Al hilo de las recientes entradas relativas a los militares españoles del siglo XIX que alcanzaron el merecido honor de ser titulados príncipes, sin ser herederos del trono, el general Godoy, I príncipe de la Paz, el general Fernández-Espartero, I príncipe de Vergara y el general Serrano, a quien se consideró merecedor de ser creado, aunque sin llegar a serlo, I príncipe de Alcolea, hoy se desea reflexionar sobre el caso opuesto.
El caso opuesto en tanto que hoy se proponen algunos datos de una personalidad, también militar, que alcanzó el empleo de capitán general, que debió ser príncipe y no lo fue, sino que fue titulado rey consorte, figura esta tan ajena a nuestra tradición como la de príncipe que no sea el heredero o el esposo de la reina titular. Como ya ha adivinado, improbable lector, se trata de la figura, habitualmente ridiculizada, de don Francisco de Asís de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, que vivió entre 1822 y 1902 y que fue, a su pesar, consorte de la reina doña Isabel II de España.Don Francisco de Asís era hijo del infante don Francisco de Paula, hijo a su vez del rey don Carlos IV, y de doña Luisa Carlota de Borbón-Dos Sicilias.
En 1846, parece que en contra de la voluntad de ambos contrayentes, casó con su prima hermana la reina Isabel II. Desde el momento de su boda, recibió el empleo de capitán general de los ejércitos y la dignidad, contraria absolutamente a la tradición de nuestra patria, de rey de España consorte.Y es que como sabrá, improbable lector, a lo largo de la dilatada historia de estos reinos que hoy conforman España han existido soberanas titulares. Reinas por derecho propio, no por el de sus maridos. Reinas como doña Juana I de España, la loca, doña Urraca I de Castilla o doña Petronila I de Aragón. Reinas cuyos consortes se titularon invariablemente como príncipes, nunca como reyes, dado que las reinas titulares eran sus esposas. El ejemplo contemporáneo cercano se evidencia en la persona de otra Isabel II, esta vez de Gran Bretaña, cuyo esposo es príncipe, no rey.Es cierto que en los tiempos igualitarios que corren no parece del todo correcto hablar de este asunto. Pero la realidad es que la tradición ha exigido siempre que la esposa del rey titular sea reina pero que el esposo de la reina titular sea príncipe.Así, el caso de la dignidad de rey consorte de España fue absolutamente excepcional. Excepción que será difícil que vuelva a producirse, a pesar de los tiempos igualitarios que corren, en tanto que las propias disposiciones vigentes aseguran su imposibilidad jurídica.
El caso opuesto en tanto que hoy se proponen algunos datos de una personalidad, también militar, que alcanzó el empleo de capitán general, que debió ser príncipe y no lo fue, sino que fue titulado rey consorte, figura esta tan ajena a nuestra tradición como la de príncipe que no sea el heredero o el esposo de la reina titular. Como ya ha adivinado, improbable lector, se trata de la figura, habitualmente ridiculizada, de don Francisco de Asís de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, que vivió entre 1822 y 1902 y que fue, a su pesar, consorte de la reina doña Isabel II de España.Don Francisco de Asís era hijo del infante don Francisco de Paula, hijo a su vez del rey don Carlos IV, y de doña Luisa Carlota de Borbón-Dos Sicilias.
En 1846, parece que en contra de la voluntad de ambos contrayentes, casó con su prima hermana la reina Isabel II. Desde el momento de su boda, recibió el empleo de capitán general de los ejércitos y la dignidad, contraria absolutamente a la tradición de nuestra patria, de rey de España consorte.Y es que como sabrá, improbable lector, a lo largo de la dilatada historia de estos reinos que hoy conforman España han existido soberanas titulares. Reinas por derecho propio, no por el de sus maridos. Reinas como doña Juana I de España, la loca, doña Urraca I de Castilla o doña Petronila I de Aragón. Reinas cuyos consortes se titularon invariablemente como príncipes, nunca como reyes, dado que las reinas titulares eran sus esposas. El ejemplo contemporáneo cercano se evidencia en la persona de otra Isabel II, esta vez de Gran Bretaña, cuyo esposo es príncipe, no rey.Es cierto que en los tiempos igualitarios que corren no parece del todo correcto hablar de este asunto. Pero la realidad es que la tradición ha exigido siempre que la esposa del rey titular sea reina pero que el esposo de la reina titular sea príncipe.Así, el caso de la dignidad de rey consorte de España fue absolutamente excepcional. Excepción que será difícil que vuelva a producirse, a pesar de los tiempos igualitarios que corren, en tanto que las propias disposiciones vigentes aseguran su imposibilidad jurídica.