes que le llevaron a la muerte, convendrá conmigo, improbable lector, que es un folclore vació de contenido.
A Jesús le mataron porque la idea de Dios que él manifestó con su propia entrega al prójimo no coincidía con la que los jefes religiosos de su entorno predicaban. El Dios de Jesús no quiere ser servido, ni exige sacrificios. Solo requiere caridad al servicio del hombre.