Remite un interesante comentario
don Carlos Alberto Cerda Acevedo ahondando en el asunto de la heráldica ficticia que, como buen heraldista, reclama su atención. Éstas son sus palabras:
Estimado don José Juan:
Junto con saludarle, agradecerle sus publicaciones, como la de 19 del corriente, que me hizo recordar una anécdota, si no me equivoco, del escritor británico George Bernard Shaw:
Le presentan a una señora un tanto agria.
Él le dice: - Qué bien se ve usted -
A lo que ella responde: - Gracias, lástima que no pueda decir lo mismo de usted -
A lo que el escritor replica con ironía: - ¡Claro que sí puede... siempre que mienta tan bien como yo! -
Quizá esta inteligente respuesta -certera mordacidad que no se opone a los modales de un caballero- le sirva de ejemplo para otra ocasión como la descrita en su blog.
Tras este comentario introductorio, quisiera coadyuvarle en su pasatiempo de la heráldica ficticia, empezando por una novela con la que me identifico mucho (porque la personalidad del protagonista me recuerda a la de mi difunto abuelo): El Maestro de Esgrima, de D. Arturo Pérez-Reverte, una obra que trata, entre otros temas, acerca de la supervivencia de los ideales del honor y la fidelidad en un mundo que los ignora.
Tal vez este libro ya es conocido por usted, por lo que mi opinión le resultará repetida. No obstante, no es redundante recordar que en el Capítulo Segundo, Ataque falso doble, el autor describe la biografía del protagonista, el maestro de armas don Jaime Astarloa, que cuenta cuando éste se gradúa con altos honores de la Academia de Armas de París, para después abrir su salón de esgrima en donde cuelga el escudo de armas de su linaje. Transcribo a continuación las líneas pertinentes:
"En su salón colgó el antiguo escudo del solar de los Astarloa: un yunque de plata en campo de sinople, con la divisa: A mí. Era español, ostentaba un sonoro apellido de hidalgo, y tenía razonable derecho a lucir un escudo de armas. Además, manejaba el florete con diabólica destreza..." (Cfr. Pérez-Reverte, A.: El Maestro de Esgrima, Santillana-Punto de Lectura, 2004 [ed. Bs. Aires], p. 87).
El referido blasón de la obra se ilustra en archivo que adjunto al mensaje:
Espero que mi aporte a su blog le sea útil.
Reciba vd. mi atento saludo,
Carlos Alberto Cerda Acevedo
P.D.: Además, se me ocurrió que también podría aludir, dentro de la heráldica ficticia, a las armas gentilicias de James Bond, que se muestran en la película Al Servicio Secreto de Su Majestad, cuando el agente secreto visita el College of Arms, investigando una pista sobre el paradero de su enemigo jurado, Blofeld.
Si recuerdo bien, se trata de un escudo de plata, con un chevrón de azur, cargado de tres bezantes de oro, con un cantón de plata, cargado de una mano sangrante (que es el distintivo propio de los baronet del Reino Unido).
Añado, al muy jugoso mensaje de don Carlos, un insulso comentario relativo al escudo atribuido al personaje de ficción James Bond. Efectivamente, las armas que se le asignan en la película citada más arriba por don Carlos Cerda pertenecieron a un Bond. Exactamente a Sir Thomas Bond de Peckham, primer baronet de idéntico título, Peckham, que murió en 1685.
Cuenta la red que, aunque el personaje del agente 007 ostenta tales armas y se apellida de la misma forma, no existe parentesco aparente entre el personaje de ficción y el que realmente vivió en el siglo XVII.
Curiosamente, no solamente las armas de sir Thomas Bond, sino el mismo lema, El mundo no es suficiente, se adoptaron para el personaje del agente secreto.