Para terminar con esta serie de entradas sobre la diócesis primada de estos reinos, hoy se propone este retrato, en el que se pueden apreciar las armas del que fuera, mientras transitó por el mundo, don Vicente Enrique cardenal Tarancón.
De santa memoria, y gran fumador de puros con cuyo humo, cuentan las malas lenguas, fue capaz de marear a un par de cónclaves completos, España entera debe a este príncipe de Iglesia el haber sido capaz de apagar los ánimos encendidos de muchos católicos que podrían haber reavivado la llama de una nueva guerra civil en estos reinos a la muerte del general Franco, anterior jefe del Estado.
De santa memoria, y gran fumador de puros con cuyo humo, cuentan las malas lenguas, fue capaz de marear a un par de cónclaves completos, España entera debe a este príncipe de Iglesia el haber sido capaz de apagar los ánimos encendidos de muchos católicos que podrían haber reavivado la llama de una nueva guerra civil en estos reinos a la muerte del general Franco, anterior jefe del Estado.
Además, es digno de ser recordado por haber tenido la valentía de abogar por la democracia desde la misma misa, por él oficiada, de coronación del actual y excelente rey don Juan Carlos, que Dios guarde, en un tiempo en que hablar de democracia era considerado sinónimo de comunismo.Se añade como curiosidad que es el único arzobispo que, en los apenas mil ochocientos años de historia de esta diócesis, abandonó la sede primada, Toledo, la capital eclesiástica de España, para ser trasladado a otra sede, Madrid.