Siguiendo con las entradas más de carácter histórico y nobiliario que heráldico, referidas al título de príncipe, hoy se desea continuar esta serie con unas líneas relativas a otro general español que fue creado, con absoluto merecimiento, príncipe.
El general Espartero, I príncipe de Vergara.
Como sabrá, improbable lector, al general Espartero se le impusieron en su nacimiento los nombres Joaquín y Baldomero, siendo sus apellidos Fernández y Álvarez, Espartero y Toro. Posteriormente unió sus apellidos paternos y maternos para concluir sus días como Fernández-Espartero y Álvarez de Toro.
Nacido en un pueblo de Ciudad Real llamado Granátula de Calatrava en 1793, su padre, carretero de dignísimo oficio, pensó en la carrera eclesiástica para su hijo, si bien la guerra de la Independencia impuso otro destino al joven Baldomero que, siendo ya estudiante universitario en Almagro, comenzó su carrera militar como soldado distinguido en el regimiento de infantería
Ciudad Rodrigo.
En 1811, ingresó en la academia militar de Sevilla aprobando el primer curso del cuerpo de ingenieros, no obstante, suspendido el segundo, fue trasferido al arma de infantería que ya no abandonaría.
Tomó parte en muy diversas acciones militares durante la guerra de la Independencia. Concluida ésta, ya como teniente, pasó a América a sofocar las revueltas de los hijos de españoles que pretendían independizarse de la nación solar de sus padres. Dejó allí recuerdo de soldado valiente y sagaz. Por méritos de guerra
ascendió de empleo en empleo alcanzado el de coronel en 1823, con treinta años y con treinta y uno el de brigadier.
Concluida su misión americana con merecida fama de héroe fue destinado a labores propias de tiempo de paz. Periodo que aprovechó para casar con la logroñesa doña María Jacinta Martínez de Sicilia y Santa Cruz, heredera, como hija única, de una familia de posición más que desahogada.
Muerto el rey don Fernando VII en 1833, sobrevino una nueva guerra a España, la denominada I guerra carlista. Durante esta guerra, en 1834, alcanzó el empleo de mariscal de campo, hoy general de división, merced a su valor demostrado en las operaciones de las vascongadas, recibiendo al año siguiente, por otra operación, su primera
cruz laureada de san Fernando, que premia el valor demostrado en grado heroico.
En 1836, caso absolutamente infrecuente en nuestra historia, se hizo acreedor de
una segunda laureada y del ascenso a teniente general por méritos de guerra. Además fue nombrado
virrey de Navarra.
Su primer título nobiliario hereditario lo alcanzó merced a un nuevo triunfo militar durante la I guerra carlista. Su título fue el de
I conde de Luchana, nombre de la batalla que le hizo acreedor de la merced nobiliaria.
En 1836, en un episodio muy poco conocido, la llamada expedición real de los ejércitos carlistas, con el pretendiente don Carlos María Isidro a la cabeza, alcanzó las verjas del parque del retiro de un Madrid desguarnecido de tropas. Merced al engaño de hacer creer al enemigo que la ciudad albergaba varias divisiones y a la bravura de las tropas liberales, arengadas por el general Espartero, se pudo resolver la cuestión poniendo en fuga a las tropas carlistas.
El fin de la I guerra carlista, en 1839, se corroboró con el abrazo entre los generales Maroto y Espartero ante sus respectivas tropas, reunidas en los alrededores de Vergara, en el que se ha dado en llamar el abrazo de Vergara. La victoria alcanzada por el general Espartero le valió la concesión de los títulos de
I duque de la Victoria y
I vizconde de Banderas.
No obstante la paz alcanzada, el general carlista Ramón Cabrera mantuvo la lucha al hacerse fuerte en el Maestrazgo, zona que debe su sugerente nombre a que fue una región gobernada durante siglos por el maestre de la orden de Montesa.
Conquistada la zona por Espartero, concluyó las operaciones con la toma de la ciudad de Morella, siéndole concedido entonces el título, por la reina regente María Cristina, de
I duque de Morella y siendo además agraciado con el
Toisón de oro.
Tan solo un año después, se produjeron graves desacuerdos entre el general Espartero y la regente María Cristina. Consecuencia del enfrentamiento, la reina gobernadora renunció a su regencia y a la custodia de sus hijas a favor del general Espartero que, en posterior votación de las cortes, fue confirmado como
regente del reino, regencia que finalizaría con la huida del general a Londres de la Gran Bretaña a través de Gibraltar en 1843.
No regresó el general Espartero a España hasta 1849, afincándose en Logroño donde se desvinculó de toda actividad de carácter público.
Pero no acaban aquí los méritos del general Espartero. En 1868, la revolución que supone la expulsión de la reina Isabel II de España, lleva a que el general Prim ofrezca
la corona de España al general Espartero. Ofrecimiento que rechazó, cuentan, que con bastante humor, burlándose del nombre que tomaría la dinastía y del suyo propio como Baldomero I.
Recaída finalmente la corona de España en la dinastía de Saboya, una de las primeras visitas del rey don Amadeo I, fue para conocer al general Espartero, pasando dos días en su palacio de Logroño.
Vuelto el rey a Madrid le concedió el título de
I príncipe de Vergara, el dos de enero de 1872. Merced nobiliaria que comportaba el
tratamiento de alteza, significandose en su concesión el carácter vitalicio.
Aun en 1875 el rey don Alfonso XII quiso rendir visita al general Espartero, hospedándose también en su palacio de Logroño.
Al no tener hijos testó sus títulos y hacienda a su sobrina favorita Doña Eladia Fernández-Espartero y Blanco.
El general Espartero
murió en 1879 siendo su vida ejemplo de militar cabal y valiente.
Los cinco títulos meritoriamente alcanzados por el insigne general fueron:
I príncipe de Vergara, I duque de la Victoria, I duque de Morella, I conde de Luchana y I vizconde de Banderas.
Las armas que adoptó para sí mismo y para los sucesores de sus títulos fueron estas:
Escudo cuartelado: Primero, en campo de azur, una corona de duque de oro, entre dos espadas de plata que sujetan con la punta una cinta cargada con esta leyenda: TODO POR MI PATRIA. Jefe de oro con dos águilas de sable que sostienen una corona de laurel.
Segundo: En campo de oro cuatro palos de gules. Brochante torre de plata.
Tercero: En gules, puente de oro partido por el que camina un caballero con armadura de plata.
Cuarto: En azur, monte de oro, sumado de castillo de lo mismo, que ondea en una de sus torres laterales la bandera nacional de España.