Para finalizar con la serie de entradas con idéntico título y resumiendo lo expuesto hasta aquí, recordará, improbable lector, que se comenzó hablando del
Paso Honroso de don Suero de Quiñones de 1434.
Posteriormente se trató de la
justa que se celebró en Madrid veintinueve años después, con el mismo nombre,
y se concluyó con el recuerdo del monasterio jerónimo, llamado de
Santa María del Paso Honroso, que se fundó en la orilla izquierda del Manzanares para perpetuar la memoria de aquel combate y que se trasladó en 1503 al paseo del Prado, donde aun permanece, manteniendo su estrecha vinculación con la corona.
Hoy se desean exponer algunas ideas, improbable lector, sobre la más española de las órdenes religiosas: La orden jerónima.
La orden de san Jerónimo nació en España en torno a 1350 de manos de dos eremitas de la zona del desierto de Guadalajara llamados fray Pedro Fernández Pecha y fray Fernando Yáñez de Figueroa.
Deseando imitar la vida de san Jerónimo, santo del siglo IV, y teniendo gran número de seguidores se decidieron a solicitar la creación de la orden a Roma, accediendo a su deseo en 1373.
Dada su regla de absoluta austeridad y siendo una orden netamente castellana, el rey Juan I
Trastámara se apoyó en ellos para repoblar el relajado monasterio de Guadalupe, en tierras del reino de León.
De igual forma se hizo, como se relató, para habitar el convento de
Santa María del Paso de la villa de Madrid.
Posteriormente se recurrió a la orden para ocupar el monasterio que sirvió de retiro al rey y emperador don Carlos I y V, Yuste.
Finalmente, con el encargo de habitar el monasterio de El Escorial, la vinculación entre la orden y la corona española quedó sellada.
No se rompió esa relación a pesar de los hechos de 1836 en que la desamortización decretada por el ministro Mendizábal, de infausta memoria, exclaustró a los monjes de la orden.
Su recreación en 1925 no fue muy pujante. Hoy solamente existen dos monasterios de la orden de monjes jerónimos en
El Parral y en Yuste. El enlace a la página de la orden
es este.En los cenobios de jerónimos, habitados o ya deshabitados, es muy fácil encontrar las armas de la orden. Un campo de plata cargado de un león rampante de púrpura, timbrado de capelo de cardenal de gules. Acolada cruz procesional de doble traviesa de oro.
Los orígenes de los elementos del escudo son propios de la mitología cristiana:
En relación al león rampante, cuenta una tradición oral que estando san Jerónimo retirado en el desierto de Palestina, curó la pata, herida por una espina, de un fiero león. El animal, agradecido, no se separó de él. La muerte del santo, el treinta de septiembre del año 420, llevó al león a tumbarse sobre su tumba hasta dejarse morir de hambre.
El capelo cardenalicio hace alusión a su vinculación con la sede de Roma, toda vez que llegó a ser secretario del Papa san Dámaso.