sábado, 21 de agosto de 2010

SÁBADO: IMÁGENES

A modo de continuación de la reciente entrada en la que se exponía el collar de la Hermandad de caballeros mozárabes, hoy se desea llamar su atención, improbable lector, sobre las armas de aquella diócesis de Toledo.El propio escudo muestra una escena, elemento impropio de la heráldica, más acorde a los antiguos y ya superados usos de siglos pretéritos, que gustaron de representar dichas escenas como motivos armeros.

Ahondando en el accidente, es costumbre, creo que no escrita en ley alguna, que las diócesis católicas timbren sus armas con mitra episcopal, al igual que el actual pontífice máximo, Benedicto XVI.

El galero, capelo o sombrero saturno, queda reservado exclusivamente para indicar la jerarquía de los prelados. Esta orden sí fue recogida por el papa Pablo VI en su decreto Ut sive.Incumpliendo esa costumbre, la diócesis de Toledo exhibe como timbre, sin pudor alguno, un capelo con las quince borlas de primado, de sinople, añadiendo corona imperial antigua que igualmente el decreto Ut sive prohíbe expresamente.

Se añaden, a modo de contraejemplo, las armas de la archidiócesis de Boston, en una Norteamérica tan cuidadosa con su heráldica, a pesar de su juventud como nación, que dispone como timbre, con absoluta corrección, mitra episcopal.Armas de las que la archidiócesis se enorgullece hasta el extremo de disponerlas, en un sembrado, sobre el panel que sirve de fondo para la tribuna del ordinario de Boston, el franciscano Seán cardenal O´Malley.

viernes, 20 de agosto de 2010

MISIONES EN TEXAS

Remite una serie de mensajes don Santiago Cortés, acompañados de jugosas instantáneas tomadas por él mismo.

El primero de ellos, que se expone hoy a su consideración, improbable lector, nos recuerda la bandera con la que España conquistó un imperio: paño blanco cargado con la denominada cruz de Borgoña, o cruz de san Andrés.

El texto que sigue a estas líneas es el primero de los mensajes de don Santiago:

Don José Juan,

me atrevo a enviarle una serie de correos, con fotos adjuntas, que espero le sean de interés.

Este primero se refiere a ciertas misiones españolas en Texas y a una bandera que ondea en todas ellas y que espero le interesará...Muy conocidas, tanto en los Estados Unidos como en los demás países, son las misiones establecidas en California (USA) por el franciscano mallorquín Fray Junípero Serra en la segunda mitad del siglo XVIII.

Estas misiones fueron establecidas a lo largo de El Camino Real que discurría de norte a sur de California. Hay que destacar que aun hoy en día trascurre una autopista por ese mismo Camino y que todavía conserva su nombre en español en este país mayoritariamente angloparlante.Menos conocidas son otras misiones españolas, también establecidas a lo largo de otro Camino Real, en lo que ahora es el estado de Texas; concretamente en San Antonio.

Quizá la más conocida internacionalmente es la Misión San Antonio de Valero, aunque se le conoce más por su papel histórico en la historia de Texas (y de Estados Unidos) que por sus orígenes como misión española; pocos se refieren a ella por su nombre original, y prefieren denominarla El Álamo.El Álamo y otras cuatro misiones fueron todas fundadas entre 1620 y mediados del siglo XVII por misioneros franciscanos: Misión de Nuestra Señora de la Purísima Concepción, misión de San José y San Miguel de Aguayo, misión de San José de los Nazonis y misión de San Francisco de los Tejas (la más antigua).Hoy en día todas ellas forman parte del Sistema Nacional de Parques del gobierno federal de los Estados Unidos y todas, salvo El Álamo, son parroquias católicas en activo (El Álamo está oficialmente considerado un "santuario" -no católico- por el gobierno de Texas).

En las cuatro misiones en activo, y es por ello que le escribo, aún ondea en cada una de ellas una bandera blanca con la Cruz de Borgoña. Como se indica en inglés en cada misión (y usted sabrá si es acertado):

"Bandera española de la Cruz de Borgoña (1520-1785 aprox.)
Se cree que esta fue la principal bandera que ondeó en el imperio colonial español en las Américas, y también lo hizo en estas misiones hasta 1785.

La cruz roja diagonal es una cruz de San Andrés que representa dos troncos cruzados con las ramas cortadas. Este diseño de la cruz de San Andrés, conocido como Cruz de Borgoña, fue un símbolo de Felipe I, Duque de Borgoña y padre de Carlos I, quien se convirtió en Rey de España en 1516. El ejercito español uso extensamente variantes de la bandera con la Cruz de Borgoña tanto en tierra como en mar".Le adjunto fotos.

Un saludo,

Santiago Cortés

ENLACE

Un curioso enlace que nos proporciona la red. El imperial colegio heráldico de Etiopía: http://www.solomoniccrownheraldry.org/

jueves, 19 de agosto de 2010

FALLECIMIENTO DEL DUQUE DE PARMA


Se expone a su conocimiento, improbable lector, copia del triste mensaje recibido de don Francisco Acedo Fernández-Pereira, conde de los Muros de Cáceres, en el reino del Maestrazgo, relativo al fallecimiento del soberano del ducado de Parma, conocido en España como don Carlos Hugo.Queridos todos,

siento comunicaros la muerte de don Carlos Hugo de Borbón-Parma esta mañana del 18 de agosto, acompañado de sus hijos y hermanas. Tras un día tranquilo, el de ayer, en el que, con mente clara, envió a todos los carlistas su abrazo final.Ha sido trasladado al Tanatorio de Sant Gervasi, en Barcelona, donde permanecerá hasta ser trasladado a Holanda donde recibirá un funeral de Estado, para posteriormente ser enterrado en la cripta de la Basílica de Parma.

Mañana, día 19 de Agosto, está prevista una Misa en la Casa de los Jesuitas en Sant Cugat del Vallés.Conforme se nos comuniquen las horas correspondientes, os las haremos saber.Para comunicar a la Familia Borbón-Parma vuestro pésame por el fallecimiento de D. Carlos Hugo de Borbón-Parma podéis utilizar el siguiente correo electrónico:
carloshugo1833@yahoo.com

Cordialmente,
Francisco Acedo Fernández Pereira, Duque de Candía.

--
Francisco Acedo Fernández Pereira CSP
http://www.colegioheraldico.es.tl/

EL ESCUDO DE LA BERZOSA

Hace ya más de veinte años, pero recuerdo perfectamente la situación. El grupo de amigos al que pertenecíamos, en La Berzosa, era numeroso, algo más de veinte chicos y chicas de edades en torno a los veintitantos.

Todos gente bien, educados. La totalidad, excepto quien suscribe, ha triunfado profesionalmente, bueno, al menos hasta que esta crisis ha hecho tambalearse los cimientos de la civilización occidental. Varias parejas del grupo consolidaron su relación y hoy son matrimonios bien avenidos, entre los que me cuento.

Una tarde del final del verano. Quedamos en un lugar de la urbanización. Van llegando los coches y nos vamos saludando. Aparece la hermana de uno de los habituales, algo mayor, a la que hacía tiempo que no veíamos. Saludos. Comienza a preguntar a unos y a otros qué tal les va. Al llegar a mí me dispara: -¡Caramba, cómo has engordado! Pero si pesas el doble que el año pasado. Perdona que te lo diga así. Ya sabes, yo soy muy sincera.- Mi respuesta fue concluyente: -Y muy impertinente también.- No recuerdo haber vuelto a hablar con ella. Ni quiero.

A mí, igual que a usted, improbable lector, nos enseñaron nuestros padres que si no había algo agradable que decir, lo más sensato era no hablar. La realidad, hablo de un entorno social medianamente educado, demuestra que incluso es preferible mentir recurriendo al socorrido ¡que joven estás! que todos hemos practicado alguna vez, a pesar de pensar lo contrario, frente a la sinceridad que supone insultar a un conocido recordándole lo mucho que ha envejecido.

Y es que en general, en el trato humano, la sinceridad es una impertinencia.

El texto anterior, un exabrupto a fin de cuentas, no tiene más justificación que incluir el escudo de la urbanización de la sierra de Madrid en la que pasé mis años de juventud. El escudo de La Berzosa.Pero en este tedioso blog se habla de heráldica. El escudo de La Berzosa, no oficializado puesto que no es municipio, es dificil de blasonar. Quizá podría definirse como un campo de plata con un roel de sinople que, atravesado por líneas de plata, representa una berza.

miércoles, 18 de agosto de 2010

TRES ESCUDOS

Somos fruto de una evolución de la vida orgánica de millones años en la corteza del planeta. Nuestra especie cuenta con escasos, para la vida de la Tierra, cuarenta mil años. Especie a la que Linneo denominó homo sapiens que se distinguió, aunque a menudo hay que ponerlo en seria duda, por su desarrollo intelectual.

Ese desarrollo, esa especialización humana, contó con resortes de la razón que aun perduran. Así, se tiende de forma innata a asociar efectos con causas que no necesariamente son tales. Y es posible que de ese mecanismo se valiera Dios para infundir en el alma humana la necesidad de la religión. Religión que, de formas variopintas, practican hasta las tribus más recónditas de las, ya pocas, selvas vírgenes que aún pueblan algunas escasas partes de la geografía universal.

Considerar que solamente la Iglesia, nuestra santa Iglesia católica, posee la verdad absoluta, el extra ecclesia non salus de tantos siglos de inmovilismo, quedó superado tras el último concilio, que urgió a la búsqueda de una verdad común a través del ecumenismo. Ecumenismo empero, que no pretende otra cosa que conocer, y terminar por reconocer, otras formas de adorar a Dios, que serán santas y buenas si se manifiestan en el cumplimiento del nuevo mandato: el desvelo por el prójimo.

Ese movimiento ecuménico, que aún hoy hace rechinar muchos engranajes, no es habitualmente aceptado, sino todo lo contrario, en la sociedad más distinguida de estos reinos que hoy son España, de tradición, más que católica, catolicísima.

Así, algunas de las órdenes de caballería que en nuestro suelo patrio abundan, exigen profesar una incuestionable fe católica, alejada de cualquier forma de novedad. Para esas órdenes, cualquier desviación de la más preconciliar doctrina católica se considera reprobable. Permanecen ancladas, en definitiva, en un sentimiento de infalibilidad religiosa que hoy se considera superado incluso por la propia Iglesia, que prefiere el ecumenismo.

La heráldica eclesiástica, como una manifestación más de la vida religiosa, no debe en consecuencia considerar exclusivamente los modelos heráldicos católicos, sino abrirse al estudio de otras manifestaciones cristianas.

Hoy se proponen algunos ejemplos de esa heráldica eclesiástica, de diferentes ritos, a través de miembros de la denostada, quizá por ecuménica, Orden de san Lázaro.

Así, el escudo que sigue pertenece a don Peter Miln, quien es nada menos que protopresbítero de la iglesia ortodoxa.Timbra sus armas con aquella corona que, gracias al Vaticano II, supimos que visten los obispos de tradición oriental, sean o no católicos.Muestra tres muebles que recuerdan vagamente aquellos de sable que, en un escudo del emperador don Carlos I de España, dieron tanto que hablar.Efectivamente, improbable y sagaz lector, la inmejorable factura de esta compasión heráldica proviene, como las que siguen, de la docta mano de don Carlos Navarro Gazapo, quien expone su maestría en el blog de heráldica hispánica.Las armas siguientes representan a Gregorios III Latham, patriarca católico de rito melkita de Jerusalén. Con jefe cargado con la cruz verde, acola el collar de la orden manifestando que es protector espiritual de san Lázaro.

Por fin, el padre Andreu, cuyas armas concluyen la entrada de hoy, es capellán mayor lazarista y de la nobleza valenciana. Distinciones ambas que se revelan con claridad y elegancia en la composición.

martes, 17 de agosto de 2010

REFLEXIÓN NOBILIARIA

Recuerdo de una antigua entrada que, al contrario de lo previsto, no generó debate alguno:

Hoy se desea proponer, improbable lector, una somera reflexión sobre la vigencia de algunos principios.Hasta 1836, la nobleza en estos reinos que se hoy se llaman España podía clasificarse en dos clases: La nobleza titulada y la nobleza sin titular.

La nobleza titulada ha sabido encontrar su sentido en la actual sociedad. Los títulos de nobleza se otorgan hoy, en buena medida como ayer, para mantener viva la memoria de aquel que se hizo acreedor de la merced nobiliaria por sus extraordinarios méritos.Así expresamente se establece en la ley 33/2006 sobre la aplicación del principio de igualdad ante la ley: En la concesión de dignidades nobiliarias de carácter perpetuo, a su naturaleza honorífica hay que añadir la finalidad de mantener vivo el recuerdo histórico al que se debe su otorgamiento, razón por la cual la sucesión en el título queda vinculada a las personas que pertenezcan al linaje del beneficiario de la merced. Este valor puramente simbólico es el que justifica que los títulos nobiliarios perpetuos subsistan en la actual sociedad democrática, regida por el principio de igualdad de todos los ciudadanos ante la Ley.No se crearon los títulos, ni se crean en la actualidad, con el fin de otorgar privilegios que enmascaren un fraude a la, exigida constitucionalmente, igualdad ante la ley. La concesión de títulos pretende mantener la memoria del insigne acreedor de la merced, proponiéndose, igual que la Iglesia hace con los santos, a un individuo como modelo para la sociedad.Por el contrario, la nobleza no titulada sí ha visto alterada gravemente su existencia, su forma vital, su modus vivendi. Así, desde que en torno a 1836 se produjera la confusión de estados, esto es, desde que la corona y las cortes decidieran abolir los privilegios de la nobleza no titulada, su existencia ha venido perdiendo significado.Lo que ocurrió en 1836 no fue tanto que el estado aboliera la nobleza no titulada, la hidalguía. Lo que sucedió fue que la administración estatal se desentendió de esa materia, dejando a su libre albedrío a los hidalgos. Se abolieron sus privilegios fiscales y se reformó el sistema de ingreso en determinados oficios de la administración que solamente admitían a nobles. Ésta nobleza no titulada, la llamada hidalguía, quedó en consecuencia libre de regulación estatal. Y la realidad es que los decretos que pretendían la confusión de estados, realmente lo consiguieron.La nobleza titulada mantiene su vigencia, sigue viva, en tanto que cada año aumenta su nómina de miembros con la concesión, por la corona, de nuevos títulos. Mercedes nobiliarias que son creadas para recompensar a aquellos distinguidos individuos de nuestra sociedad que se proponen como modelos a seguir.

Por el contrario, la nobleza no titulada, que actualmente se agrupa en torno a asociaciones de nobles de diferentes categorías, está llamada a desaparecer en no muchos años. El motivo se reduce al hecho cierto de no admitir más nobleza hidalga que la reconocida como tal con anterioridad a la confusión de estados y, al no considerarse transmisible la antigua hidalguía más que por vía de varón, su futuro se prevé incierto.Evidentemente es una lástima. Resulta obligado reconocer que, en un momento histórico pasado, la clase hidalga dio a la nación española momentos de gloria y heroísmo. Los hidalgos demostraron con sus actos, con sus vidas enteras, ser verdaderos ejemplos para la sociedad. Hoy sus herederos, nadie lo pone en duda, son insignes representantes, no solo por su sangre, sino por sus actos, de aquellos hidalgos que tanta gloria dieran a España.Pero su actual error adaptativo puede resultar terminal al no reconocer que, hasta la confusión de estados, la clase hidalga era permeable admitiendo nuevos miembros.

Aferrada hoy a un pasado que, aunque evidentemente glorioso y heroico, resulta estéril al no renovarse, debería conducir su actitud hacia un replanteamiento, aperturista, de sus criterios asociativos.Quienes actualmente consideran vigente la hidalguía por su sentido estricto de herencia de sangre, obviando en buena medida los superiores principios caballerescos que le otorgaron valor, no hacen sino pretender perpetuar un pasado de privilegios, cada vez más alejado temporalmente, intentando revivir una gloria que ya se extinguió.El culto a un pasado heroico resulta indudablemente saludable, pero si no sirve como modelo social actual, como ejemplo vital para que sangre nueva refresque la institución y sirva como acicate social, no dejará de ser una simple recreación anacrónica.

lunes, 16 de agosto de 2010

COLLAR DE LA HERMANDAD DE CABALLEROS MOZÁRABES

Tiempo ha se hablaba en este tedioso blog de la toma de posesión de la sede primada por el arzobispo don Braulio Rodríguez Plaza, quien fuera nuestro confesor familiar durante años.

En aquella ocasión se expusieron sus armas que, como recordará improbable lector, se orlaban con el collar de la Hermandad de caballeros mozárabes de Toledo.Hoy se trae noticia de la solemne imposición a monseñor Rodríguez Plaza del propio collar que denota su jerarquía de hermano mayor de la hermandad y su responsabilidad como Superior del rito mozárabe. La ceremonia tuvo lugar en iglesia mozárabe de las santas Justa y Rufina, en Toledo, el pasado treinta de junio.En la fotografía anterior se observa con relativa claridad el collar que viste el arzobispo, junto a la venera de caballero mozárabe que luce un sacerdote.La imagen siguiente muestra al alcalde de la capital toledana vistiendo el mismo collar.Se expone a continuación, a modo de curiosidad, el texto institucional que la diócesis de Toledo mantiene en la red sobre las armas del primado:


ESCUDO Y LEMA EPISCOPALES


El cayado en forma de cruz, anclado en medio del oleaje del mundo, divide en cuatro cuarteles el cielo dorado. Es el símbolo de Cristo, Pastor Bonus, Crucificado, Resucitado y Glorificado, clave interpretativa y centro del universo.

En la sucesión apostólica, el Arzobispo ha sido llamado para apacentar una porción del pueblo de Dios, que es la Iglesia, representada en la barca y cuyo mástil es Cristo. Su plenitud se encuentra en el misterio de la cruz y en la resurrección de Jesucristo. Éste es el Evangelio que ha de predicar a tiempo y a destiempo —representado en el libro abierto de los Evangelios—, remando en el mar de la vida, superando vientos y vendavales.

Para ello cuenta con la protección maternal de María, representada en el astro circundado por el báculo. Ella es la estrella radiante del eterno amanecer y de la constante evangelización.A este escudo se le añadirá, en breve, la Cruz Mozárabe con su collar, como Superior responsable del Rito Hispano-Mozárabe y protector de la Comunidad Mozárabe de Toledo. Es tradición que la citada Comunidad imponga la Cruz a los Arzobispos toledanos, tras su toma de posesión, que la incorporan a su escudo episcopal.

Pocas tradiciones perviven a lo largo de los siglos con la intensidad que lo ha hecho la comunidad mozárabe de Toledo. Quizás la única de origen religioso que permanece viva y mantiene su liturgia, de origen hispano-godo, desde que estas tierras estuviesen bajo dominación árabe. Los mozárabes, antiguos pobladores de la Península Ibérica que, durante la dominación islámica se arabizaron, mantuvieron a pesar de la conquista su fe cristiana, sus iglesias y las costumbres de sus mayores, agrupándose en parroquias personales, como Santa Justa y Rufina, San Marcos, San Lucas, Santa Eulalia, San Sebastián y San Torcuato, incluso después de la Reconquista, situando en Toledo una especie de sede y lugar de referencia para no perder su identidad.


El lema episcopal

El lema episcopal del nuevo Arzobispo de Toledo es No me avergüenzo del Evangelio, que aparece también en su sello. Está tomado de la carta de san Pablo a los Romanos, donde el Apóstol escribe: «Pues no me avergüenzo del Evangelio, que es una fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree: del judío primeramente y también del riego» (Rom 1, 16). Pablo sabe que el evangelio es el único poder de Dios para la salvación y dedica su vida entera, en medio de grandes dificultades y peligros, a ser testigo de la Buena Noticia que el mismo Señor le reveló, siendo testigo de ella con su martirio en Roma.

Estas palabras del Apóstol que el Sr. Arzobispo eligió para su lema episcopal, al finalizar el Año Paulino, adquieren para todo la Iglesia Diocesana plena actualidad. Con ellas, al tiempo que don Braulio desea resumir la finalidad de su pontificado, urge a todos los fieles de la Archidiócesis Primada a ser testigos de esta Buena Noticia.

domingo, 15 de agosto de 2010

FELICITACIÓN

Hoy, quince de agosto de 2010, conmemoración de la asunción de María Santísima al cielo, mi padre, don Juan José Carrión Úbeda, de los Carrión de toda la vida, celebra el ochenta y tres aniversario de su nacimiento.

Como es habitual es en este tedioso blog se exponen las armas de aquel a quien se desea rendir homenaje.