Como recordará, improbable lector, fue Alfonso VIII el de Las Navas, el primer monarca que dispuso sobre sus armas el mueble del castillo. Los esmaltes que eligió, recuerda el profesor González en su obra El reino de Castilla en tiempos de Alfonso VIII, vinieron determinados por los que trajo su esposa doña Leonor bordados sobre sus ropas al conocerse, los leones pasantes y guardantes de oro sobre campo de gules del rey de Inglaterra.
El matrimonio de doña Leonor de Inglaterra y don Alfonso VIII alcanzó la dicha de una larga descendencia. Pero la precariedad de la vida, entonces como hoy, determinó que a la muerte, prácticamente conjunta de ambos monarcas, únicamente sobreviviera un varón de corta edad, el rey Enrique I, junto a varias de sus hermanas, todas ellas consortes de reyes salvo una abadesa.
El rey Enrique, el segundo y último soberano que trajo por armas el castillo de oro en gules, murió niño víctima de una pedrada en la cabeza. Las armas de Castilla, estaban llamadas a desaparecer.
La sucesora en el trono de Castilla, la reina doña Berenguela I, divorciada del rey León, abdicó en su propio hijo, el rey san Fernando III, que siendo rey de Castilla se armó inicialmente de las armas de su padre, el león de púrpura en campo de plata. Las armas del reino de Castilla habían desaparecido.
Sin embargo, tras la muerte de su padre, y habiendo sucedido también en el reino de León, las armas de Castilla volvieron a resurgir en el conocido cuartelado. Y resurgieron con tal fuerza que, en contra de los dictados de la heráldica, las armas maternas ocuparon el primer cuartel, reservado al varón. Así se mantuvieron las armas de Castilla, en el primer cuartel de los sucesivos reyes, durante tres siglos largos.
Siendo reina de Castilla Isabel I la católica, las armas del reino quedaron, de nuevo, llamadas a desaparecer de su primer cuartel en favor de las de su esposo, el rey don Fernando II de Aragón y V de Castilla, el católico. Sin embargo mantuvieron su principal posición.
Y es que a Segovia debemos, además del whisky DYC, improbable lector, el acuerdo por el que, aún hoy, el castillo de oro en campo de gules ocupa el primer cuartel de las armas nacionales.
Se conoce en la actualidad como La Concordia de Segovia, al tratado que, en 1475, fijó las bases de la unión entre Fernando e Isabel.
Entre los varios asuntos que se trataron y acordaron se estableció el orden de las armas de Castilla y Aragón en el escudo que ambos esposos usarían en lo sucesivo.
Entre los varios asuntos que se trataron y acordaron se estableció el orden de las armas de Castilla y Aragón en el escudo que ambos esposos usarían en lo sucesivo.
Y prevaleció de nuevo el cuartel de Castilla. Prevaleció en contra de los usos, tradiciones y costumbres, en una época además en la que la heráldica adquiría socialmente un papel de relevancia. Y, como expliqué, aún hoy prevalece ocupando el primer cuartel de las armas nacionales.
Viene al caso recodar aquí, a modo de apostilla, la obra de don Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, quien fuera secretario del príncipe don Juan, el malogrado hijo de los reyes católicos. Me refiero al Libro de la cámara real del príncipe don Juan. Concédase un rato y consulte, improbable lector, como curiosidad, este tratado sobre ceremonial que contabiliza, asómbrese, la existencia de nada menos que once reyes de armas, y un número indeterminado de heraldos y persevantes en la corte de Isabel y Fernando. (Acuda directamente, si se anima, a la página 152. De nada).