Recordando la anécdota que el propio monseñor Heim explicó, relativa a la propuesta que recibió del santo padre Juan XXIII de creación de una oficina encargada de los asuntos heráldicos en el seno de la Iglesia, que se ha reseñado ya en varias ocasiones en este blog, se desea recordar, improbable lector, que esa oficina había existido con anterioridad. En consecuencia no se hubiera tratado de una creación ex novo, sino de una recreación.
Y es que, antes de la incorporación violenta al reino de Italia, siendo los Estados Pontificios un reino independiente, en 1853, se fundó el Instituto Heráldico Romano cuyo fin era regular el diseño de creación y el posterior uso de armas por parte de los eclesiásticos.Este recuerdo viene a colación ante la evidente vuelta atrás por parte del actual pontífice romano, Benedicto XVI, en muchas costumbres que se habían ido perdiendo, entre las que cabe citarse el retorno al uso litúrgico de la lengua universal de la Iglesia, el latín, el uso de vestimentas ya olvidadas y la vuelta al recurso heráldico como ornamento de las nuevas prendas litúrgicas que ha recreado el actual papa:
No parece descabellado que, ante este retorno a costumbres que ya muchos consideraban desgraciadamente perdidas, se pueda aún aspirar a que se recree ese Instituto Heráldico del Vaticano, que tan necesario orden establecería en la elección de armas por parte de los prelados y demás dignidades eclesiásticas.Por supuesto, para dirigir esa oficina se debería recurrir a un individuo de sobrada capacidad heráldica, de reconocido saber heráldico eclesiástico, sin duda el padre don Guy Selvester, maestro heraldista. Acompañan a estas líneas las armas de las diócesis de Westminster, con palio de plata; Breda, con lis y sotueres de plata; Haarlem, que recuerda las cruzadas; Birmingham, un partido con tres cruces del uno al otro y Clifton, con coronas y calvario.
Y es que, antes de la incorporación violenta al reino de Italia, siendo los Estados Pontificios un reino independiente, en 1853, se fundó el Instituto Heráldico Romano cuyo fin era regular el diseño de creación y el posterior uso de armas por parte de los eclesiásticos.Este recuerdo viene a colación ante la evidente vuelta atrás por parte del actual pontífice romano, Benedicto XVI, en muchas costumbres que se habían ido perdiendo, entre las que cabe citarse el retorno al uso litúrgico de la lengua universal de la Iglesia, el latín, el uso de vestimentas ya olvidadas y la vuelta al recurso heráldico como ornamento de las nuevas prendas litúrgicas que ha recreado el actual papa:
No parece descabellado que, ante este retorno a costumbres que ya muchos consideraban desgraciadamente perdidas, se pueda aún aspirar a que se recree ese Instituto Heráldico del Vaticano, que tan necesario orden establecería en la elección de armas por parte de los prelados y demás dignidades eclesiásticas.Por supuesto, para dirigir esa oficina se debería recurrir a un individuo de sobrada capacidad heráldica, de reconocido saber heráldico eclesiástico, sin duda el padre don Guy Selvester, maestro heraldista. Acompañan a estas líneas las armas de las diócesis de Westminster, con palio de plata; Breda, con lis y sotueres de plata; Haarlem, que recuerda las cruzadas; Birmingham, un partido con tres cruces del uno al otro y Clifton, con coronas y calvario.