Mi esposa, mujer hermosa, cabal y con un sentido del humor envidiable, doña Arancha Piedrafita y Martín, Zalabardo y Orejas, de los Piedrafita de Zaragoza de toda la vida celebra hoy el cuarenta aniversario de su nacimiento. Se exponen las armas que su familia ha venido ostentando desde inmemorial.
sábado, 14 de marzo de 2009
viernes, 13 de marzo de 2009
EQUIVALENCIA ENTRE JERARQUÍA NOBILIARIA Y ECLESIAL
Hoy se propone otra página en inglés. En ella no se habla de heráldica. Se habla de jerarquía nobiliaria y su equivalencia con la jerarquía eclesiástica. Y es que en esta página se propone una curiosa equiparación.Recordando la equivalencia de los estados nobiliario y eclesiástico en el antiguo régimen, el autor argumenta que cada una de las categorías que existen en la actual nobleza, alcanza una equivalencia entre los diferentes oficios y órdenes sagrados de la Iglesia. Así, propone, como ha podido observar improbable lector, la equiparación según el siguiente esquema:
La página, además, contiene un enlace a una de las pocas publicaciones serias que existen en todo internet: El almanaque de Gotha: http://www.almanachdegotha.org/
jueves, 12 de marzo de 2009
CONDICIÓN MILITAR DE LAS ÓRDENES
Como continuación de una anterior entrada relativa al tratamiento que se alcanza en consecuencia con el grado de pertenencia a las órdenes verdaderamente militares, no nobiliarias, se desea añadir un detalle.
Es tradición que durante el mes de junio de los años impares, el gran maestre de las órdenes de san Fernando y san Hermenegildo, acuda al real monasterio de san Lorenzo de El Escorial a celebrar capítulo.
En alguna entrada lejana se expuso el detalle de los collares, significativos de su condición de gran maestre, que para este acto acostumbra a portar el rey don Juan Carlos.El verdadero carácter militar de estas órdenes y su tradicional vinculación con las otras órdenes que mantienen tan solo el calificativo de militares, siendo realmente nobiliarias, viene determinado por la asistencia de muy ilustres representantes de aquellas órdenes, Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa, y otras, al acto institucional bienal de El Escorial.Por último se desea añadir que el calificativo tradicionalmente empleado de militares referido a las tradicionales órdenes de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa, no es en absoluto abusivo. Como sabe, improbable lector, nacidas estas órdenes en el siglo XII, salvo la posterior de Montesa, realmente constituyeron un baluarte humano de carácter militar en un periodo en el que la sociedad no tenía capacidad, fuera de esta esfera, para mantener un ejército permanente. Estos verdaderos ejércitos que conformaban las órdenes dieron a nuestra historia acciones de constatado valor y de verdadero heroísmo.En consecuencia y a pesar de la perdida condición militar actual, es privilegio que estas órdenes merecidamente mantienen, en recuerdo de sus muchas y muy heroicas acciones militares, el añadir a su tradicional denominación el adjetivo militar.
Es tradición que durante el mes de junio de los años impares, el gran maestre de las órdenes de san Fernando y san Hermenegildo, acuda al real monasterio de san Lorenzo de El Escorial a celebrar capítulo.
En alguna entrada lejana se expuso el detalle de los collares, significativos de su condición de gran maestre, que para este acto acostumbra a portar el rey don Juan Carlos.El verdadero carácter militar de estas órdenes y su tradicional vinculación con las otras órdenes que mantienen tan solo el calificativo de militares, siendo realmente nobiliarias, viene determinado por la asistencia de muy ilustres representantes de aquellas órdenes, Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa, y otras, al acto institucional bienal de El Escorial.Por último se desea añadir que el calificativo tradicionalmente empleado de militares referido a las tradicionales órdenes de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa, no es en absoluto abusivo. Como sabe, improbable lector, nacidas estas órdenes en el siglo XII, salvo la posterior de Montesa, realmente constituyeron un baluarte humano de carácter militar en un periodo en el que la sociedad no tenía capacidad, fuera de esta esfera, para mantener un ejército permanente. Estos verdaderos ejércitos que conformaban las órdenes dieron a nuestra historia acciones de constatado valor y de verdadero heroísmo.En consecuencia y a pesar de la perdida condición militar actual, es privilegio que estas órdenes merecidamente mantienen, en recuerdo de sus muchas y muy heroicas acciones militares, el añadir a su tradicional denominación el adjetivo militar.
miércoles, 11 de marzo de 2009
I PRÍNCIPE DE ÉBOLI
Varios mensajes se han recibido en la dirección de correo que se anota en el blog, relativos a la existencia de un título más con la categoría de príncipe que ha sido usado válidamente en España. El título de doña Ana Mendoza de la Cerda y Silva, la princesa consorte de Éboli.Vaya por delante nuestro criterio: Ante quienes alegan su origen italiano, el título de príncipe con que fue agraciado don Ruy Gómez de Silva y Meneses, esposo de doña Ana, la famosa princesa de Éboli, fue netamente español en tanto que, en primer término, lo concedió el rey don Felipe II de Habsburgo como rey de España y, en segunda instancia en tanto que, aunque la denominación hacía referencia a una ciudad del reino de Nápoles, aquel reino pertenecía entonces a la corona.Se desean anotar hoy unos retazos biográficos de don Ruy Gómes da Silva, Gómez de Silva en castellano, I príncipe de Éboli, I duque de Estremera y I duque de Pastrana, grande de España y caballero de la orden militar de Alcántara, cuyas armas fueron estas:Vivió este príncipe entre los años 1516 y 1573, segundogénito de Francisco Gómes da Silva, III señor de Chamusca y Ulme en el vecino reino de Portugal y de doña María de Meneses y Noroña. No sucedió en estos títulos hasta el año 1554, tras la muerte sin descendencia de su hermano primogénito.
Su relación con España surgió con nueve años, cuando acudió como paje de su abuelo materno don Ruy Téllez de Meneses, que formaba parte del séquito que acompañó a la futura emperatriz doña Isabel de Portugal quien, en 1526, vino a casar con el emperador don Carlos I de Habsburgo.Ocupado en diferentes oficios cortesanos fue en 1535 cuando don Ruy se convirtió en mayordomo del entonces príncipe don Felipe, el futuro Felipe II, ganándose su sincera amistad como súbdito verdaderamente leal y siendo en consecuencia favorecido en los aspectos económico y cortesano.Se asegura en su biografía que su labor vino guiada siempre por la lealtad y la laboriosidad. Se le apodó en su momento, en razón del poder alcanzado como favorito del rey don Felipe II, rey Gómez.Tras largos años de servicio al gobierno de los muchos y extensos reinos de la corona española fue separándose de estas labores sin perder en absoluto la confianza del rey don Felipe quien le dispensó su amistad de por vida.Fue en 1553 cuando el rey le concedió casar, como gran favor, con la rica heredera, como hija única de la poderosa casa de Mendoza, doña Ana Mendoza de la Cerda y Silva, hija de don Diego Hurtado de Mendoza de la Cerda, virrey de Aragón y de doña Catalina de Silva y Andrade que cedieron el título de condes de Mélito, del reino de Nápoles, a los nuevos esposos.En 1559 el rey don Felipe II creó a su fiel secretario, ya retirado de la política, I príncipe de Éboli, título que, como se apuntó más arriba, toma su nombre de una villa napolitana cercana a Salerno demostrando a todas luces el agradecimiento del monarca hacia su fiel ayudante en el gobierno de un imperio. Ésta merced nobiliaria no se sucedió con lo que, como el resto de títulos de príncipe que se han estudiado en este blog revertió a la corona.A pesar de la diferencia de veinticuatro años entre las edades de los esposos fue, cuentan sus biógrafos, verdaderamente amado por su esposa durante los dieciséis años que duró el matrimonio dándole diez hijos de los que les sobrevivieron seis.Habiendo dejado ya los asuntos del gobierno de los reinos de la corona y abandonada la corte, don Ruy Gómez de Silva optó por dedicar su atención a sus dominios familiares. Decidido a dejar una suculenta herencia compró diferentes villas que procedió a mejorar concienzudamente, entre las que destacó la compra en 1569 de Pastrana. Villa esta que quiso el rey don Felipe unir a la memoria de su amigo concediéndole la merced de ser creado I duque de Pastrana, con grandeza de España, sobre un ducado previo de Estremera.Murió don Ruy en Madrid en 1573, siendo enterrado en la cripta de la colegiata de Pastrana donde hoy descansa con su esposa.
Su relación con España surgió con nueve años, cuando acudió como paje de su abuelo materno don Ruy Téllez de Meneses, que formaba parte del séquito que acompañó a la futura emperatriz doña Isabel de Portugal quien, en 1526, vino a casar con el emperador don Carlos I de Habsburgo.Ocupado en diferentes oficios cortesanos fue en 1535 cuando don Ruy se convirtió en mayordomo del entonces príncipe don Felipe, el futuro Felipe II, ganándose su sincera amistad como súbdito verdaderamente leal y siendo en consecuencia favorecido en los aspectos económico y cortesano.Se asegura en su biografía que su labor vino guiada siempre por la lealtad y la laboriosidad. Se le apodó en su momento, en razón del poder alcanzado como favorito del rey don Felipe II, rey Gómez.Tras largos años de servicio al gobierno de los muchos y extensos reinos de la corona española fue separándose de estas labores sin perder en absoluto la confianza del rey don Felipe quien le dispensó su amistad de por vida.Fue en 1553 cuando el rey le concedió casar, como gran favor, con la rica heredera, como hija única de la poderosa casa de Mendoza, doña Ana Mendoza de la Cerda y Silva, hija de don Diego Hurtado de Mendoza de la Cerda, virrey de Aragón y de doña Catalina de Silva y Andrade que cedieron el título de condes de Mélito, del reino de Nápoles, a los nuevos esposos.En 1559 el rey don Felipe II creó a su fiel secretario, ya retirado de la política, I príncipe de Éboli, título que, como se apuntó más arriba, toma su nombre de una villa napolitana cercana a Salerno demostrando a todas luces el agradecimiento del monarca hacia su fiel ayudante en el gobierno de un imperio. Ésta merced nobiliaria no se sucedió con lo que, como el resto de títulos de príncipe que se han estudiado en este blog revertió a la corona.A pesar de la diferencia de veinticuatro años entre las edades de los esposos fue, cuentan sus biógrafos, verdaderamente amado por su esposa durante los dieciséis años que duró el matrimonio dándole diez hijos de los que les sobrevivieron seis.Habiendo dejado ya los asuntos del gobierno de los reinos de la corona y abandonada la corte, don Ruy Gómez de Silva optó por dedicar su atención a sus dominios familiares. Decidido a dejar una suculenta herencia compró diferentes villas que procedió a mejorar concienzudamente, entre las que destacó la compra en 1569 de Pastrana. Villa esta que quiso el rey don Felipe unir a la memoria de su amigo concediéndole la merced de ser creado I duque de Pastrana, con grandeza de España, sobre un ducado previo de Estremera.Murió don Ruy en Madrid en 1573, siendo enterrado en la cripta de la colegiata de Pastrana donde hoy descansa con su esposa.
martes, 10 de marzo de 2009
MONTESA
Se propuso en octubre una entrada relativa al emblema de la orden de Montesa, ésta. En ella se hizo alusión a que la orden, hasta el siglo XIX, había mantenido como emblema una cruz roja de brazos iguales. Exactamente igual que la cruz de la orden del Temple, de donde procedía realmente el emblema. Recientemente hemos tenido acceso a una información relativa al proceso de cambio hasta el actual emblema de Montesa. Hoy se propone a su conocimiento, improbable lector, la fecha exacta en la que se produjo el cambio desde el emblema de la cruz templaria hacia la actual cruz flordelisada de sable, cargada en su centro de la original cruz de gules.
Fue el rey don Alfonso XIII siendo gran maestre de la orden de Montesa quien, de acuerdo con el consejo de las órdenes, ordenó el doce de abril de 1913 los siguientes extremos:
Primero: La orden de Montesa usará en lo sucesivo la primitiva cruz de la orden de Montesa, negra flordelisada, llevando en su centro la roja plana.
Segundo: La sustitución se ha de efectuar antes del 17 de mayo próximo, a partir de cuya fecha queda prohibido llevar como insignia de la orden la cruz roja plana que usa actualmente.
Fue el rey don Alfonso XIII siendo gran maestre de la orden de Montesa quien, de acuerdo con el consejo de las órdenes, ordenó el doce de abril de 1913 los siguientes extremos:
Primero: La orden de Montesa usará en lo sucesivo la primitiva cruz de la orden de Montesa, negra flordelisada, llevando en su centro la roja plana.
Segundo: La sustitución se ha de efectuar antes del 17 de mayo próximo, a partir de cuya fecha queda prohibido llevar como insignia de la orden la cruz roja plana que usa actualmente.
lunes, 9 de marzo de 2009
REAL DECRETO DE 1987
Al hilo de la reciente entrada relativa al rey de España, rey consorte, que debió ser príncipe y no rey, hoy se propone un breve apunte.Vaya por delante la idea que ya se expuso relativa a que en los tiempos igualitarios que corren no parece del todo correcto hablar de este asunto. Pero la realidad es que la tradición ha exigido, al menos recientemente, y sobre todo en nuestro entorno cultural y geográfico, que la esposa del rey titular sea reina pero que el esposo de la reina titular sea príncipe.Con esta entrada se propone a su consideración, improbable lector, la legislación vigente que impedirá que en el futuro se pueda reproducir el nombramiento de un rey consorte, sin numeración propia pero rey, figura tan ajena a nuestra tradición.
Se trata de un real decreto del año 1987, firmado por el rey don Juan Carlos y por el ministro de justicia de entonces.
En este decreto se ordena lo siguiente:
La consorte del Rey de España, mientras lo sea o permanezca viuda, recibirá la denominación de Reina.
Añadiéndose que:
Al consorte de la Reina de España, mientras lo sea o permanezca viudo, corresponderá la Dignidad de Príncipe.
Con este artículo, el tercero del decreto, se pone por escrito, en forma de norma jurídica, la tradición de estos reinos que impide que la reina titular cuente con rey consorte, debiendo denominarse príncipe consorte.
El texto completo del real decreto se puede consultar en este enlace.
Se trata de un real decreto del año 1987, firmado por el rey don Juan Carlos y por el ministro de justicia de entonces.
En este decreto se ordena lo siguiente:
La consorte del Rey de España, mientras lo sea o permanezca viuda, recibirá la denominación de Reina.
Añadiéndose que:
Al consorte de la Reina de España, mientras lo sea o permanezca viudo, corresponderá la Dignidad de Príncipe.
Con este artículo, el tercero del decreto, se pone por escrito, en forma de norma jurídica, la tradición de estos reinos que impide que la reina titular cuente con rey consorte, debiendo denominarse príncipe consorte.
El texto completo del real decreto se puede consultar en este enlace.
domingo, 8 de marzo de 2009
LA CHATA EN ARGENTINA
Don Alejandro Pomar, distinguido caballero, tiene la deferencia de enviar unas líneas desde esa nación Argentina hija de España. En ellas nos habla de la infanta doña María Isabel de Borbón, la chata, de la que se expusieron unos retazos biográficos, muy someros, hace escasas fechas. Estas son sus palabras:
En su entrada de hoy se refiere usted a María Isabel de Borbón, Infanta de España. Ella estuvo en Buenos Aires en visita oficial en nombre de la Corona española en los festejos del Centenario en 1910, y se ganó el afecto popular. Una calle de Buenos Aires lleva el nombre de quien aquí es conocida y recordada, sencillamente, como la "Infanta Isabel".A continuación remito un artículo aparecido en el diario bonaerense La Nación sobre el particular:
En su entrada de hoy se refiere usted a María Isabel de Borbón, Infanta de España. Ella estuvo en Buenos Aires en visita oficial en nombre de la Corona española en los festejos del Centenario en 1910, y se ganó el afecto popular. Una calle de Buenos Aires lleva el nombre de quien aquí es conocida y recordada, sencillamente, como la "Infanta Isabel".A continuación remito un artículo aparecido en el diario bonaerense La Nación sobre el particular:
La infanta que no quería ser reina.
Isabel de Borbón, representante de España en los festejos por el Centenario de la Revolución de Mayo, fue una de las figuras más populares de su patria.El recuerdo de Isabel Borbón, aquella señora imponente y simpática que supo ganarse el corazón de los argentinos durante los festejos del Centenario de Mayo en 1910, perduró en la memoria popular por muchos años, tantos como en su propia tierra donde "La Chata", como la denominaba el gracejo popular, era sinónimo de cualidades y defectos bien hispanos. Muchos la recordaban, vestida de oscuro, paseándose entre la gente con su andar majestuoso y su inolvidable sonrisa.La primogénita del matrimonio de Isabel II y Francisco de Asís, sobre cuya paternidad existieron siempre vehementes dudas, nació el 2 de diciembre de 1851. El rey la presentó a la Corte y, enfrentándose al vencedor de Bailén, el célebre general Castaños, que contaba entonces noventa y cuatro gallardos años, le dijo disimulando lo más que pudo su voz aflautada: "Tú, que has conocido cuatro reinados, mira esta princesa de Asturias que puede llegar a ser tu soberana". Y casi lo fue, pues pocos meses más tarde la reina recibió una puñalada en la iglesia de Atocha, cuando se disponía a presentar a su hija a la patrona de Madrid.La niñez de la princesa se vio entristecida por los permanentes escándalos que protagonizaban sus padres. Don Francisco de Asís había trabajado en las sombras, con énfasis digno de mejor causa, para deponer a su odiada esposa y permitir así que ocupase el trono el pretendiente carlista, el conde de Montemolín, a quien se debía dar el nombre de Carlos IV. El rey se aseguraba para sí y para Isabel II "los honores que actualmente disfrutan". "La Chata" se casaría con el hijo mayor aún no nacido de Montemolín, y si éste no lograba tener un heredero varón, con el del infante don Juan. En cualquiera de los casos, los futuros esposos se llamarían "los segundos reyes católicos" y tendrían igualdad de derechos. Todo fracasó por la acción de la policía, y la reina Isabel perdonó de mal grado a su marido para satisfacción del ministerio de turno y salvaguardia de la monarquía.El nacimiento de Alfonso XII, aparentemente fruto de los amores de la reina castiza con el oficial de ingenieros Puig Moltó, acaecido en 1857, convirtió a Isabel, de princesa de Asturias en infanta de España. Probablemente esto le agradó sobremanera, pues si bien amaba la Corona como institución, le interesaba poco ceñir los reales atributos sobre su cabeza.De todos modos, la infanta fue, como recordó don Vicente Sánchez Ocaña en un precioso artículo publicado hace casi cincuenta años en La Nación, una figura señera de cuatro cortes: La de su madre, la de su hermano Alfonso XII, la de su cuñada la regente María Cristina y la de su sobrino Alfonso XIII. Casada muy joven con un Borbón de Nápoles que se suicidó poco después, se entregó al servicio de la Corona y "fue directora efectiva de la Corte", ayudada por su carácter imperioso que no afectaba su espontáneo sentido del humor: "Doña Isabel hace cumplir la etiqueta fanáticamente y a unos borbones y a una aristocracia que, desde Carlos IV, están viviendo en zapatillas, los obliga, de pronto, a convertirse en personajes rígidos del Escorial, bajo la mirada de Felipe II".Su respeto por el trono era tal que le hacía contemplar al rey como "una especie de teniente de Dios". En el artículo antes citado, aparece esta anécdota: "Un día en la mesa de Alfonso XIII, que acaba de cumplir 16 años, está recién coronado y estrena autoridad, la infanta Eulalia no se sirve de un plato: "¿Porqué no comes?", dice el soberano adolescente a su tía. "Quiero que comas." "No me gusta la coliflor." "Quiero que la comas, sin embargo." "Nunca -empieza a explicar la infanta Eulalia- he podido..." Pero su hermana Isabel la interrumpe violentamente: "¡Obedece Eulalia! ¡Lo manda el rey!". La infanta suele decir también a su sobrino: "Un rey no se equivoca nunca". En las primeras décadas del siglo fue una verdadera encargada de las relaciones públicas de Alfonso XIII en Madrid, y se lo pasaba de acto en acto y de exposición en exposición. Pero los años le hicieron perder influencia en la Corte, donde era tratada con una mezcla de sorna y ternura por sus allegados, quienes la llamaban, riendo, "el sostén de las instituciones".
En 1929 murió la reina madre María Cristina, su cuñada y última amiga. Y se encerró en la casona de la calle Quintana.Un día de abril de 1931, postrada por una enfermedad que la privaba casi de movimiento, escuchó el lejano eco de jóvenes voces que cantaban por la calle de la Princesa:"¡Ay Alfonsín!/ ya te las lías/ porque no te son fieles/ los coroneles/ de infantería".El rey se alejó de España. Lo siguieron su esposa e hijos. El gobierno garantizaba en cambio la permanencia de la infanta, como una verdadera reliquia. No aceptó y hubo que llevarla en una camilla hasta el tren que la depositó en París. Allí no la aguardaban ni Alfonso XIII ni otros miembros de la familia. La trasladaron al convento de Auteuil, donde vivía su hermana, y murió, sola, a los ochenta años, en 1931. Todos sus bienes terrenos ascendían, en la hora suprema, a 19 francos.
Por Miguel Ángel De Marco.
El autor es presidente de la Academia Nacional de la Historia.
Cordialmente:
Alejandro Pomar.
En 1929 murió la reina madre María Cristina, su cuñada y última amiga. Y se encerró en la casona de la calle Quintana.Un día de abril de 1931, postrada por una enfermedad que la privaba casi de movimiento, escuchó el lejano eco de jóvenes voces que cantaban por la calle de la Princesa:"¡Ay Alfonsín!/ ya te las lías/ porque no te son fieles/ los coroneles/ de infantería".El rey se alejó de España. Lo siguieron su esposa e hijos. El gobierno garantizaba en cambio la permanencia de la infanta, como una verdadera reliquia. No aceptó y hubo que llevarla en una camilla hasta el tren que la depositó en París. Allí no la aguardaban ni Alfonso XIII ni otros miembros de la familia. La trasladaron al convento de Auteuil, donde vivía su hermana, y murió, sola, a los ochenta años, en 1931. Todos sus bienes terrenos ascendían, en la hora suprema, a 19 francos.
Por Miguel Ángel De Marco.
El autor es presidente de la Academia Nacional de la Historia.
Cordialmente:
Alejandro Pomar.
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