Efectivamente, improbable lector: este blog versa sobre heráldica. Pero hoy no. Hoy recordaré que la tradición nos ha participado que durante el primer jueves santo, hace un montón de años, se estableció la esencia de nuestra religión cristiana: entrega.
Desde su inicio, la Iglesia propone en este preciso día el recuerdo de la cena de despedida que Jesús realiza con sus discípulos y los dos acontecimientos principales que durante su larguísimo desarrollo resultan más significativos: el lavatorio de los pies y la institución de la eucaristía.
Habrá reparado en el asunto, improbable lector, pero no es vano recordar que los tres evangelistas que narran la institución de la eucaristía no hablan del lavatorio de los pies, mientras que Juan, en su tardío evangelio, narra el lavatorio de los pies y nada menciona de la institución de la eucaristía. Probablemente porque se había convertido ya en un rito mágico y formal, vacío de contenido, y quiso recuperar para la conmemoración dominical de la última cena el carácter de recuerdo de Jesús como don, como entrega. "Yo estoy entre vosotros como el que sirve".
Jesús toma un pan y mientras lo parte y lo reparte dice: esto soy yo. Cuerpo en la antropología judía del tiempo de Jesús, quería decir persona. Hoy hubiera expresado algo así como: meteos bien en la cabeza que yo estoy aquí para partirme, para dejarme comer, para dejarme masticar, para dejarme asimilar, para desaparecer dando mi propio ser a los demás.
La sangre simbolizaba la vida en la tradición judía. Ante las jambas de las puertas de las casas de Egipto que estaban marcadas con sangre el ángel exterminador pasó de largo. La sangre era el perfecto símbolo de la vida. Y Jesús dice: Yo soy sangre que se derrama por todos, que da vida a todos. Esto soy yo. Y esto tenéis que ser vosotros.
La secular insistencia en la presencia real de Cristo en la eucaristía ha convertido el sacramento en una realidad misteriosa, insondable y carente de valor alguno de cara a adquirir un compromiso de entrega a los demás.
Concluyo ya de aburrirle, improbable lector. Seguramente, lo que Jesús quiso decirnos con los gestos que hoy se conmemoran es que el objetivo de su existencia fue darse; que vino al mundo no para que le sirvieran, sino para servir; manifestando de esta manera que su meta, su fin, su plenitud humana, solo la alcanzaría a través de la entrega al prójimo.