lunes, 26 de julio de 2010

LO NUNCA VISTO, DE DON JOSÉ MARÍA DE MONTELLS

Se dio cumplida noticia hace unos días de un nuevo libro escrito por don José María de Montells y Galán con sugerente título: Lo nunca visto.

Con la debida autorización del autor, se expone a continuación para su recreo, improbable lector, un capítulo del mismo:

LA ORDEN DE LA MOSCA DE ORO


A medida que pasa el tiempo, me doy cuenta que llevo escribiendo toda la vida sobre dos o tres temas y que el resto, es dar vueltas a lo mismo. Tengo algunos favoritos. Un argumento al que siempre regreso es el del diablo. Me resulta curioso que siendo asunto que me interesa desde siempre, nunca haya soñado con el Malo. Uno es de soñar mucho, pero el Señor Príncipe de los Infiernos no existe en mis fantasías, a Dios gracias.

Otro tema que visito con frecuencia es el de las órdenes de caballería, al que le he dedicado algunos libros y sensatos artículos. Ahora leo un admirable tratado titulado De Satán, de Giacomo Rendini, fino escritor de acertada y leve pluma e italiano de nación y pienso que son pocos los autores que mencionan aunque sea de pasada, a la gran caballería de las sombras. Quizá el que más conozca yo, sea al simbolista belga Georges Rodembach, el autor de Brugges la Morte, que escribió una pequeña pieza sobre Belcebú, no recuerdo el título, que cito de memoria. Hay en la moderna literatura belga, tanto flamenca como valona, una fascinación por los abismos que está por estudiar.

Consecuencia de todo ello es que llevo algún tiempo sin escribir sobre demontres y la lectura del libro de Rendini y el súbito recuerdo de Rodembach, me impelen una vez más a volver sobre satanes varios, demonios mayores y menores, íncubos y súcubos, ángeles condenados por su soberbia y otros rebeldes que han ido ingresando en la orden infernal de la Mosca de Oro.

La verdad sea dicha, es que no veo al Señor de los Abismos sobre caballo blanco alanceando al moro. Así que convendremos en que lo de la Mosca Dorada es una contra-caballería perversa, otro invento del mal. Tengo escrito que cada verano de la boca del demonio, salen las 666 moscas que poblarán el mundo las tardes del estío. Las moscas, está claro, proceden del fuego eterno, quizá de alguna nefanda coyunda que nos está vedado imaginar. Es el insecto del Maligno por excelencia, pese a que entre eruditos, corre la especie de que el escudo de Belcebú se pinta de oro, tres sapos de sinople.

Está escrito en Rodembach y en esto le siguen muchos autores, que Belcebú es el señor príncipe de los satanes y Gran Maestre de la Orden de la Mosca Dorada. Una caballería que se otorga pocas veces y por méritos muy contrastados. No prodiga Belcebú su concesión, así como así. Hay que demostrar, con juicio contradictorio, la clase de mal que se ha perpetrado y si su resultado ha sido la condenación eterna del humano que fuere tentado. En esto, el demonio es implacable y no admite recomendaciones. Collin de Plancy se ha referido a la Orden como una organización del mal creada para favorecer las acciones del señor diablo don Belcebú.

La dicha orden es muy antigua, ya que fue creada por Lucifer en el mismo momento de la rebelión de los ángeles, cuando la gran batalla. El diablo Belcebú fue nombrado caballero de ella y al poco, Lucifer delegó en él, su Gran Magisterio. Es propiedad de su condición que su insignia cambie según sea vista por alma cándida o pecadora, así que no puedo describirla cabalmente que no soy decididamente ni una cosa ni otra. Me consta que no se conoce fábrica alguna donde se manufacture, ni siquiera en Cejalvo.

Pese a que hay quien niegue su existencia, autores hay, de gran prestigio y autoridad, que señalan que Belcebú tiene buena planta y su apariencia toma a veces colosales proporciones; de rostro abultado, coronado con una cinta de fuego, provisto de cuernos como el macho cabrío, hirsuto, oscuro y amenazante, siempre se manifiesta a los humanos, con enormes alas de murciélago. En nuestra época, muy poca gente reconoce a la bestia. No tiene referencias. Viene pintado en algunos códices medievales, pero en los tiempos que corren, se ha renunciado a su representación.

Son cosas de la Edad Moderna, que se retira del saber antiguo y nos empobrece más y más, sustituyendo la ciencia aquella por la evidencia estulta. Para el común, lo que no puede demostrarse, no existe. Craso error de las luces de la razón. Hoy se sabe que la demonología está en franca decadencia. No digamos la zoología que se contiene en los bestiarios. Del hipotrino, por ejemplo, salvo algún erudito, ignorancia absoluta. En la heráldica inglesa, todavía se dice del monstruo que tiene cuerpo de camello, cabeza de jabalí y patas, pezuñas y cerdas de buey. Lo sorprendente es que canta como el ruiseñor. Es decir: trina. De ahí el nombre. En los caminos, se ve rara vez. Un ypotrill de las mismas señas está en una iglesia de Armagh, la sede primada de Irlanda, bajo la sandalia de San Patricio vencedor. Pero allí dicen que es un demonio. Y le llaman Belial, el que en humana forma, gusta del baile.

Este Belial, de las legiones del Infierno, es el satán más adicto al jolgorio y a las diversiones. Tiene la Placa de la orden de la Mosca, de cuando logró que Otelo matase a Desdémona, por celos infundados. No canta, carece de buena voz para caruso. Según doctos y sabios autores, este diablo es de naturaleza giroscópica. O sea, que gira sobre sí mismo como Fred Astaire o Gene Kelly. En esto están de acuerdo todos los que han tratado el tema.

Las demás características del Maligno son contradictorias: Mandeville en su Libro de las Maravillas del Mundo, tiene escrito que Belial es alto y bien parecido, de mediana edad y muy pocas palabras. Sir Henry Fletcher, por el contrario, asegura que luego de embutirse en un terno gris de raya diplomático, padece incontinencia verbal. Para don Álvaro Cunqueiro, sin embargo, es de la raza de los silenciosos.

Cunqueiro se topó con el Malo, por las calendas de San Tirso, en Mondoñedo, su tierra natal y a lo primero, no le reconoció, pese a tenerle muy estudiado. El Belial que digo, era un mozo con boina, los ojos colorados y los pies grandes. Un tipo corriente. El escritor supo que era Belial por la señal de sus manos. Son palma por ambos lados: verso y reverso. Por lo demás, ese día se comportó muy correctamente. No suele hacerlo.

Su moderna especialidad es el estruendo de las guitarras eléctricas y sus derivados. El satán se las ingenia para que la gente pierda la cabeza y el alma, a un mismo tiempo. No anda descaminado el Papa de Roma cuando dice que el rock es diabólico. El baile todo es cosa del demonio, cosa del hipotrino.

No así la danza ni la música, que son propias del Paraíso. Llega un alma a la presencia misericordiosa del Señor y suenan las trompetas de los arcángeles que proclaman el Juicio Final. Según mis noticias, ha pasado recientemente con el Negus y eso que el Rey de Reyes era cismático copto. Siempre que suena una música de clarines en el Cielo es un alma que está a punto de salvarse.

En época tan poco propicia como la nuestra, pocos saben que son muchos los rostros del Malo. El mismo Lucifer, el dador de luz, es asimilado a Satanás. En el Cristianismo, Lucifer y Satanás, son la misma entidad, debido a la identificación hecha por algunos de los padres de la Iglesia, como San Jerónimo. Pero existen ciertas leyendas, que explican que Lucifer, fue el primero de los ángeles caídos, no Satán, y que él, es quien gobierna los abismos del Averno, ese jardín de la noche tenebrosa.

De manera que ya supondrá el lector que la dicha Orden se otorga rara vez. Si el favorecido con la Placa de la Mosca es un humano, es costumbre que el diablo le juegue una mala pasada. No le quepa duda al lector que para que el hombre sea acreedor de esta infernal caballería han sido muchos y extraordinarios sus merecimientos. Que yo sepa, esa alma descarriada es recibida en la asamblea de los caballeros grandes placas que le acogen con grandes muestras de satisfacción. El propio Belcebú le saluda y después de abrazarle, le impone la insignia que se sujeta al frac del neófito por medio de una aguja. Al momento esa aguja cobra vida y se transforma en un aguijón o estilete que se clava en la carne del desgraciado por los siglos de los siglos. Bromas crueles del Señor de los Infiernos. El hombre amado por los demontres sufrirá toda una eternidad, salvo que la misericordia infinita de Dios, a la postre, le salve. Quizá en el Final de los Tiempos.

Hay listas de sus miembros que estremecen: Si Lucifer es su Cabeza Soberana y Belcebú, su Gran Maestre, el demonio Belial figura en el escalafón como Placa, mientras que Belfegor, el Baron Samedi y Leviatán son Grandes Placas, por sus maldades, sin duda.

Refiriéndose a Belial, la bruja Marie Sains, que se había entregado al demonio, dijo reconocer en él al rey de los infiernos, creado después de Lucifer y uno de los satanes mas poderosos, ya que fue uno de los primeros en rebelarse. Antes de su pecado perteneció a la Regla de las Virtudes y de los Arcángeles, pero ahora es el más vicioso de los demonios. Es seductor, atractivo e indolente. Tiene el poder de provocar el amor malsano, el arrebato de las pasiones incontenibles y la perdición de las almas en la lujuria. Incendió el débil corazón de Eloísa y condenó el alma de Abelardo.

Yo tengo sabido muchas cosas del Diablo y de su Orden de la Mosca. Pero no me atrevo a desvelarlo todo. Es tema que he investigado y me preocupa particularmente. También su imagen. Su manifestación física, que nosotros interpretamos como humana, lejos de la consabida del macho cabrío, del dragón o el hipotrino.

El que mejor lo ha retratado modernamente es Mel Gibson en esa película admirable que es La Pasión. Satán es la presencia oscura, un ser andrógino, enigmático, que pasa ante la cámara, en los momentos en los que Cristo sufre. Cae Nuestro Señor por el peso de la Cruz, camino del Gólgota y el Diablo se alegra. Se le ve en su negra mirada. No sabe que su sufrimiento, redime al hombre. No percibe que la muerte de Nuestro Señor, le envía para siempre a su reino de sombras.

Conviene recordar que Belial o Lucifer es también la bestia. Un dragón bajo los pies de San Jorge vencedor. Ese tosco diablo sobre el que triunfa el Arcángel San Miguel, del que soy tan devoto. Un hipotrino, una perversa alimaña. Lo que acontece es que ya no se presenta como tal. Ha variado su disfraz. Hoy se exterioriza como un hombre moderno. Le va mejor así. Aunque por veces le delate su mucha arrogancia.