Por el doctor don José María de Montells y Galán
I vizconde de Portadei, en el reino de Georgia
Juez de armas de la Orden de san Lázaro
Hojeando ahora un libro que iluminó mis días de aprendiz de heraldista, Heráldica, Ciencia de Temas Vivos por F. P. de Almeida Langhans, publicado en Lisboa en 1966, me viene al magín el artículo de un estudioso de nuestros temas que se publicó hace poco en el Blog de Heráldica y que ironizaba sobre don Juan Van Halen y también sobre mi modesta persona. Siempre es de agradecer la ironía. Muy fina la del ocurrente don Manuel G. Carmona, de Dos Hermanas, al que yo no conocía y se me revela como autor de mérito. De mucho mérito. Conoce los intríngulis del Derecho, que a mí me han sido vedados. Domina el medio y opina sobre heráldica y por si esto fuera poco, aconseja sobre la educación que uno debe tener para calificar conductas reprobables. Mil gracias. Tomo nota.
Me malicio que el sr. Carmona debe ser amigo, pero que muy amigo, del sr. Sampedro (el académico matritense) por lo que sabe de las andanzas del Marqués de la Floresta y sus cuitas. La amistad es sentimiento que nos enaltece y me parece muy respetable. Me congratula y enternece la fidelidad a los amigos y le felicito por ello.
A mí me amonesta severamente por mi admiración por don José Luis Sampedro (el otro, el académico de la Española) y me supone en contra del agitador social. La duda ofende. Soy de derechas (para entendernos) desde que nací. Admiro la literatura de un García Márquez (pongo por caso) y abomino de su castrismo. No se preocupe don Manuel G. Carmona, soy lo que antes se llamaba gente de orden. Por eso mismo, me inquieta que me crea partidario de la anarquía en los temas heráldicos que nos preocupan. No lo soy. Creo que las reglas y las normas están para ser respetadas.
Pero es que con relación a los ornamentos exteriores de un escudo, por mucho que se ponga el sr. Carmona a pontificar, la ciencia heráldica como tal, no ha dicho ni mu. Es más, es territorio libérrimo y a mí personalmente me parece muy bien que lo sea. Naturalmente, siempre que no se pretenda dar gato por liebre, que es lo que parecía desprenderse del escrito contra el blasonamiento de las armas de Floresta, que motivó mi intervención (y la de otros) Desde luego, en mi opinión y ya me expliqué por menor en este mismo Blog en la entrada del día 27 de septiembre, en las armas del marqués no hay equívocos. Y con respecto a la cruz de Malta, la Cancillería de la Orden que, por lo visto me ha dejado en muy mal lugar a ojos del ocurrente sr. Carmona, no le ha debido responder al curioso sr. Sampedro (el académico matritense, claro está) que don Alfonso Ceballos-Escalera y Gila es gran cruz de la Orden del Mérito Melitense con espadas, lo que le faculta, siempre a mi modesto entender, a hacer alusión en sus armas a la cruz de ocho puntas.
Uno cree que encorsetar la heráldica a un código preestablecido, sin abrir puertas a la imaginación y la creatividad, es camino seguro para acabar con la heráldica. Lo estamos viendo en nuestro tiempo en la denodada lucha contra el logotipo. Yo creo que la heráldica es efectivamente una ciencia (y un arte) de temas vivos y que debemos incorporar a los blasones de nuestro tiempo, muebles y ornamentos de nuestro tiempo. También insignias de nuestro tiempo, como por ejemplo, las de corporaciones nobiliarias nacidas en el siglo XX o en el XXI, que también las hay. Hace ya algunos años, intervine en el ordenamiento de un blasón de un antiguo piloto de carreras de automóviles que quería que figurase en su escudo una alusión a esa condición. Al final, se convino que un manteniente debería ser efectivamente, la figura de un piloto, con gran escándalo de quienes imaginan la heráldica como un lenguaje propio de siglos pasados.