Aunque el asunto no es heráldico, evidentemente, hoy se desea recordar, improbable lector, el lenguaje de las tarjetas.
En un tiempo no tan lejano, desde luego más lento que el actual, en que las largas tardes de ocio se empleaban realizando y recibiendo visitas a los vecinos más o menos cercanos, las tarjetas eran de uso cotidiano.
Hoy han quedado relegadas prácticamente al entorno mercantil.
Reminiscencia de un pasado más acorde al temperamento de un verdadero heraldista se expone su lenguaje, basado en las dobleces que se practican sobre las propias tarjetas, confiando en que se vuelva a introducir entre las costumbres cotidianas de estos extraños tiempos.
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