España es un reino. Los reinos se definen por contar con un rey que está al mando del país. Al menos nominalmente. Los reinos poseen, o deberían poseer además, por evidente lógica, reyes de armas. Lógica derivada de la permanencia de un sistema heráldico y nobiliario propio de esta forma de estado. Países tan avanzados como el Reino Unido, Holanda o Suecia, cuentan, no solo con un solo individuo nombrado como rey de armas, sino con un colegio que estudia, colegialmente, las armas que se conceden.
Sin embargo en nuestro gran reino, en nuestro gran país, en España, no existe un verdadero rey de armas. Se ha pretendido que sí existiera. No solo por el propio interesado, por el propio peticionario de la merced,
http://www.boe.es/g/es/bases_datos_ce/doc.php?coleccion=ce&id=1995-2437, por el propio rey de armas pretendiente, el marqués de la Floresta. También nuestro excepcional monarca don Juan Carlos I deseaba, es una suposición, pero fundada, que el marqués de la Floresta fuera considerado rey de armas de todo el reino.
En tal sentido, suponemos, rubricó don Juan Carlos el conforme, claro y conciso, amplio y contundente, al escudo que el rey de armas diseñó para el Teniente General don Sabino Fernández Campo, conde de Latores, grande de España.
No puede, ni desde luego debe, considerarse el conforme del monarca de España, como un error. Como un mero trámite. Como un accidente. Como un descuido. Se trata de un verdadero, absoluto y fehaciente deseo, cabe suponer, de establecer la figura de un rey de armas para atender las necesidades de reconocimiento de nuevas armas. Las solicitudes de confirmación de sucesiones nobiliarias. Las solicitudes de rehabilitaciones. Y en fin, cualesquiera tareas propias de la condición de rey de armas.
Pero corren tiempos difíciles para un reconocimiento de esta índole. Corren tiempos adversos para establecer en estos reinos, en España, la figura de un rey de armas que atienda algo tan evidente, tan obvio, tan necesario, como los requerimientos armeros y nobiliarios.
Y la pregunta surge de forma espontánea. De forma evidente. En absoluto reivindicativa. ¿Hasta cuando la espera de un reconocimiento institucional de la necesaria realidad de un rey de armas, o aún mejor, de un colegio de armas para toda España?