Me decía el marqués de Utrera que en este blog cada vez se habla de cosas más extrañas. Para darle la razón hoy se proponen unas líneas sobre el saludo de rodilla.
Hasta hace algunos años, cuando las normas de urbanidad aun seguían vigentes,
ceder la derecha era signo de educación.
Ceder la derecha no tiene nada que ver con el tráfico rodado, improbable lector. Ceder la derecha es la costumbre de situarse a la izquierda de las damas o de las personas de mayor sabiduría, edad o autoridad, al ir caminando,
o al ocupar unos asientos,
cediéndoles el lado derecho del cuerpo.
Esta costumbre tiene mucho sentido, a pesar de su abandono social más absoluto.
Es la mano derecha la que habitualmente tiene más fuerza, en consecuencia, el situarla más cerca de la dama o de la persona de más autoridad que nos acompaña en un paseo cualquiera, hace que ante un inesperado traspiés o ante cualquier necesidad del acompañante, la persona que cede la derecha pueda reaccionar rápidamente en su ayuda.
Consecuencia de esta costumbre ancestral de ceder la derecha a la persona de mayor autoridad, el lado derecho del cuerpo ha quedado marcado socialmente como símbolo de más importancia que el izquierdo.
No procede de este concepto el saludo con la mano derecha al estrechar las manos. El saludo con la derecha es una manifestación de encuentro pacífico.
Nuestra especie ha portado atávicamente armas. Armas que podían ser simples palos, espadas o actualmente fusiles. Armas que habitualmente requerían del uso de la mano derecha para su utilización.
Mostrarse ante un individuo con la mano derecha sin armas era, en consecuencia, un signo de convivencia pacífica. Significaba que se ofrecía la mano que empuñaba el arma descubierta, un signo de paz.
Signo que, en reciprocidad, se repetía por el sujeto saludado ofreciendo también su mano guerrera, la derecha, en señal de aceptación del saludo pacífico.
Retomando el hilo argumental relativo a la mayor importancia de la derecha sobre la izquierda, se desea exponer el saludo de rodilla.
La conclusión a la que se quiere llegar es que
a Dios se le tributa saludo apoyando la rodilla derecha en tierra. Al estado, a la nación, o a sus representantes absolutos, se les saluda con la rodilla izquierda.
Esta afirmación requiere una explicación:
Cuando las relaciones sociales venían determinadas por la pompa y el protocolo, a los reyes se les saludaba llevando al suelo la rodilla. No cualquier rodilla. La izquierda.
Las crónicas recogen una sabrosa anécdota sobre este particular: Al comenzar la democracia en España el conde Barcelona fue de visita al principado de Cataluña. Al acudir a la sede del gobierno de aquella comunidad autónoma don Juan de Borbón quiso conocer el palacio de la generalidad que entonces ocupaba, como primer presidente, don Josep Tarradellas, después I marqués de Tarradellas. Entrando el conde de Barcelona en el despacho del presidente autonómico se sorprendió al verlo arrodillado en el centro de la sala, sobre su rodilla izquierda. Al acudir para ayudarlo a incorporarse, Tarradellas le besó la mano al tiempo que decía: “Saludo con honor a mi señor natural el conde de Barcelona”.
No se sorprenda, improbable lector, esta costumbre universal se sigue practicando aun en España. La reverencia con la rodilla izquierda, que ya solo ejecutan las damas al saludar a los reyes, es una abreviación de aquel saludo.
De igual forma, nuestros compañeros de armas de la marina española, que ha sido siempre el ejército más leal a sus tradiciones, al recibir de manos de alguna dama, habitualmente de la familia real, la bandera española, bandera que simboliza al propio Estado, doblan su rodilla, siempre la izquierda,
e incluso besan la enseña, como se besaba la mano de los reyes.
El saludo con la rodilla derecha se reserva para quien es más importante aún que los propios reyes. El saludo con la derecha se reserva para Dios.
Y es que la Iglesia enseña que en los sagrarios está Jesucristo. Explica con detalle en su doctrina que no se trata de una figura alegórica de Jesús, de un recuerdo, sino que se trata del mismo Jesús que anduvo hace dos mil años por Palestina, que se esconde en el pan consagrado. En consecuencia, el saludo para quien posee aún más autoridad que el rey, para Dios, se ejecuta con la rodilla en el suelo. La rodilla derecha, nunca la izquierda.
Esta forma de saludo sí resulta familiar toda vez que es practicada con regularidad, no solo por el clero, sino por todas las personas con la necesaria educación que, al pasar ante un sagrario, plantan la rodilla derecha en tierra en señal de acatamiento de la máxima autoridad, que es Dios.