Escribe un meditado mensaje don Juan Fernández Molina y Ruiz de Aranda, compañero de armas, heraldista, artista heráldico con blog propio, de quien ya se habló en este espacio virtual. Las que siguen a estas líneas son sus armas.Remite una serie de ideas en respuesta al reciente mensaje que don Juan Cartaya expuso hace escasos días. Estas son sus palabras.
Estimado Sr. Carrión:
Sirvan estas palabras para dar a conocer mi postura, que no para discutir, la carta expuesta en su blog por parte del Sr. D. Juan Cartaya Baños hace unos días.
Siendo cierto que estoy muy lejos de ser una voz autorizada en la materia, si que me gustaría dar mi opinión al respecto:
La realidad de la heráldica española nos viene dada por la falta de uno de los valores primordiales que pregonaba Don Vicente de Cadenas y Vicent, gran referente para cualquiera que quiera acercarse a la ciencia del blasón, como es el de la “universalidad” de ésta. En nuestra querida patria, la heráldica ha sido en realidad (sobre todo a partir del S. XVII) patrimonio casi exclusivo de la aristocracia, que a raíz de continuadas uniones matrimoniales entre ese estrato social, ha dado lugar a que se repitan de manera sistemática los muebles, borduras, etc. a los que el Sr. Cartaya Baños hacía referencia.Cosa bien distinta sería la realidad de la heráldica española si ésta hubiera sido de uso común en el resto de la población al igual que lo ocurrido en países como Alemania.
El fin primordial de un escudo de armas, sin riesgo a equivocarme, es la sencilla identificación del dueño de éste o de su linaje, y esto, a base de la repetición de borduras cargadas de aspas y de escudos amueblados de encinas, torres o calderas, por citar algunos de los más comunes, es francamente complicado; aún más cuando la inmensa mayoría de estas armas se encuentran labradas en piedra como es de común en tierras hispanas.
Creo que la heráldica no debe ser en absoluto una ciencia estanca y precisa de una renovación. Actualmente se empieza a producir en España un pequeño renacer de esa “universalidad” de la heráldica, gracias en parte (gran parte) a personas como el Sr. Carrión, que acercan nuestra amada ciencia a la gente con su labor.Esto hace que haya cada vez un mayor número de personas que se deciden a adoptar armas nuevas y que quieran (en mi opinión, muy acertadamente) que éstas no resulten similares a las ya existentes, y de esta manera favorecer la finalidad primera de un escudo de armas que es su rápida identificación, pero sin renunciar a una imagen clásica , por lo que es obligado el recurrir en ocasiones a elementos tomados de heráldicas foráneas como fuente de inspiración o a la innovación por parte del artista al que le son encargadas.
Sin duda, comparto su opinión en lo relativo al mal gusto de algunas de las armas que podemos ver tanto en internet como por otros medios, pero esto es algo que ocurre tanto ahora como en muchas de las armerías antiguas que todos hemos podido observar.
Para concluir y no resultar excesivamente espeso (por no decir pesado), si que me gustaría recordar que tanto con rey de armas, como sin él, las normas que rigen la heráldica son las que son y nadie puede desautorizar (ni pudo en tiempos) el escudo que las guarde, por más horripilantes que éstas puedan aparecer ante nuestros ojos; sólo pueden ser objeto de tal censura las impropias o las ya existentes.
Atentamente:
Juan Fernández Molina y Ruiz de Aranda
Estimado Sr. Carrión:
Sirvan estas palabras para dar a conocer mi postura, que no para discutir, la carta expuesta en su blog por parte del Sr. D. Juan Cartaya Baños hace unos días.
Siendo cierto que estoy muy lejos de ser una voz autorizada en la materia, si que me gustaría dar mi opinión al respecto:
La realidad de la heráldica española nos viene dada por la falta de uno de los valores primordiales que pregonaba Don Vicente de Cadenas y Vicent, gran referente para cualquiera que quiera acercarse a la ciencia del blasón, como es el de la “universalidad” de ésta. En nuestra querida patria, la heráldica ha sido en realidad (sobre todo a partir del S. XVII) patrimonio casi exclusivo de la aristocracia, que a raíz de continuadas uniones matrimoniales entre ese estrato social, ha dado lugar a que se repitan de manera sistemática los muebles, borduras, etc. a los que el Sr. Cartaya Baños hacía referencia.Cosa bien distinta sería la realidad de la heráldica española si ésta hubiera sido de uso común en el resto de la población al igual que lo ocurrido en países como Alemania.
El fin primordial de un escudo de armas, sin riesgo a equivocarme, es la sencilla identificación del dueño de éste o de su linaje, y esto, a base de la repetición de borduras cargadas de aspas y de escudos amueblados de encinas, torres o calderas, por citar algunos de los más comunes, es francamente complicado; aún más cuando la inmensa mayoría de estas armas se encuentran labradas en piedra como es de común en tierras hispanas.
Creo que la heráldica no debe ser en absoluto una ciencia estanca y precisa de una renovación. Actualmente se empieza a producir en España un pequeño renacer de esa “universalidad” de la heráldica, gracias en parte (gran parte) a personas como el Sr. Carrión, que acercan nuestra amada ciencia a la gente con su labor.Esto hace que haya cada vez un mayor número de personas que se deciden a adoptar armas nuevas y que quieran (en mi opinión, muy acertadamente) que éstas no resulten similares a las ya existentes, y de esta manera favorecer la finalidad primera de un escudo de armas que es su rápida identificación, pero sin renunciar a una imagen clásica , por lo que es obligado el recurrir en ocasiones a elementos tomados de heráldicas foráneas como fuente de inspiración o a la innovación por parte del artista al que le son encargadas.
Sin duda, comparto su opinión en lo relativo al mal gusto de algunas de las armas que podemos ver tanto en internet como por otros medios, pero esto es algo que ocurre tanto ahora como en muchas de las armerías antiguas que todos hemos podido observar.
Para concluir y no resultar excesivamente espeso (por no decir pesado), si que me gustaría recordar que tanto con rey de armas, como sin él, las normas que rigen la heráldica son las que son y nadie puede desautorizar (ni pudo en tiempos) el escudo que las guarde, por más horripilantes que éstas puedan aparecer ante nuestros ojos; sólo pueden ser objeto de tal censura las impropias o las ya existentes.
Atentamente:
Juan Fernández Molina y Ruiz de Aranda