Seguro que no ha reparado en la anécdota. En este tedioso blog hay una única palabra que no se ha permitido, que no se ha escrito. Una única voz imposible. Vendría a ser mi Hápax legómenon inexistente.
Cuando se me ha remitido cualquier escrito, sopese improbable lector los muchos que jalonan la vida de esta página virtual, aunque se tratara de la tesis doctoral del más insigne de los heraldistas, he repasado detenidamente el texto para intentar encontrar la palabra maldita y, localizada, he procedido a su sustitución. Siempre con sigilo pero de forma implacable.
La palabra maldita, hoy tampoco se añadirá porque me resulta malsonante, es aquella que se podría definir como la forma de Estado contraria a la monarquía. Del latín res pública.
Sí, efectivamente podrían haberse sustituido otras voces ¿verdad? Deberían haberse aliviado algunas otras que se han vertido en esta cadena de entradas que suponían verdaderos insultos de unos heraldistas contra otros. Pero en ese asunto no me he permitido entrar. Allá cada cual con su supuesta posesión de la verdad.
Esa palabra maldita que evito incluso en la conversación oral, ha quedado para siempre desterrada de este blog y confío por el bien de la Patria en que, a pesar de todo lo que está sucediendo en el entorno de la real familia en estos últimos meses, en el futuro no deba responder ¡viva! cuando la escuche.