Con el Real Decreto 281/2001, sobre la creación y uso del estandarte del príncipe de Asturias se produjo una notable indignación entre los entendidos en la materia. Las armas que se definieron para el príncipe se dibujaron de esta forma en el propio BOE:
Recuerdo muy nítidamente haber leído en la biblioteca del Cuartel General del Ejército del Aire, donde se recibe la suscripción, el editorial de la revista Hidalguía correspondiente a esa fecha. El entonces rey de armas decano, don Vicente de Cadenas y Vicent, se indignaba con dos aspectos de las armas que se creaban para el príncipe:
Primero: Por un lado, y con evidente razón, con la forma del escusón: Ovalado.
Este escusón representa las armas de la dinastía reinante: Borbón-Anjou. Y es ovalado porque nadie se ha molestado en modificarlo desde que la moda del momento así lo reprodujo en tiempos del rey don Carlos III.
Como sabe, improbable lector, la forma ovalada es más propia de mujeres que de hombres. Así ha sido siempre y no se entiende esta forma en el centro de nuestro escudo, cuando la dinastía reinante no es ocupada por una reina titular.
Tanta razón tenía el ínclito rey de armas que nuestro rey don Juan Carlos, que Dios guarde, ha modificado su propio estandarte para evitar esa forma en el escusón. Añado fotografía de baja calidad del estandarte actual del rey que demuestra que ya se ha corregido el error del escusón:
Segundo: El otro motivo de indignación era el que se dispusiera brisura en las armas del príncipe. En concreto el lambel con forma medieval. Como sabrá, improbable lector, el lambel es esa "faja" azul, con tres pendientes de igual color que se sobreponen al escudo del príncipe y que impiden ver con plenitud los cuarteles correspondientes a los antiguos reinos de Castilla y de León.
El rey de armas se indignaba y explicaba en su editorial algo evidente: El reino y el rey comparten las armas. Es cierto. Solo se pueden distinguir por los ornamentos exteriores. También cierto. Y proponía que igual se hiciera con el príncipe: Que ostentara las mismas armas que su padre, el rey, y que el reino, España. Dejando que fuera solo el timbre exterior, la corona, el que aclarara si el escudo pertenecía al rey o al heredero.
Pero no debe ser así. Es mi parecer. El rey y el reino comparten las armas y así debe ser porque como tales se formaron las armas de los reinos: Porque existía un rey, en su momento, que ostentaba esas armas, que luego pasaron a ser de cada uno de los reinos, cuando originalmente y durante siglos, solo representaron a la persona, al rey. Es decir, en la persona del rey de España se dan cita las titularidades de los reinos que hoy conforman España. En consecuencia, como titular de la nación, comparte las armas con la misma.
Observe lector, gráficamente, lo que se expone en relación con que las armas del rey y del reino son las mismas: Las armas del reino, tal como se dibujaron en el BOE al promulgar la Ley 33/81 de 5 de octubre, que describía el escudo de España:
Y las armas del rey don Juan Carlos, que se describen en la Regla número 1, del Título II, del Real Decreto 1511/1977, de 21 de enero, por el que se aprueba el Reglamento de Banderas y Estandartes, Guiones, Insignias y Distintivos:
Y ahora los escudos que hemos visto, sin ornamentos exteriores. Sin coronas, sin columnas y sin toisones:
Como explicaba, ambos escudos son uno solo. Seis cuarteles: Castilla, León, Aragón, Navarra y Granada. El sexto es, en el centro, Francia, que representa las armas de la dinastía Borbón.
Continuo lo que exponía: El heredero no es el rey. No debe tener las mismas armas. Me parece algo evidente. Aunque no debe serlo tanto cuando el tema se discute. A mi humilde juicio los ornamentos exteriores son eso: Exteriores. Ajenos realmente a la heráldica en buena medida.
No olvidemos que la heráldica se inició con escudos. Escudos verdaderos. Maderas a las que se daba una forma de almendra y en las que se dibujaban unos símbolos para identificarse.
Los ornamentos exteriores son siglos mas jóvenes. En consecuencia el príncipe, que es eso: heredero, pero no rey, debe distinguir su escudo del de la nación y del titular de la misma. Y para hacerlo, añade un lambel a las armas nacionales. Correctísimo a mi juicio. Acertado. De buen gusto. Y además, en vez de escoger ese extraño lambel moderno se recurre al lambel medieval. Más explícito. Más extenso. De mejor tono.
En las armas del heredero, el decreto del 2001 timbraba con corona de príncipe: En lugar de ocho diademas que tiene la corona real, de las que solo se ven cinco, se ponen cuatro, de las que solo se ven tres. Correcto. Pero, insisto: El escudo en sí mismo ha de ser diferente. Los ornamentos, nadie lo discute, también.
Y por último, el escudo del príncipe sin ornamentos exteriores, tal como se podría colgar en su propio palacio, manteniendo esa costumbre tan española de decorar con escudos:
EL COLOR DEL LEÓN
En las esquinas de la viñeta que acaba de apreciar, improbable lector, se aprecian los castillos y los leones propios del monarca y del reino origen de las cantigas. Pero el león ¿es púrpura, es rojo, es marrón o es... ¡rosa!? De todos esos colores es posible verlo representado hoy, en escudos institucionales:
Púrpura:
Gules, el más habitual, para que todos los cuarteles, los seis del escudo nacional, contengan gules y oro, los colores de la bandera que lo soporta:
Marrón, que es un color inexistente en heráldica, como sabe, improbable lector:
Y atención, improbable lector, como la pantera, ROSA:
Se insiste: El león debe representarse de color rojo cumpliendo que todos los cuarteles contengan gules y oro, los colores del soporte de las armas del rey y del reino, los colores de la bandera.Las entradas que acaba de leer, improbable lector, se publicaron el
3 de noviembre de 2007 y el
22 de marzo de 2008.