jueves, 18 de febrero de 2010

EL DESENLACE DE LA SAGA DE LOS TRES MUEBLES DE SABLE: UN ERROR

Remite unas líneas el barón de Sórvigo, cuyas armas encabezan esta entrada, proponiendo una docta y original resolución del asunto de los tres muebles de sable. Sus palabras siguen a estas líneas:

Mi muy estimado amigo:

He seguido con harto interés la pesquisa sobre los tres misteriosos muebles de sable, propuesta en su blog por un heraldista de Valencia. Muy interesantes todas las aportaciones, unas más verosímiles que otras, pero creo que se olvida una posibilidad que quiero traerle a colación.Sin duda es una posibilidad que todos y cada uno de sus corresponsales han valorado, pero me apuesto el bigote a que ninguno se ha atrevido a exponerla. Me refiero a algo tan sencillo como: ¿y si se trata de un error?

Permítame que me explique: la cuestión de los errores y de su trascendencia en esta ciencia es un tema poco estudiado, pero no me negará que la heráldica está sujeta a fallos de muy diversos tipos: artistas sin conocimientos sobre el tema, heraldistas que inventan lo que no conocen, errores de interpretación al trabajar sobre blasonamientos escritos, etc… ¡qué le voy yo a contar! El problema es que tales errores pueden convertirse en verdaderos quebraderos de cabeza si nos empeñamos en darles una explicación razonada: muchas veces es más fructífero pensar dónde puede estar el error que tratar de buscar alambicados razonamientos.Como buen lector de novelas de detectives voy a tratar de seguir un camino lógico para encontrar el error. Como Sherlock Holmes o Hércules Poirot.Lo primero es analizar el lugar de los hechos. En este caso nos encontramos que el escudo en cuestión se encuentra en un manuscrito de la Biblioteca Estatal Bávara, luego tiene todas las papeletas para que se trate de un libro alemán, dato que no me desmiente el aspecto del propio blasón que aporta el heraldista iniciador del asunto. Este escenario se completa con otros dos secundarios, que aporta el artículo de D. Juan J. Sánchez Badiola que le envío su lector Felipe Sánchez: me refiero a un grabado inglés del s. XVI depositado en el National Maritime Museum británico, y el de la Hispaniae Nova Describtio, de 1606, de Honius y Kaerius. En los tres casos aparecen escudos similares, con una configuración parecida, y con el cuartel con los tres extraños muebles de sable. ¿Qué tienen en común estos tres escenarios del delito? El extranjero. Ninguno de ellos es español, todos están escritos y/o editados en otros países, y por autores de otras latitudes.Ubicado el escenario del crimen, hay que analizarlo para encontrar pistas. ¿Qué pistas buscamos? Hay que ver qué cosas se encuentran en el escenario y no deberían estar ahí, y también qué cosas deberían estar y no aparecen. El obvio que las armas de Castilla, León, Aragón, Sicilia, Granada, y los territorios germanos de la Corona se encuentran bien ubicados y no presentan lugar a dudas. Tampoco pongo en cuestión los escudos de Toledo, Galicia y Portugal, aunque su presencia resulte más chocante. No debería estar (o al menos no conocemos la razón) el escudo intruso con los tres extraños muebles de sable. ¿Y qué podría haber en semejante composición y no está? Se me ocurren varias posibilidades, pero me voy a decantar por una de ellas: las armas de Navarra. Si bien su presencia es ocasional en el escudo español desde época de los Reyes Católicos, no es descartable que pudiera ubicarse en tal posición ni resultaría contradictorio con el resto de las armas de ese cuartel.Ya tenemos el escenario del crimen y las pistas. Ahora toca encontrar un sospechoso. Alguien que tenga la ocasión y los motivos para cometer el crimen. Después de repasar el archivo, creo que he encontrado al sospechoso idóneo: el Libro de Armería del Reino de Navarra, del que ya han hablado en su blog los Sres. Corbera, Vivar y Urrestarazu. En la lámina inicial de ese manuscrito se representa el escudo de Navarra orlado por las armas de los doce ricoshomes del Reino, y entre ellos las del linaje de Let, de oro tres potes de sable bien ordenados. O sea, que el Libro de Armería tiene en la misma página las armas que nos faltan y las que nos sobran: la pista que debería estar en el escenario del crimen y no está, y la que no debería aparecer, pero está allí.

Aquí tenemos al sospechoso que tiene la pista en el bolsillo, que cuenta con la ocasión y los motivos para cometer el crimen.¿Podemos reconstruir el crimen ahora que tenemos escenario, pistas y sospechoso? Las novelas de detectives suelen terminar con un relato de los hechos de una lógica más que aplastante. Yo no llegaré a tanto. A mi modo de ver el artista que dibujara el primero de los tres escudos descritos (o el antepasado común de los tres), documentó su trabajo con bastante pobreza, cosa explicable si se encontraba en otro país, lejos de las fuentes. Para él, un escudo español era algo bastante extraño, y para colmo no hay que olvidar que las armas grandes de la Corona tardaron mucho en incorporar el escudo de Navarra, que se utilizaba más bien para “consumo interno”. Así pues, creo razonable pensar que el artista extranjero no tendría ninguna familiaridad con las armas navarras.¿Cómo pudo conocer, pues, este escudo? Pensemos que en aquella época no había Internet, ni fotografía. Tal trabajo de documentación sólo pudo realizarse observando blasones anteriores (armoriales, banderas, …), o mediante apuntes que se trajeran desde España. Me inclino a pensar que en este caso ocurrió lo segundo. Alguien tuvo acceso al Libro de Armería del Reino de Navarra, o a cualquier otro texto que presentara una lámina similar, y tomó apuntes de los trece escudos. Apuntes que imagino de trazos sencillos, sin conservar la artística disposición de la lámina original ni la relación de tamaños entre los blasones. Lo cual da pie a pensar en que quien utilizara tales apuntes se equivocara, tomando las armas de Let por las de Navarra, que –repito- le resultaban desconocidas.A partir de ahí es fácil reconstruir la cadena: un segundo artista tomó por bueno el error del primero y lo reflejó en su obra; y luego vino un tercero, y así hasta… ¿cuántos escudos misteriosos podríamos llegar a encontrar? Sábelo Dios.

Y hasta aquí mi aportación a la pesquisa. Espero que, si no he conseguido aclarar el misterio, al menos le haya hecho pasar un buen rato.

Un cordial saludo:

El Barón de Sórvigo