CARTA ABIERTA A DON JOSÉ MARÍA MONTELLS
Por don Manuel Carmona
Estimado Sr. Montells:
Cuando yo era chaval, me pilló un día el maestro insultando a un compañero. No recuerdo si lo merecía o no, pero ello no viene al caso: la cuestión es que le solté alguna palabra bastante gruesa, y, sin darme cuenta, me encontré en las posaderas con un severo reglazo, impartido con aquella vara graduada que usaba para trazar las rectas en la pizarra cuando explicaba la geometría. No sé qué fue lo que me dolió más, si el no poderme sentar en un rato, o la inmensa seriedad con la que me aleccionó: “Con ese insulto, no sólo ha ofendido a su amigo: también ha faltado al respeto al resto de sus compañeros”.
Tal vez sea por eso, o tal vez por varios años de mi vida en los que los que ser insultado se consideraba pagado en la nómina. El caso es que no tengo la menor predisposición para aguantar a la gente que se cree con derecho a insultar. Y eso es lo que me ha pasado en esta ocasión.
Si me quedo en vela hasta que el Sr. Carrión considera oportuno insertar su artículo diario, es porque este blog me agrada mucho. Y me agrada no sólo por el interés de sus contenidos, sino por el trato inteligente y respetuoso que nos dispensa su autor a todos sus “improbables” lectores. Sólo recuerdo una ocasión en la que, soliviantado por una comunicación intemperante de un habitual colaborador, el Sr. Carrión insertó un apresurado comentario con palabras emponzoñadas, nada propias de su estilo, de las que pronto se debió encontrar arrepentido. ¿Descolgó la entrada anterior, y aquí no ha pasado nada? No. Veinticuatro horas después, encontramos un nuevo artículo disculpándose de aquella actitud ante todos los lectores. Una actitud respetuosa y honorable, como no se puede esperar menos de un caballero y militar de nuestro Ejército español.
Imagínese pues cuál no sería mi sorpresa cuando de repente, a cuenta de uno de tantos temas como se tratan en este blog, nos encontramos en muy pocos días con un amontonamiento de mensajes destemplados, firmados por personas en principio de toda respetabilidad, como son el Sr. Marqués de la Floresta, el Sr. Van Halen, Senador del Reino de España, y el Sr. Montells y Galán, Vizconde de Porta Dei en el Reino de Georgia. Destemplanza que sería admisible si se expresara en términos más contenidos, no así cuando se recurre al insulto. Porque a tan respetables señores parece que les resulta adecuado calificar a un oponente con una serie de lindezas expresadas con más florida prosa, de las que he dado cumplida cuenta en mis anteriores mensajes, y que prefiero tener la delicadeza de no repetir.
Cuando leí aquellos mensajes nada educados, opiniones firmadas por tan respetables señores, bien pude haber pensado que cuando las opiniones son veladas acusaciones infundadas, cuando desde las opiniones se atacan a unos y otros instalado en el Olimpo de una supuesta sabiduría, se abusa del victimismo y se manipula descaradamente cualquier cosa, con tal de arrimar el ascua a su sardina, todo junto se convierte en una conducta reprobable. Ustedes –Sr. Marqués, Sr. Senador del Reino de España, Sr. Vizconde en el Reino de Georgia- han actuado así para ofender a su contrincante, lo que de por sí ya es bastante feo, pero allá ustedes y sus disputas; pero además –como habría dicho mi maestro- han faltado al respeto a todos los lectores de esta publicación virtual.
No, Sr. Montells: siempre se ha dicho que somos esclavos de nuestras palabras y dueños de nuestros silencios. La esclavitud a su palabra escrita me permite ponerles delante del espejo mientras ustedes así lo mantengan. Y son ustedes dueños de sus silencios: bien podrían en cualquier momento haber retirado sus términos. Bastaba con decir que había sido fruto de un momento de indignación, y todos lo hubiéramos entendido, sin necesidad de que se hubieran retractado de sus argumentos. Pero han preferido espetarnos a todos los lectores aquel lenguaje grueso, y así seguimos.
Usted, Sr. Montells, dice que no aspira a convencerme de nada, pero insiste en el argumento ad personam: Sampedro es atrabiliario y reprobable y quiere matar al padre, Floresta no merece una burda cacería tan sólo por su trayectoria a favor de la Heráldica. Pues no Sr. Montells: yo sí aspiro a que usted me convenza. Pero con argumentos, no con santidades ni diabluras. Yo a usted le he dado la razón en lo que me parece que la tiene, y le he aportado mis argumentos –intentando un algo de gracejo o ironía, es cierto, a nadie quisiera herir- y quiero que usted argumente sus posturas; que si apuesta a la grande, enseñe sus reyes. No me vale que defienda al Sr. Marqués insistiendo en su carácter angélico, ni que ampare sus insultos al Sr. Sampedro en que se los merece por malo-malísimo, como si estuviéramos en un patio de colegio.
Dice usted que se reafirma en sus opiniones, que son tan respetables, al menos, como las mías. Agradecido, viniendo de un dispensador de respetabilidades como usted, que afirmó perla tal como que las opiniones son "algunas estimables, y las del señor Sampedro no". Me parece muy bien y muy legítimo que se reafirme usted con la contumacia que desee. Pero en lo tocante a la respetabilidad, permítame que -con todo el respeto por mi parte- le quite un punto por la anorexia argumental, y otro punto por apoyar opiniones con vituperios. Y no me pida que le confiese cuántos puntos tiene mi escala, que tal vez se llevaría un disgusto.
Dice usted que “…J. L. Sampedro quiso matar al padre con su atrabiliaria denuncia de las armas del marqués de la Floresta”. ¿Acaso quiere usted hacer pasar esta cuestión por una disputa familiar? El Sr. Sampedro habría criticado el blasón del Marqués de la Floresta porque quiere matar al padre; el Marqués de la Floresta insultó al Sr. Sampedro porque quería escarmentar al hijo; el Sr. Van Halen habría salido a apoyarle porque es un cuñado; y a usted le ha tocado tener que dar la cara porque es un primo. Pero no, Sr. Montells: ni esto es "La Venganza de Don Mendo", ni usted es los tres infantes pravianos aunque así quiera batirse por el honor ajeno.
Me recomienda usted que lea el número 25 de un boletín de la Orden de San Lázaro llamado Atavis et Armis, que no tenía el gusto de conocer sino de oídas, cuyo Consejo de Redacción encabeza usted, Sr. Montells, número en el que "se desvela otra conducta más que reprobable de J.L. Sampedro". Pues bien, lo he leído. Supongo que se refiere al comentario titulado "¿Dos textos paralelos o para lelos?" , que se encuentra en la página 7. En dicho comentario entiende el redactor que el Sr. Sampedro ha plagiado en un artículo publicado en la página de internet de la Academia Matritense otro texto del académico francés André Damien -que me ha parecido muy interesante, por cierto, y cuya lectura me parece recomendable- sobre la Orden de San Lázaro, plagio o coincidencia que se califica diciendo que "se podría pensar que (...) es una burda copia del de Damien", que encaja en la definición de "plagio" de la RAE, "copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias", y que "la aportación (del Sr. Sampedro) se limita a atenuar algunas expresiones de simpatía hacia la Orden del texto francés y añadir una bibliografía adversa".
He querido contrastar por mí mismo tan importantes acusaciones que justificarían no sus insultos, pero sí su indignación, así que he señalado los paralelismos entre ambos textos, que en el propio Atavis se transcriben. El resultado ha sido el siguiente:
En efecto, Sampedro se ciñe de forma bastante escrupulosa al texto de Damien en lo que a la parte histórica se refiere hasta el final del siglo XIX, traduciendo salteados una serie de párrafos de éste, que suponen la mitad de su artículo (62 líneas de un total de 117, alguna más si consideramos las ideas presentes en ambos artículos que se redactan de diverso modo). Esta traducción afecta a un 40% del texto de Damien (de las 188 líneas de Damien, veo traducidas casi 74). Como dice el redactor, el texto de Sampedro no recoge el comentario -subjetivo y afable- que cierra el texto de Damien, sino que presenta valoraciones y una aportación de datos sobre la consideración de la Orden Lazarista desde diversas instancias internacionales, además de unas concisas referencias bibliográficas. Referencias bibliográficas entre las que destaca, precisamente... el texto de André Damien: ¡un plagiador que ofrece la referencia de la obra plagiada! A mi modo de ver, ni se trata de una burda copia, ni se limita a atenuar expresiones y añadir bibliografía: es cierto que Sampedro ha tomado el relato histórico de la fuente citada, pero mis hojas conservan demasiado texto virgen de fosforito en uno y en otro artículos como para hablar de plagio.
¿Que le parece a usted reprobable? Me parece muy bien. ¿Quiere usted que lo repruebe yo también? No hay problema: ¡Sr. Sampedro, le repruebooooo! ¡A ver si ponemos las comillas como Dios manda! ¡Bú!
Ahora bien, aportemos un elemento a la objetividad, y coloquemos cada cosa en su sitio: ¿Dónde ha publicado el Sr. Sampedro este artículo? ¿En los Anales de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía? ¿Acaso en su Boletín Trimestral? ¿En alguna revista especializada española o extranjera? ¿En un periódico de tirada nacional? ¿Tal vez en uno de provincias? ¿En el del barrio...? Ni siquiera eso: en la sección de "Preguntas frecuentes" de la página de internet de la Academia. Un mero FAQ. Un FAQ en el que comparte pantalla con temas tan rutilantes como que si es cierto que en 1931 se suprimieron los títulos nobiliarios o que dónde se pueden consultar los protocolos notariales para hacer una genealogía. Un FAQ como tantos FAQ que extractan la documentación disponible para componer una respuesta de rápida lectura. Estoy seguro de que si usted le cuenta a un autor que tiene que indignarse porque le han utilizado unos párrafos en un FAQ, se desternilla de la risa. En definitiva, ¿sabe qué es lo que creo que el Sr. Sampedro se ha limitado a hacer? Lo que en esta tierra llamamos "una faena de aliño". El problema de hacer montañas de granos de arena, es que salen unas montañas muy pequeñitas; pero allá cada cual con su concepto de la orografía.
Ahora bien: gracias a usted, he podido conocer el boletín Atavis et Armis, cosa que le agradezco. Como verá, he leído sus páginas con bastante detalle: de ahí mi retraso en contestarle. He encontrado interesantes notas sobre las actividades humanitarias de la Orden de San Lázaro (ante las que me descubro), diversos trabajos de enjundia (entre ellos un buen número con su firma, y cuyo mérito le reconozco en lo que lo tengan), recensiones de libros (muchos de ellos salidos de su pluma y entusiásticamente comentados), diversas noticias de la Orden (también por cierto con destacada presencia de usted), etc... Sin embargo, debo lamentar que también este boletín use y abuse del insulto y la imprecación contra el discrepante con San Lázaro, tan lejos de lo que debiera ser la Orden cristiana que proclama ser. Espigo entre sus números, sin detenerme mayormente en los sueltos relativos a otras pretendidas órdenes lazaristas, jardín en el que no deseo entrar:
- El número 25, último publicado, como hemos comentado, llama "lelos" a los lectores del FAQ del portal de la Academia Matritense. Además, en un trabajo de usted se llama "despistado" al académico Amadeo Martín-Rey Cabieses (p. 28), "pseudo-especialistas", "eruditos de cartón piedra", "consagrados a la difamación y a la calumnia", y "coro de ignorantes" a quienes pongan en duda la legitimidad lazarista (p. 32).
- El número 24 comienza llamando al Sr. Sampedro "prepotente", "sectario" y "cerrado" (p. 2). Continúa llamando al Sr. Barón de Gavín (p. 10) "impostor", "iluso", "falso" y "cuasi-delincuente", al parecer más por su cuestionamiento de la Orden que por la polémica sobre su título, y se aplica a la Academia Matritense el ingenioso calificativo de "Lago Ness". Un artículo firmado por Marqués de la Floresta (p. 28) califica al Sr. Sampedro de "malsín", "aficionado" (por favor: aclare al Sr. Ceballos que varios colaboradores de Atavis pueden haberse ofendido cuando aplica el término "aficionado" en sentido peyorativo), "ansioso de distinción social", "pseudo-experto", "abogado del estado impostor", "malintencionado", "difamador", "ignorante"... ¡Y todo ello -asómbrese con la novedad- comentando un texto que, según afirma el propio Sr. Marqués, no ha sido siquiera publicado por el Sr. Sampedro! ¡Estamos ante un nuevo e inteligente género en la literatura académica: la "Refutación del Inédito"!
- El número 23 califica en el mismo lote (p. 10) a la Matritense de "antes benemérita", al Sr. Barón de Gavín de "soberbio", "ignorante" y "miserable" -de nuevo más por su postura contraria a la Orden de San Lázaro que por la polémica sobre su título-, y al Sr. Sampedro (Dios mío, qué fijación la de ustedes, caramba) de "falaz", "embustero" y "mentiroso". A D. Amadeo Martín-Rey Cabieses le toca en esta ocasión ser tratado (p. 13) de "estulto", "ignorante", "gacetillero social", y "doctor a lo que parece", descalificando uno de sus artículos de "batiburrillo (...) mal hilvanado (...) falsamente ilustrado (...) blandito y poco documentado (...)" sugiriendo que escribe mediante "corta y pega"; todo ello ¡cómo no! por dudar de la legitimidad de San Lázaro.
- El número 21 aprovecha la reseña del libro "Valdeosera, el solar de las trece divisas" (Luis Pinillos, 2008) para tratar a un académico de la Matritense a quien no se nombra de "experto en la manipulación de datos", "autor de un deleznable panfleto contra el libro", "de insidiosa imaginación", además de imputarle perfilar al Sr. Pinillos de "auténtico majadero", para luego recomendar vivamente el citado libro, al que se califica de "esclarecedor", "interesante" y "meritorio". El problema es que en el número 23 de Atavis et Armis, D. José Antonio Dávila dedica a este libro varias páginas, opinando que se trata de un "libro malo (...) presentado de modo embarullado y confuso, sin orden alguno, ni sistemático ni cronológico, por lo que se hace muy difícil su lectura. Lamentablemente pierde todo valor este trabajo, por sus argumentaciones sectarias, sus deducciones tendenciosas y sus conclusiones infundadas y demasiadas veces mendaces". Entonces ¿debo pensar que para obtener una buena reseña en Atavis basta con que un mal libro disguste a ese ignoto académico de la Matrinense, que empiezo a sospechar quién va a resultar que es?
- En el número 20, un artículo firmado por usted, Sr. Montells, argumentando contra las posturas del Sr. Sampedo, y trufado de ingeniosidades afortunadamente en tono irónico, no se recata a pesar de todo en llamar "eruditos de pacotilla" a quienes quiera que sostengan argumentos discrepantes, y calificar al citado Sr. Sampedro de "iracundo", entre otras poco afables sugerencias sobre su persona.
- En el número 18 se aprovecha que el Pisuerga pasa por Valladolid, o, mejor dicho, que se dedica un suelto (p. 3) a ensalzar este Blog de Heráldica, para calificar al Sr. Sampedro de "sectario", "plagiario", "publicista de cotilleos nobiliarios", y despreciar a la Academia Matritense diciendo que es una Corporación "que pasa por docta".
- En el número 17 se inserta un artículo (p. 20-22) titulado "Andanza y Contradicción del Ilustre y Prestigioso Barón Pinoteau", firmado por el Prof. Dr. Aldo de la Quaglia (de la Società Storica di Ostuni), dedicado a poner a caer de un burro a M. Hervé Pinoteau. Por cierto que, intrigado por la persona de este Dr. de la Quaglia, que tan bien escribe en lengua española y con un estilo tan cercano al de otros artículos de similar tenor de esta revista, me he encontrado con la sorpresa de que Google (¡oh, Google!) no ha sido capaz de encontrar más que tres referencias a este señor, una referida a este propio artículo, y dos a otro artículo publicado en Nobiltà ¡también en español! Tampoco Google (¡oh, Google!) ha sido capaz de darme razón de la Società Storica di Ostuni. Algo más propio de una persona común y corriente de las que sólo saldríamos en la guía de teléfonos, que de un Profesor-Doctor y de una Sociedad Histórica seria.
- En el número 14 se dedica un artículo a un libro del Sr. Barón de Gavín (p. 2), a quien se llama "nuestro más cordial enemigo" y "criminal": ¿el delito? "maltratarnos en una nueva publicación". También se califica a los discrepantes, sean quienes fueren, de "eruditos de pacotilla".
- En el número 13, para encomiar un libro del Sr. Ceballos, no se ahorra otra imputación delictiva dirigida a ¿quién?: "Tendrían que tomar nota algunos presuntos eruditos que se limitan a plagiar a otros autores y presumen de lumbreras."
- En el número 12, también en la sección bibliográfica, se desprecia a los discrepantes tachándolos a bulto de "eruditos de tres al cuarto", y a todos sus argumentos de "burdas mentiras".
- En el número 9, y bajo el expresivo título de "La idiotez personificada" (p. 9), se califica a alguien cuyo nombre no se indica de "pobre hombre (...) que se las da de erudito", "plagiario", "impostor", "hipócrita", "con bajeza moral", "obsceno", "mentiroso", "aspirante a petimetre que no pasa de paleto aragonés con cara de lechuguino" (¡caramba!), "auténtico idiota", "cretino", "incapaz", "memo", "cacatúa de colorido plumaje" (¡y otra vez caramba!), "sandio", "calumniador", "frívolo", "estólido", "cobarde", "malediciente compulsivo", "ambicioso", "estulto", "lerdo", "tonto", y "majadero" (creo que he omitido todas las reiteraciones del texto original, pero si algún término he copiado repetido, pido disculpas). ¿El motivo de tan sonoros calificativos? "que se permite el lujo de descalificar a la Orden Militar y Hospitalaria de San Lázaro de Jerusalén, tildándola de falsa". ¡Acabáramos! ¡Otra vez la burra al trigo!
- Por lo menos, en el número 6, en otro artículo firmado por usted (p. 11), a los sectores discrepantes sólo se les tacha de "indocumentados". Más adelante, en la sección bibliográfica, advierte usted en un suelto de su firma que los "estultos y mentirosos" adversarios de San Lázaro son "nada caballerosos, se ponen estupendos, pontifican con notable falta de caridad y nos lanzan al infierno o al purgatorio, según sean puristas extremos o ejerzan de benevolentes". Ejemplos tienen en el número 9 de cómo ser caballeroso con el adversario, hay que reconocerlo. También en este número se califica (¡ojo al dato!) al director de cine Ridley Scott de "tonto", "ñoño", "manipulador", "sectario", "demagógico" e "idiota", al parecer tanto por su mediocre película "El Reino de los Cielos", como porque en ella ha "ignorado olímpicamente la importancia del Hospital de San Lázaro (...). Ni una bandera con la cruz verde. Ni un lazarista en la trama (...) Ni una mención siquiera".
- El número 5 se despacha, también bajo su firma (p. 7) contra un antiguo maltés y lazarista cuyas peripecias desconozco, Reginald Attard, a quien califica usted de "ambicioso", "vanidoso (...), rozando lo mezquino y taimado", "ambicioso", "estulto", "estafador", "mentiroso", "manipulador", "felón", "torticero", "usurpador", "delincuente" y "repugnante". ¿Debido a qué circunstancias? Seguro que se adivina: a sus maniobras en otra orden en disputa de legitimidad con la de San Lázaro.
- En el número 4, el tal Reginald Attard, sin duda debido a sus muchos pecados, es tachado de "cercano a la traición", "pérfido", "megalómano", "rebelde", "felón", "engañador" y "traidor", además de poner en cuestión su salud mental.
- El número 3 abre con la noticia de la elección de Gran Maestre de la Orden en un Capítulo General que se celebró en Toronto, calificando (mejor dicho, descalificando) al oponente en la elección de "marioneta". Muy democrático.
Creo que el florilegio de vituperios es bastante extenso. Queda claro: contra el enemigo, guerra sin cuartel; el discrepante no merece sino desprecio y odio. Pero bueno: pelillos a la mar. Estoy seguro de que aquellos galileos que predicaron por el mundo hace veinte siglos aquello de "bienaventurados seréis cuando os insulten, os persigan" y "no devolváis mal por mal, ni insulto por insulto", seguro que estaban bastante equivocados o es que ha habido algún error de traducción ¿verdad que sí?. Sólo me pregunto si algún caballero lazarista se ha sentido molesto en alguna ocasión por leer tales cosas en el boletín de su Orden. O qué pensará el Sr. Marqués de Almazán, que sin duda es un caballero sin tacha, al verse apadrinando una publicación que utiliza un lenguaje que sería evitado en el boletín de cualquier sindicato de estibadores portuarios.
¡Ah, antes de que se me olvide! Me ha hecho muchísima gracia encontrar en la primera página del nº 25, a cuenta de otra polémica mantenida por usted en este blog contra ¿lo adivina? ¡el Sr. Sampedro!, el siguiente comentario: "Montells ha dado muestras, en esta ocasión -como en otras muchas- de una gran paciencia, elegancia expositiva y prudencia". Sí señor: ya hemos visto que si algo le caracteriza a usted es la paciencia, la elegancia expositiva, la prudencia,...
Vamos a ver, Sr. Montells: no tengo ninguna gana de seguir discutiendo con usted mientras siga aferrado a esa línea. Tengo cosas más importantes que hacer. Ni estoy dispuesto a dar pie a su lenguaje grueso, ni me apetece que me vuelva a soltar palinodias de buenos y malos. Piense usted lo que quiera. Diga lo que le venga en gana. ¿Que el Sr. Marqués de la Floresta es amigo suyo y a usted le parece más bueno que el pan? Vale, nos damos por enterados. ¿Que para usted el Sr. Sampedro es más malo que los Hermanos Malasombra y no merece más que oprobio y venganza? También nos lo sabemos. ¿Que usted opina que me mueve el ser muy amigo del Sr. Sampedro? Diga usted lo que quiera, y si se lo encuentra algún día, pregúntele si me conoce de algo.
Si sigue usted dispuesto a insistir en semejantes argumentos, puede usted dejarlo pasar. Pero si quiere contestarme, que sea para aportar argumentos y para aclarar los temas que usted mismo ha sacado a colación, y que le recuerdo:
- Afirma usted que el Sr. Marqués de la Floresta es Grande de España por "sentencia firme definitiva dictada por el Juzgado de Primera Instancia nº 2 de los de Madrid el 16 de octubre de 1989, declarada firme y ejecutoria. Y ejecutada en cuanto a la Grandeza de España mediante Auto de 3 de febrero de 2010, por el que se ordenó al Ministerio de Justicia la expedición de la Real Carta". Afirma usted en posterior mensaje que "en sentencia de 1989 (dictada en nombre del Rey), que es firme y definitiva, se le declaró la Grandeza de España como aneja del Marquesado de la Floresta; a fines de 2009 se ordenó al Ministerio de Justicia la expedición de la real carta de sucesión". Explique usted cuál de las dos fechas sobre la orden al Ministerio de Justicia es la errónea o, por el contrario, aclare quién y mediante qué instrumento pudo cursar orden al Ministerio de Justicia de expedir una Real Carta meses antes de que se promulgara el Auto judicial correspondiente.
- Aporte usted los citados Sentencia y Auto a la polémica para que todos podamos conocer y valorar sus términos. Explique además las causas de que una Sentencia de este tenor se ejecute casi 21 años después del fallo.
- Afirma usted que "el expediente administrativo está a punto de concluirse con la entrega de la Real Carta por parte del Ministerio de Justicia". Certifique el momento procesal en el que se encuentra dicho expediente y la previsión de fecha de resolución por el órgano competente.
- Afirma usted del Sr. Marqués de la Floresta, que "circunstancias familiares y laborales le han llevado a distanciarse de la Orden de San Juan". Aclare la situación del citado Sr. Marqués con respecto a su pertenencia a Malta.
- Y por último (y esto ya es por mera curiosidad) le pregunto: ¿no cree usted que Atavis et Armis podría ser una muy interesante revista si moderase ditirambos y vituperios?
Y concluyo: haga el favor de respetar este blog y respetarnos a los lectores, por muy improbables que seamos. Si quiere echar bilis y despacharse con sus palabros contra quien discrepa de usted, hágalo en la publicación que tiene encomendada a su cargo mientras nadie le ponga impedimento. Pero deje que en ese blog sigamos leyendo inteligencia, humor, ironía y respeto. Sus lectores se lo agradecerán. Y los del blog, también.
Me despido cordialmente de usted:
Manuel Carmona
¡Ah!, por cierto: Google no es una fuente de conocimiento. Sólo es una herramienta de búsqueda. Lo mismito que, por ejemplo, el catálogo de una biblioteca o la bibliografía de un libro. El rigor estará (o no estará) en los documentos que se acaben consultando. De nada.